Yudy Castro Morales, Lorena Sánchez y Juan Antonio Borrego Díaz - Granma.- A cualquier cubano le parecería obvio. Si estamos rodeados de mar, indiscutiblemente la disponibilidad de pescado debe ser alta. Pero no lo es. Y resulta difícil entenderlo. Porque en el recuerdo aún está fresquita aquella época donde “los peces hacían ola en los mercados”; tan distinta a la actual, cuando acceder a ellos es casi un lujo.


La pérdida de las principales zonas de pesca en aguas internacionales (caladeros), la disminución de las importaciones y la sobreexplotación de la plataforma cubana, que nunca ha sido —a juicio de los especialistas— muy rica en peces, figuran entre las causas de un problema multifactorial, cuya expresión concreta no es otra que la reducción drástica de los productos del mar.

Según Armando Posada Loriga, director de la División de Pesca, adscrita al Grupo Empresarial de la Industria Alimentaria, en la década del 80 el país destinaba hacia todos los sectores de la comercialización más de 200 000 toneladas de pescado. Esa cifra abarcaba tanto las capturas en aguas internacionales como las realizadas en zonas cubanas, unido a las im­portaciones. “Hoy solo disponemos prácticamente de las pescas de nuestra plataforma y las provenientes de la acuicultura, las cuales conforman un total de poco más de 37 000 toneladas”.

A juzgar por las cifras, en extremo esclarecedoras de las limitaciones, la pesca en Cuba tiene ante sí el enorme reto de ir acortando las desproporcionadas distancias entre oferta y demanda.

EN BUSCA DE LOS POR QUÉ

Como en todas las ramas de la economía, la caída del campo socialista hizo fuertes estragos. Ello, unido al incremento de los costos de la actividad pesquera y la imposibilidad del país de sufragarlos, trajo consigo la desaparición de las flotas atuneras, arrastreras, y en casi su totalidad la del Golfo de México. Las mismas operaban fuera de la plataforma de Cuba, explica Posada Loriga.

“Para ilustrar el impacto de tal pérdida, téngase en cuenta que esas capturas representaban más de 100 000 toneladas de pescado anua­les, entre las décadas del 70 al 90”, asegura.

En 1986, por solo poner un ejemplo, la flota arrastrera capturó 146 000 toneladas; mientras la atunera traía a la Isla entre 9 000 y 10 000 cada año, y la del Golfo alrededor de 9 000. Esta última hoy existe solo con 4 barcos, de los 57 que llegó a tener, y pesca aproximadamente 200 toneladas.

Otro golpe sensible está asociado a la contracción de las importaciones. Si bien las cifras llegaron a 61 000 toneladas en el 2004, el pasado año apenas se compraron unas 5 000, donde casi un tercio fue destinado al turismo. Dicho decrecimiento responde a la subida vertiginosa de los precios en los mercados forá­neos, razón por la cual hoy recibimos mediante la distribución normada pollo (resulta más barata su importación) en lugar de pescado.

También la reducción del número de em­bar­caciones viene a completar otro de los factores de incidencia negativa. Según el director de la División de Pesca, de las 700 embarcaciones dedicadas a la captura de escama (así se denominan a las diferentes especies de peces) allá por la década del 80, hoy está disponible alrededor del 40 %. El deterioro constructivo y la obsolescencia tecnológica le han restado funcionalidad (y continúan haciéndolo) a un segmento considerable del parque.

Pero más allá de estas razones de índole económica, hay otras cuya huella aparece muy bien dibujada en la disminución progresiva de las capturas. Juan José Menas Lorenzo, director de Plataforma, insiste en la reducción de las zonas de pesca y su sobreexplotación.

Luego del establecimiento, en la década de los 90, de las 200 millas náuticas de pesca para cada país, Cuba perdió sus caladeros fundamentales. Tema sensible, pues la zona económica exclusiva de nuestro país no es pródiga en peces, afirma Menas Lorenzo.

Asimismo, el incremento sostenido de las áreas protegidas limita considerablemente las pesquerías, aunque por otro lado contribuya a la recuperación de las especies. Entiéndase que hoy el 26 % de la plataforma clasifica en esta categoría, y con perspectivas de crecer según las proyecciones hasta el 2020.

