Ángel Guerra Cabrera - Blog "La pupila insomne".- La nueva ley de inversión extranjera acordada por el Parlamento cubano dentro del profundo proceso de cambios en el modelo económico socialista iniciado en 2011, me ha estimulado estas reflexiones por su gran trascendencia.


La acumulación de capital y el aumento sensible y sostenido del Producto Interno Bruto(PBI) son condiciones ineludibles del desarrollo económico. Ello, independientemente de la concepción que se tenga sobre la función del desarrollo y del PBI. Ya sea como redistribuidores de la riqueza con equidad si se trata de Cuba u otras pocas naciones con proyectos de bienestar mayoritario; o vistos como medio de enriquecer cada vez más a una pequeña élite con la imposición de enormes despojos al común tal cual ocurre en una mayoría de países sometidos a la tiranía neoliberal.

La Revolución Industrial del siglo 19, fundamento de la civilización “occidental” de economía de mercado y democracia liberal, exigió una gran acumulación de capital. Nutrida, entre otros métodos nada santos, de la trata negrera, el corso, la piratería, el saqueo de metales preciosos con trabajo forzado y la estrujante expulsión masiva de la población rural a las ciudades. Marx lo sintetizó elocuentemente al afirmar que el capitalismo nació chorreando sangre y lodo por todos los poros.

La URSS, agredida con saña, hostigada y bloqueada por los imperialistas no habría podido industrializarse, transitar del oscurantismo y el atraso al desarrollo cultural y científico y convertirse en superpotencia sin imponer un alto costo económico y social a su población campesina pues no dispuso de otra fuente de acumulación, aunque sus enormes recursos naturales hayan contribuido también a la larga y agónica salida de la situación de penuria en que la dejaron dos guerras(1914 y 1918).

China ha logrado altos y sostenidos niveles de crecimiento económico en las últimas décadas y sacar a millones de la pobreza gracias a la laboriosidad y creatividad de su pueblo combinadas con gigantescos flujos de inversión extranjera.

Hoy, el alto grado de mundialización capitalista y los dinámicos movimientos de capital hacen imposible la acumulación sin recurrir a la inversión extranjera. Más aún, en países pobres y subdesarrollados.

Esto es mucho más cierto en el caso de Cuba, el único país en la historia contemporánea sometido por Estados Unidos desde hace más de cincuenta años a un bloqueo económico, comercial y financiero. En rigor, una guerra económica genocida por su objetivo declarado de causar “hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno cubano”, por su recrudecimiento en el tiempo, asimetría entre el agresor y el agredido y su carácter extraterritorial. La potencia bloqueadora, en flagrante violación del derecho internacional y burlándose de la condena universal persigue y penaliza severamente a compañías de terceros países por mantener negocios con Cuba.

El esfuerzo por insertar a Cuba en la economía mundial en medio de esa guerra económica, sobre todo a partir de la desaparición de su aliado soviético, y sin renunciar a su independencia nacional ni a sus logros y objetivos socialistas, ha exigido por ello de enormes sacrificios a su pueblo y requiere dosis enormes de audacia e imaginación para potenciar al máximo sus fuerzas productivas.

Cualquier visión alternativa del desarrollo –o de un socialismo próspero, para usar la expresión prevaleciente en Cuba- debe estar signada por la sobriedad y el cuidado de la naturaleza, típica, por ejemplo, de la filosofía andina del buen vivir. Ahora conocemos los límites de nuestro planeta en recursos no renovables y la grave incidencia del consumismo basado en la quema de combustibles fósiles en su despilfarro y en el calentamiento global.

El crecimiento de la economía cubana ha sido pobre en los últimos años comparada con la media latinoamericana, debido en gran medida a la falta de inversión de capital. Debería crecer a ritmos de entre 5 y 7 por ciento anual para satisfacer las demandas del desarrollo autosostenido y preservar las conquistas de la Revolución. En esas circunstancias no cabe duda que lo único revolucionario es dar los pasos que sean necesarios para lograr ese crecimiento y el ingreso de inversión extranjera que demanda.

Cuba, pese a la hostilidad estadounidense, posee una serie de ventajas que le permiten aspirar a una importante captación y aprovechamiento del capital extranjero. De ellas y más hablaremos en la próxima entrega.

