Graciela Pogolotti - La Jiribilla / Rebelión.- No tengo referencia exacta acerca de si mi padre conoció a Ravenet en París, es evidente que coincidieron en la misma época y lo normal era que todos los cubanos tuvieran algún contacto personal allá más o menos frecuente.


Esas relaciones no solamente incluían a los artistas que estaban en París, sino también a otros cubanos que por distintas razones residieron allá en los años 20 y 30, como pudo ocurrir con estudiantes que emigraron en medio de la dictadura de Machado y, por lo tanto, hicieron su carrera en París y también algunos revolucionarios que se exiliaron allí en aquel momento. Aunque no tengo una información precisa, lo más probable es que se hayan conocido desde entonces. En cambio sí hubo una relación, que hace más probable esta hipótesis, con los hermanos Carlos y Filiberto Ramírez Corría, que resultaron luego ser cuñados de Ravenet y que estudiaron Medicina en París en aquellos años. La relación se hizo más estrecha una vez que mi padre regresó a Cuba y lógicamente aquí frecuentaba a los artistas, particularmente a los de su generación.

En el caso de Ravenet, hay un componente muy especial: además de pintor y escultor, él tuvo siempre una vocación de animador de la cultura y fue uno de los protagonistas de las grandes exposiciones que se hicieron por primera vez a principios de los 40 de las artes plásticas cubanas, sobre todo las grandes exposiciones en la Universidad, que legitimaron por esa vía a la primera vanguardia. Ravenet tenía una capacidad organizativa y un nivel de convocatoria que lo llevaba a empeñarse en tareas de esta naturaleza, también en tratar de promover proyectos de murales con artistas de la vanguardia, es decir, no se promovía él solo, sino que tenía la conciencia de la necesidad de animar un movimiento. En este sentido, Ravenet fue un hombre extraordinariamente generoso. El otro vínculo con mi padre lo tuvo a través de un amigo común, el crítico Guy Pérez Cisneros, quien tenía una relación fraterna con Ravenet. Ambos compartieron muchas de estas iniciativas de animación cultural y también fue un amigo muy cercano de mi padre. Por todos estos factores, creo que la relación entre ellos se consolidó a partir del regreso de mi padre a Cuba. Como mi padre tenía un espacio público en la prensa, trataba de dar a conocer a los artistas cubanos a través de la columna que tuvo durante muchos años en el periódico El Mundo.

Lamentablemente ocurre con mucha frecuencia que algunos artistas permanecen olvidados o quizá subestimados hasta que se producen las grandes efemérides. Si las efemérides sirven para algo, es para recuperar muchas veces una memoria perdida. Yo tuve ocasión de leer el libro Ravenet revela a Ravenet —no tenía ninguna referencia anterior de que él escribiera y hubiera dejado estos apuntes— y lo hice con muchísimo interés porque me revelaba una historia para mí desconocida, en mi caso lo conocí cuando era una niña y él ya era un artista establecido en Cuba.

Creo que esos apuntes dan pie para una biografía extraordinariamente interesante que recupere integralmente la personalidad de Ravenet, desde sus orígenes familiares, la lucha que llevó adelante para hacerse un artista —tal como sucedió con sus compañeros de la vanguardia—, las vivencias de Ravenet en París, donde tuvo que ganarse la vida de la manera más inverosímil. Aún después de su regreso a Cuba, una vez que fundó una familia y, por lo tanto, asumió responsabilidades ineludibles, también tuvo que compartir su tarea de artista con algunos trabajos que pudiéramos considerar menores, secundarios, pero que eran una vía para mantenerse.

Lamento mucho que este libro no haya tenido toda la repercusión que merecía. Estuve en la Feria del Libro en Holguín ese año y no estaba prevista ninguna presentación del libro de Ravenet, solo lo iban a vender en la Escuela de Artes Plásticas de Holguín y me empeñé en hacerle ahí mismo una presentación que permitiera dar, por lo menos, determinadas coordenadas para la percepción de su valor intrínseco.

Después de la Revolución, cada uno de nosotros vivió una turbulencia tan grande, debió hacer tantas cosas al mismo tiempo, que perdimos contacto con personas que nos habían acompañado durante parte de la vida. En aquel momento, le perdí el rastro a Ravenet, no tuve ni siquiera noticias de su fallecimiento y vine a conocer de su labor a partir de la presentación del libro.

Fuente: http://www.lajiribilla.cu/2011/n528_06/528_05.html

 

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