Sobre el fenómeno de la sobreexplotación, Juan José Menas no duda en calificarlo como “un problema multifactorial”. En la plataforma cubana se pescan hoy alrededor de 54 especies de interés económico, pero en una composición totalmente diferente a etapas anteriores, atendiendo a que más del 80 % ha sido víctima de un uso indiscriminado.

Con el ánimo de hacer más clara su aseveración, este especialista vuelve sobre los números. “En la plataforma cubana se capturaban unas 1 000 toneladas de pargo y similares volúmenes de chernas. Sin embargo, actualmente no llegamos a la mitad del primero, y de la segunda apenas a unas 100 toneladas. Y estos caladeros sí son los mismos, solo que el recurso no está”.

Ante tal situación no podemos perder de vista, alerta Menas Lorenzo, las nefastas consecuencias que provocó el uso de artes de pesca masivos: tranques, chinchorros de arrastre. Aunque dicha práctica se prohibió hace ya algunos años, en aras de frenar la caída de las especies, las secuelas lamentablemente per­duran.

Tampoco han logrado revertirse, más bien se acentúan, los efectos del cambio climático y el impacto negativo de los ciclones, cuya combinación trae consigo modificaciones en los ecosistemas marinos, así como la pérdida de los pastos, la destrucción de los hábitat y al final, la migración o muerte de las especies.

Precisamente por la poca disponibilidad de recursos en la plataforma, a cuatro especies (langosta, camarón de mar, cobo y pepino) le son aplicadas cuotas de captura. Además, la política de pesca, en la cual estamos trabajando —comenta Armando Posada— también propone, como medida regulatoria, delimitar las cantidades de la escama.

De cualquier modo la realidad conduce a trabajar por cuotas. Según estudios del Centro de Investigaciones Pesqueras (CIP), el potencial de captura de escama estimado para la plataforma cubana, que incluye la gestión estatal y privada, asciende 12 300 toneladas. El año pasado, la pesca estatal aportó aproximadamente 10 900, volumen similar al previsto para este 2014.

A juicio de Posada Loriga, aunque las capacidades instaladas lo permitieran, superar las cifras ofrecidas por el CIP solo reforzaría la depauperación de los ecosistemas, cuyo restablecimiento deviene premisa impostergable en pos de lograr una pesca de plataforma sostenible en el tiempo. Justo por ello, reconoce el directivo, “no esperamos crecimiento alguno en los productos del mar”.

Es entonces la acuicultura, con una tendencia siempre creciente —desde las 6 000 toneladas alcanzadas en los años 80 hasta las 25 600 correspondientes al 2013— la encargada de compensar de alguna forma dicha contracción.

ACUICULTURA, ¿EL MILAGRO DE LOS PECES?

De todas las historias que han nacido y crecido a lo largo de más de 40 años en la Zaza, quizás ninguna le sacuda tanto el espinazo a los pescadores del embalse como la que cuenta Rafael Richardson, el hombre que —según sus propios compañeros de faena— tuvo la dicha o la mala suerte de descubrir que en la presa habitan hasta tiburones de agua dulce.

Sin complejo de Juan Candela, después del trance de aquel día, Richardson narró que el animal que se apareció ante sus ojos “tenía el lomo como una palma barrigona de esas que flotan en el agua y que, cuando se sintió capturado, salió desprendido, dando tumbos, hasta que el curricán, nuevecito de paquete y de los que se usan para pejes de más de 150 libras, traqueó como si fuera la bala de un máuser”.

Reconocida como el mayor lago artificial de Cuba y convertida desde hace varias décadas en el principal reservorio de especies de agua dulce del país, la Zaza genera fabulaciones y anécdotas al por mayor, pero también miles de toneladas de pescado al año, un saldo que únicamente es posible repetir de campaña en campaña gracias a la política de sostenibilidad y explotación racional del ecosistema y sobre todo a la estrategia de reponer la biomasa con siembras consecuentes.

En un espejo de algo más de cien kilómetros cuadrados, la represa asegura habitualmente el 85 % de las capturas acuícolas del territorio y alrededor del 17 % de la producción nacional, con comportamientos excepcionales en los años 2009 y 2010, cuando la intensa sequía de ese periodo forzó pesquerías sin precedentes en el acuatorio.

