Eduardo Montes de Oca - Bohemia.- Insisto. Si nos guiamos por el vocerío de ciertos observadores, el fin de la crisis mundial resulta un hecho visible más allá de sus contornos, rotundo como la vida misma. Y verdaderamente cualquier desavisado, cualquier inocente, podría pensar que la recesión se bate en retirada, si no contextualiza noticias como el aumento del producto interno bruto de los Estados Unidos en 3,5 por ciento en el tercer trimestre de 2009.


Hay que contextualizar, sí, y no dejarse enchufar al jolgorio, obviando que el constatado incremento del PIB no representa el enraizado despliegue de la demanda de consumo y de la inversión (el gasto en bienes de capital no aplicado a la defensa, por ejemplo, ha descendido 20 por ciento con respecto al año anterior), sino que traduce la amplificación por un período limitado de los gastos del Estado y de las exenciones impositivas al consumo y a las facilidades para refinanciar deudas hipotecarias. Algo asaz endeble.

¿La causa? Respondamos concretamente, reproduciendo la advertencia del articulista boliviano Jorge Altamira: “Cuando venció la facilidad para canjear autos usados por nuevos, las ventas de la industria automotriz cayeron en picada”. Por casos tales, diversos entendidos se refieren a una “recuperación con muletas”.

Ahora, un ciclo económico es un movimiento general que no se circunscribe a los indicadores de la producción, nos recuerda nuestra fuente. Y ocurre que, a pesar de que la mayoría de los Estados han incrementado sus balances monetarios, en todos ellos se desploma ese elemento fundamental que, junto con el empleo, significa el crédito. “Una analista norteamericana ha calculado esa caída en dos billones de dólares para USA, en tanto que en Gran Bretaña fue muy superior, aún en términos relativos. La mayor parte de la emisión (de dinero) está guardada en los bancos o ha sido desviada hacia la Bolsa, sea porque los bancos no quieren prestar o porque la industria no desea endeudarse”. Asimismo, en agosto se constató una contracción del comercio internacional.

¿El paro? Peor de lo pronosticado. La economía de EE.UU. ha registrado ocho millones 200 mil desempleados más desde que la recesión comenzó, en diciembre de 2007. Si los peritos esperaban que en octubre la tasa se elevase una décima, hasta el 9,9 por ciento, esta asciende a 10,2 por ciento, por primera vez desde 1983. Reparemos, igualmente, en la proliferación de los desalojos de viviendas y la extensión de la crisis hipotecaria a la propiedad comercial…

Por eso algunos van más lejos. Prefieren incluso evadir el término “recuperación”, y aludir en todo caso a una “contención del derrumbe”. Derrumbe que Washington trata de sortear —y hasta el momento lo ha logrado— haciendo uso alevoso de la crisis. Es decir: con la devaluación del dólar, con que “licua su deuda con el exterior”. Al mismo tiempo, “cuando sus acreedores insinúan un cambio en sus tenencias de reservas, le basta impulsar una subida de la tasa de interés para provocar un reflujo de capitales y poner en jaque a las monedas rivales”.

Como afirman especialistas consultados por la digital IAR Noticias, un dólar debilitado favorece a la Unión, al multiplicar el valor de las ganancias de sus empresas en el extranjero y abaratar sus exportaciones. Y claro que deviene harto injusto el que, por ejemplo, China, con una reserva de más de un billón, deba bregar por colocar sus productos en el mercado internacional para obtener recursos mientras los Estados Unidos imprimen dinero a su arbitrio y lo venden en forma de bonos de deuda a Gobiernos e inversionistas institucionales.

No en balde, el cuestionamiento por el gigante asiático, Rusia, la India, Brasil —potencias emergentes— de la supremacía del “billete verde” (y de la “propia continuidad a largo plazo de la hegemonía ejercida por EE.UU. en el contexto económico internacional”). Pero ¿por qué entonces esos críticos empeñosos no se conciertan para darle el tiro de gracia?, se preguntaría alguien provisto solo de buena fe. Pues en razón de un concepto generalizado: con él se despeñaría el sistema, teniendo en cuenta su participación en el 86 por ciento de los 3,2 billones de transacciones diarias de divisas en el planeta…

Y quizás precisamente porque se hundiría el sistema, ese adalid del pragmatismo que es el Tío Sam anda desbarrando, y actuando, contra fenómenos “inusitados” como el ALBA, “malhadado” bloque que, con la creación del sucre —medio de cambio hoy virtual; real un día no lejano—, ha dado un paso largo en el rompimiento del mito de la ineluctable servidumbre al dios dólar, apostando por un solidario mundo reemplazante.

Sin duda alguna, hay visos de desplome. Y vestigios de un nacimiento.

 

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