La nueva ley de inversión extranjera en Cuba no entregará al capital foráneo la propiedad de un centímetro de su suelo o subsuelo ni de sus recursos naturales como acostumbran hacer los gobiernos neoliberales. Sujetará al inversionista a la legislación laboral cubana y protegerá expresamente al trabajador, que recibirá en todos los casos un salario por encima del mínimo. Protegerá al ecosistema: las inversiones deben recibir la luz verde del Ministerio de Ciencia y Tecnología y su agencia reguladora del ambiente, además de que cada una tendrá niveles altos de aprobación; por ahora del Consejo de Estado o el de Ministros.

La norma se propone captar inversión en los sectores y proyectos donde el país está urgido de capitales, mercados externos y trasferencia de tecnología, incluyendo los que impulsan la soberanía alimentaria. Por ello otorga una serie de facilidades y exenciones fiscales ya que busca lograr una asociación mutuamente ventajosa con el inversionista.

Analizar la nueva ley debe partir del hecho de que Cuba es un país verdaderamente independiente y soberano cuyo gobierno ha perseverado contra viento y marea por mantener el rumbo socialista. No es secreto para nadie que practica el antiimperialismo, la solidaridad internacional y rechaza el capitalismo.

La política económica cubana la dicta la voluntad de lograr el bienestar de su población y de no sacrificarla con ajustes como los impuestos por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Cuba discrepa de los tratados de libre comercio promovidos por Estados Unidos y, en cambio, estimula y forma parte de agrupaciones como el Alba o Petrocaribe, defensoras de la independencia, la integración solidaria y la complementariedad económica entre los pueblos.

La asimilación de capital foráneo no es una novedad en la economía cubana sobre todo a partir del derrumbe de la Unión Soviética(1991). Ya se cuenta con suficiente experiencia para evitar pasados errores.

La nueva ley autoriza a invertir en Cuba a los cubanos residentes en el exterior aunque el bloqueo yanqui se los impide por ahora. Entre sus aspectos novedosos está que permite la entrada de capital extranjero en todos los sectores de la economía excepto los servicios de educación y salud y las fuerzas armadas(aunque no su sistema empresarial) así como en las nuevas zonas económicas especiales, como la de Mariel. Los cubanos residentes en la isla no están autorizados a invertir como personas naturales pero sí las cooperativas, un movimiento creciente.

Esta ley emana de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, base de lo que en Cuba se conoce como “proceso de actualización” del modelo económico; un conjunto de cambios muy profundos que está delineando una nueva fisonomía del socialismo cubano sin que pierda por ello sus esencias.

A diferencia de muchos otros gobiernos, el cubano acostumbra pedirle opinión a la población sobre cambios importantes en las políticas públicas. Los Lineamientos fueron aprobados en 2011 por el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba(PCC) después de someter el proyecto a debate popular e incluir en la reformulación del documento 395 000 opiniones de los ciudadanos.

El debate insistió en las carencias subjetivas y objetivas de la economía cubana y la necesidad de enfrentarlas con un modelo económico capaz de sustentar y elevar la calidad de las conquistas sociales y culturales de la Revolución. Entre otras de carácter objetivo se consideró el impacto sufrido en el poder de compra de las exportaciones de la isla, que entre 1997 y 2009 tuvieron un descenso de 15% en su valor debido a las fluctuaciones en los precios. Concomitante con este punto el alto endeudamiento externo. Igualmente, la persistencia del bloqueo económico de Estados Unidos, recrudecido sobre todo en el orden financiero a partir del gobierno de Obama pese a sus promesas de “un nuevo comienzo” con Cuba. Otro aspecto que debe haber influido en la valoración de la nueva ley es la descapitalización de la industria y gran parte de la infraestructura cubana a consecuencia del desplome soviético.

Cuba dispone de ventajas casi únicas en el mundo para la inversión extranjera: alta calificación de su fuerza de trabajo, envidiable estabilidad política y social y seguridad ciudadana, entre otras muy apreciadas. Pronto se conocerá la ley y su reglamentación y su impacto en el mundo de los negocios, incluyendo el de Estados Unidos.

Twitter: @aguerraguerra

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