Más de 40 000 toneladas de pescado de agua dulce han sido capturadas en Sancti Spíritus en la última década, resultado que la bióloga Miriam Solano Valle, especialista de la rama en el territorio, atribuye en lo fundamental al correcto manejo de los embalses, especialmente de la Zaza.

Hasta mayo de este año, apenas 88 pescadores, repartidos en las presas Zaza, Lebrije, La Felicidad, Tuinucú e Higuanojo han cargado en sus redes unas 2 062 toneladas de peces, un average en el que las especies de ciprínidos sacan amplia ventaja sobre las restantes competidoras.

Tencas, carpas y amuras desarrolladas de manera extensiva y multiplicada mediante siembras sistemáticas, tilapias en jaulas y clarias en estanques constituyen el sostén fundamental de la acuicultura local, un frente que si bien no satisface la creciente demanda de los consumidores, al menos tampoco clasifica como rara avis en las 14 pescaderías del terri­torio.

La experiencia espirituana, sin embargo, no es similar para el resto de las provincias. De las 13 empresas distribuidas por todo el país dedicadas a la acuicultura, se destacan las de Santiago de Cuba, Holguín, Villa Clara, Cama­güey y Sancti Spíritus (las dos últimas aportan el 33 % del plan nacional).

Si bien la tendencia de la acuicultura en Cuba ha sido favorable al crecimiento, el de­sarrollo de esta actividad compite hoy en nuestro país con múltiples prioridades, pues en la Isla los principales embalses se destinan al regadío, la ganadería, al reservorio de agua para la población, siendo la acuicultura el quinto cliente del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos.

Asimismo, unido a que el desarrollo de la acuicultura depende de la disponibilidad de agua del país, el deterioro de la infraestructura ha contribuido a los altibajos en el cultivo acuícola. De acuerdo con Jesús Rodríguez Rull, director del Departamento de Acuicultura de la División Pesquera, las instalaciones empleadas hoy para el desarrollo de la actividad tienen más de 30 años de explotación, pues fueron construidas en los años ochenta.

La acuicultura se desarrolla en dos vertientes: la producción extensiva para las carpas chinas, amura, las manchadas, las blancas y la carpa común; y el cultivo intensivo que tiende a producir dos especies fundamentales como la tilapia y la claria. Para el cultivo extensivo se cuenta con 122 mil hectáreas de espejos de agua en el país. No obstante, en la actualidad se explotan solo alrededor de 90 mil.

“No aprovechamos todas las hectáreas en gran medida porque no podemos acceder a ellas, debido al deterioro de los viales y caminos. Hoy tenemos más de 400 hectáreas fuera de servicio y aumentan cada año, tanto las dedicadas al cultivo intensivo como al alevinaje”, señala Rodríguez Rull.

Si bien se necesita mantenimiento especializado y equipos adecuados (buldózer, retroexcavadora, entre otros) para la reparación de la infraestructura, el directivo explica que se trata de una labor costosa. “Durante varios años se nos aprobó un financiamiento para ello, pero no hemos encontrado en el país quien se encargue de hacer el trabajo. De las 400 hectáreas fuera de servicio, si utilizáramos al menos 300 podríamos obtener 6 mil o 7 mil toneladas de pescado”, asegura.

Aparejado a estos problemas, la subexplotación de las hectáreas trae consigo la siembra de alevines más pequeños que lo establecido (10 g), lo que implica menos supervivencia, animales con menos tallas de las requeridas y el aumento de los costos, sostiene Rodríguez Rull.

En relación con el pienso para alimentar las especies, existen factores que atentan contra la estabilidad en la producción, así como contra la calidad del mismo. “Nosotros de­pendemos de la fábrica Alisur, ubicada en Camagüey, la cual aporta el 60 % del alimento utilizado en la acuicultura; también nos suministran otras dos instalaciones pertenecientes a la agricultura (Piensos Tropicales, situada en La Haba­na, y Piensos Cienfuegos), las cuales al cierre de mayo arrastraban un déficit de 450 toneladas, debido a problemas tecnológicos”, explica Rodríguez Rull.

Vale señalar además que la mayor parte del pienso empleado para la ceba en el cultivo intensivo no posee proteína animal, pues se elabora con soya fundamentalmente, por resultar más económico.

