Gloria Analco - Libertas/Cubainformación.- Estados Unidos, de último momento, siempre tiene una estrategia escondida debajo de la manga. Los países de América Latina, no. Es por eso que la nación más poderosa tiene por costumbre decir la última palabra.

Aun con la ventaja que significa que el conjunto de las economías sea más poderosa que la estadounidense -contando tan sólo las materias primas-, los países latinoamericanos terminan sometiéndose a los deseos de Estado Unidos. 
Sus movimientos son muy sutiles sobre el tablero del ajedrez político, y parece que suficientes para siempre agarrar de bajada a los líderes latinoamericanos, que ni siquiera llegan a sentirse aludidos. ¡Hasta con eso!

Para corroborar esto, basta mencionar lo sucedido en la reciente Cumbre de las Américas, de Trinidad y Tobago, y la anulación de la resolución de la OEA que expulsó a Cuba en 1962.

La forma en que se manejaron las cosas, de uno y otro lado en ambos casos, fue nefasta para los intereses de Cuba, que no estuvieron bien representados por sus hermanos latinoamericanos, como puede verse.

Ante la presión de las naciones latinoamericanas, que sin excepción, en diferentes tonos, solicitaban el fin del embargo económico a Cuba – algunas más bien quitar el bloqueo por abarcar más que no intercambiar comercialmente con Cuba-, Barack Obama respondió estar dispuesto a “un nuevo comienzo” en su relación con la isla.

Pero él ni siquiera desmanteló el embargo en un 15 por ciento, lo cual hubiese sido un “buen comienzo” y prueba de que deseaba mejorar sus relaciones con América Latina.

Obama, en cambio, salió muy orondo a mostrar la estrategia que llevaba bajo el brazo y dijo que correspondía ahora a La Habana el próximo paso después del gesto de “buena fe” de Washington, que eliminó restricciones a cubano-americanos para visitar Cuba y enviar remesas, lo cual según Hillary Clinton eran los cambios “más significativos en décadas”… y los líderes latinoamericanos quedaron satisfechos con esas palabras, dieron vuelta a la página y se entregaron a la francachela.

Ni por asomo se percataron que habían caído en una trampa, muy bien urdida por cierto, incluso Lula se ofreció a ser intermediario para que Cuba fuera recíproca a semejante gesto… y de súbito cesaron las presiones para que Estados Unidos levantara el embargo económico.

Esta nueva situación dio manga ancha a los estadounidenses para una nueva campaña mediática, y los cubanos quedaran como los malos de la película por no dar “el próximo paso”, además de que los líderes latinoamericanos hicieron caso omiso de las declaraciones de Hillary Clinton en Santo Domingo.

Ella dijo que el gobierno de Barack Obama, en el caso cubano, busca avanzar de una manera productiva para que en Cuba haya democracia, porque “la política actual sentimos que ha fracasado”. Es decir, que hay que encontrar otras maneras para hacer desaparecer el socialismo en Cuba.

Los presidentes latinoamericanos, en su mayoría, habían trabajo para conseguir una distensión en las relaciones Cuba-Estados Unidos, y que cesaran, de una vez por todas, los esfuerzos estadounidenses de liquidar a la Revolución Cubana. Al no conseguirse esto, la unidad latinoamericana había servido para maldita la cosa.

La administración de Obama quiere valerse de una parte de los planes de George W. Bush para atacar a Cuba, como el financiamiento a la oposición interna, entre otras cosas, y por otra parte, aparentar que su política es otra hacia ese país, eliminando restricciones que en sí mismas no constituyen un cambio de la política norteamericana porque no son parte del embargo económico, sólo fueron maniobras de Bush para acabar de estrangular la economía de la isla.

Lo ocurrido recientemente en la OEA, que eliminó la resolución que expulsó a Cuba de ese organismo, fue otra tomadura de pelo.
Hillary Clinton, con ese alo de brillantez que la caracteriza, puso en claro esta cuestión:

“Cuba puede volver a la OEA en el futuro si la OEA decide que su participación reúne los objetivos y principios de la organización, incluida la democracia y los derechos humanos”.

O sea, que si Cuba solicita su ingreso a la OEA tiene que realizar elecciones libres y abandonar su sistema unipartidista, lo cual es precisamente lo que Estados Unidos ha ambicionado desde que Fidel Castro declaró el carácter socialista de la Revolución.

En pocas palabras, la anulación de dicha resolución también ha valido para maldita la cosa. Menos mal que Cuba no tiene el menor interés de ingresar a ese organismo, si no, en menudos aprietos que la habrían metido los latinoamericanos aceptando esa cláusula de Estados Unidos para alcanzar el consenso y “anular” la resolución.

América Latina va a tener que pulirse más en sus estrategias si realmente quiere ganarse el respeto de la comunidad internacional y ante sí misma.
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