A esto se le adiciona que el producto ideal para el desarrollo de las especies es el pienso estruzado, cuyos ingredientes flotan y son digeridos fácilmente. Sin embargo, el más utilizado hoy (70%) porque es el de más fácil desarrollo con la técnica que posee el país, es el peletizado, que tiene menos flotabilidad y es menos digerible.

Unido a los problemas con la infraestructura, también atentan contra la actividad acuícola las indisciplinas tecnológicas, las cuales están relacionadas además con las violaciones en los procedimientos y con los horarios de comida establecidos.

Por otra parte, las deficiencias en la genética de las especies de agua dulce es una de las principales problemáticas referidas por los directivos de la División Pesquera.

Pese a ello reconocen que se ha avanzado en la genética de las tilapias, a partir de la introducción de un grupo de familias de Brasil, Vietnam e Inglaterra, aunque en el resto de las especies no ha existido progreso alguno.

De acuerdo con Raúl Morales, director de la Empresa de Desarrollo de Tecnologías Acuí­colas (EDTA), Cuba produce cuatro tipos de tilapias y hoy se prevé realizar un proyecto con la FAO, el cual implica remodelar las instalaciones para el cultivo e introducir nuevas familias, todo ello con asesoramiento internacional.

Asimismo, desde el pasado 4 de abril se implementa un proyecto con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), orientado a la producción de clarias, el cual podría aplicarse a todas las especies.

INDUSTRIA Y DESTINOS, CUESTIÓN DE DEMANDAS

El respaldo de la industria resulta fundamental para que las capturas lleguen a la población con valor agregado y, aunque hoy se procesa el 90 % de lo capturado tanto en la plataforma como en la acuicultura, las afectaciones tecnológicas limitan la calidad del producto final, razón por la cual, además, no se procesa el 10 % restante.

Según Abel Hidalgo, director del Departa­mento de Industria en la División Pesquera, este año se pronostica procesar 14 mil 827,5 toneladas de pescado, de ellas unas 10 mil como materia prima para croquetas y masas.

En tanto Maritza Linares, directora de Ven­tas y Mercado de la División Pesquera, abunda en los diversos destinos de las capturas. “Pro­cedente de la acuicultura, por ejemplo, se ex­portan 680 toneladas de tenca. Asi­mismo, al mercado interno en divisas se destinan 1 344 toneladas de pescado, de ellas 744 provienen de la plataforma donde el 80 % corresponde a pescados enteros refrigerados. Para el consumo nacional se reservan 6 323 toneladas de pescado para la distribución normada, con destino a las dietas médicas y el consumo social; mientras para las pescaderías son 16 mil 436 toneladas en todas las formas de presentación del pescado”.

En la capital, por ejemplo —sostiene Marit­za Linares—, al cierre de mayo, de un plan de 422 toneladas de croquetas se entregaron 404; de productos varios de la pesca (cangrejos, jaibas, ostiones), de unas 45 toneladas previstas se entregaron 30; mientras que de filete de claria se entregaron 29 toneladas para un plan de 18, 4.

Durante un recorrido por algunos establecimientos de la ciudad, Granma constató que los surtidos que mayor presencia tienen son las croquetas y los picadillos. También han contado, coincidieron los administradores entrevistados, con pescado de plataforma: biajaiba, ronco y rabirrubias, mientras que de la acuicultura se comercializa la tenca y la claria, fundamentalmente.

No obstante, según Juan Osorio Sánchez, administrador de la pescadería de Ayestarán, aún la demanda supera a la oferta. “Hoy en día el que más salida tiene es la claria, pues la gente ya superó todos los prejuicios que te­nían en su contra. El filete lo vendemos a buen precio —15 pesos la libra más o menos—, y si hubiera más se vendiera más”, sostiene.

Pero otras cuestiones inciden también en el buen servicio a la población. De acuerdo con Osorio Sánchez, en ocasiones el pescado llega con mala calidad o baja talla, y deben ofertarlos al mismo precio. “También nos enfrentamos a que no viene eviscerado, lo cual dificulta las ventas y corremos el riesgo de que el producto se nos eche a perder”, comenta.

En Cuba los precios para comercializar los productos en las pescaderías los establecen los Consejos de Administración Provincial, los cuales tienen en cuenta la demanda en cada uno de los territorios y el poder adquisitivo de la población. Paradójicamente, Ubalda Cle­men­tina Barea Cuesta, vecina y cliente asidua de la pescadería de 19 y 4, señala que si bien existe una variedad en la oferta, los precios aún no están acordes y son muy elevados. Criterio que sostiene el resto de los entrevistados en cada una de las entidades visitadas.

LAS HUELLAS DE LAS ILEGALIDADES

Una razón de peso, en la cual enfatizan los directivos y que sin duda guarda relación con el uso indiscriminado de las especies marinas, es el elevado número de personas, autorizadas o no, que operan en la plataforma.

En el 2008, rememora Juan José Menas Lorenzo, a la Dirección Pesquera le correspondió organizar a quienes actuaban de manera indebida sobre los recursos del mar. De ahí fue contratado un número significativo de embarcaciones comerciales privadas, las cuales agrupan a más de 18 mil 600 trabajadores. Este nú­mero es casi seis veces mayor al total de pescadores directos que laboran de forma estatal.

A dicha cifra, por demás abultada, se unen las más de 17 600 personas que realizan las mismas labores pero de manera deportiva y sobre quienes no tenemos ningún control, indica Menas Lorenzo.

Para estos últimos, el Decreto-Ley 164 establece las cantidades que pueden pescar “con destino al consumo personal o familiar, las cuales no podrán usarse con fines de lucro”. Sin embargo, no son pocos lo que, valiéndose de su licencia, incurren en la comercialización ilícit

Pero más allá de este volumen de personas “autorizadas” —apunta Juan José Menas—, la Oficina Nacional de Inspección Pesquera (ONIP) y las Tropas Guardafronteras tienen registradas poco más de 1 000 embarcaciones o artefactos navales, que constituyen una manifestación flagrante de ilegalidad.

Aunque las autoridades mantienen un seguimiento constante sobre tales hechos, la incidencia de la pesca furtiva —también involucra a quienes laboran de manera estatal y deportiva—, se mantiene elevada. Tén­gase en cuenta que los robos alcanzan aproximadamente el 20 % de las capturas, estima Ar­mando Posada, director de la División de Pesca.

De acuerdo con un informe de la ONIP, al cierre del 2013 se habían aplicado multas por valor de casi cuatro millones de pesos y los decomisos —solo de pescados— ascendieron a 119 toneladas. Hasta junio de este año ya habían sido confiscadas poco más de 54 toneladas y las multas superaban el millón y medio de pesos. Al parecer la Ley aún no es lo suficientemente severa.

Pero los perjuicios no se circunscriben al volumen que deja de llegar por los canales establecidos a la población, sino que abarcan la destrucción de artes de pesca, la violación de las etapas de veda y pueden incluso provocar serios daños a la salud.

Por desconocimiento quizás, o falta de es­crúpulos, algunas personas comercializan es­pecies tóxicas, lo cual implica una afectación grave. En la provincia de Cienfuegos, por ejemplo, resalta Juan José Menas, tuvimos un caso el año 2012. “De ahí la importancia de que la población conozca del peligro y eleve la percepción de riesgo, sin contar cuán fuerte deben ser las medidas con todos los infractores”, subraya.

No podemos pecar de ingenuos. Se conoce que ante la escasez de ofertas estatales, el cubano busca alternativas con el interés de obtener un menú variado. No obstante, ello no puede conducirnos a transgredir las reglas ni atentar contra la salud de los pobladores.

Aun cuando la pesca y su industria han sido afectadas por la situación económica del país, lo importante ahora es no continuar con las lamentaciones y actuar para recuperar la producción tal y como se establece en los lineamientos aprobados en el Sexto Congreso del Partido (213 y 214).

Quedan opciones por explotar para mitigar el déficit que hoy existe, sobre todo en la pesca de plataforma. El desarrollo de la acuicultura mediante un mejor aprovechamiento de los espejos de agua, el mejoramiento genético de las especies y la sustitución paulatina de los equipos para procesar las capturas, señalan solo el inicio del camino de la recuperación. Mucho empeño habrá que poner, de lo contrario el chiste del “pollo por pescado” de Pánfilo seguirá alimentando nuestros lunes.

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