Lorenzo Gonzalo* - Cubainformación.- Podrán llenarse páginas y ensayos sobre historias de la comunidad cubana emigrada y aun así pasará tiempo para entender todo el intrincado proceso que la ha convertido en una emigración atípica.
Primeramente para entenderla, es preciso reconocer, que los orígenes de su formación en términos de su importancia como conglomerado, se desarrolla en Estados Unidos.Otros miles de cubanos han emigrado a otras tierras. Hay concentraciones que a veces nos parecen poco creíbles, como es el caso de Islas Canarias, donde el consulado tiene registrados 18.000. Sin embargo el número existente en Estados Unidos, excede el millón de nacidos en Cuba. Se agregan además elementos de poder gubernamental, prensa y negocios con relativa estable coordinación.
Sin apelar a estadísticas oficiales, atendiendo exclusivamente a la cuota migratoria en vigor desde principios de los años 90 con Estados Unidos, la cual asciende a 20.000 anuales y multiplicamos esa cifra por los 20 años transcurridos desde entonces, el resultado es de 400.000 emigrados. Agreguémosle además un promedio conservador de 3000 salidos cada año ilegalmente y tendremos y tendríamos que agregar otros 60.000.
Por el puerto del Mariel en 1980 emigraron 120.000 y anteriormente, entre prisioneros por acciones contra el Estado, sus familiares y otros, emigraron unos 30.000 más, tras un convenio surgido en épocas del Presidente Jimmy Carter. La cifra de salidas en la década de 1980 al 1990, entre ilegales y algunos legales, sobrepasó los cien mil. Sumando este número a los 500.000 aproximados que salieron de la Isla, primero por la playa de Camarioca en Matanzas, a continuación por los llamados “vuelos de la libertad”, más todos los ilegales que emigraron entre 1965 y 1978, la cifra excede con creces el millón.
Cuba no es el país del mundo que más emigra a Estados Unidos. India la sobrepasa ampliamente, así como una decena de países latinoamericanos. Pero la concentración de esa emigración en la ciudad de Miami, seguida por New Jersey, ha convertido a esa emigración, en un conjunto humano con territorio.
La utilización de gente destacada en ese grupo por Estados Unidos, tal y como hemos venido detallando en otros momentos, le otorgó a ese conjunto de emigrados, una gran importancia jerárquica y favoreció la creación de un protagonismo que la alejó del resto de las emigraciones. No solamente alcanzó importancia en sí misma, sino que los emigrados latinoamericanos, sucesivamente han tenido que pasar por la emigración cubana para consolidarse en ese territorio. Este paso obligado no se debe solamente a la cohesión económica alcanzada por esa mini – sociedad, sino al poder político y al rol beligerante en contra del Estado y el gobierno de Cuba. Ese rol la ha hecho acreedora y depositaria de la lucha contra las tendencias sociales latinoamericanas que proponen reformar y posteriormente cambiar el orden infraestructural y político en el Sur del Continente. De aquí que los emigrados que llegan de otros países, ya sea por razones económicas o con propósitos de atentar contra sus respectivos gobierno se pliegan o se unen a ese “Poder cubano”.
Para el Poder factual estadounidense, las dirigencias políticas fanáticas, constituidas por los cubanos de derecha, constituyen el mejor apoyo, para el trabajo contrarrevolucionario en Latinoamérica.
Si agregamos a lo mencionado con anterioridad, el rol jugado por esta población atípica, en estimular la desestabilización de la gestión del gobierno revolucionario, a favor de consolidar la formación de un Estado orientado socialmente, entenderíamos que constituye un punto de referencia y de obligada consideración, para el gobierno de la Isla. Puede ser desconsiderada como factor de negociación, pero no puede ser desconocida y mucho menos minimizada.
Dentro de esta amalgama, también debemos agregar que los cambios ocurridos a raíz del desmerengamiento de la URSS, han despertado en muchos emigrados, un afán de participar en la consolidación y creación de un nuevo Estado. Este nuevo ingrediente, esencial y positivo, tanto para agregar a la pluralidad del debate, como para reforzar las bases de apoyo requeridas por el proceso, es para muchos un punto luminoso, y para ciertos sectores dominantes dentro de Cuba un punto gris.
Cuando mencionábamos las posibles razones del triunfo de una tendencia reaccionaria y decimonónica en las recientes elecciones de Miami planteábamos tres posibles razones: el sentimentalismo que causa en tierra ajena observar que un coterráneo adquiere un triunfo cualquiera; bajo porcentaje de cubanos inscritos para votar; o identificación con la agenda beligerante de los grupos radicales, implícitamente defendida por los ganadores.
Entre la nostalgia, la apatía o la guerra, yo me inclino a pensar que votó la apatía.
Pero esta no esta representada concreta y únicamente en los que no votaron o no se han inscrito para votar. Las causales se relacionan en gran medida, con el cansancio que significa para esos cientos de miles de emigrados cubanos que viajan habitualmente a su país, contemplar el pasar de los años sin que sus esfuerzos traigan cambios sustanciales en las regulaciones migratorias cubanas.
En estas elecciones no solamente cuentan quienes no votaron porque no estaban inscritos, sino aquellos que estándolo no lo hicieron, porque carecen de esperanzas en cuanto a un cambio que les restituya los derechos mínimos que todo emigrado tiene o lo hicieron por quien no debían, porque les despertaban simpatías porque se trataba de candidatos cubanos.
El desencadenante para una reacción en masa, frente al pequeño grupo que conspira para derribar al gobierno cubano, no se resuelve solamente con una inscripción en masa, sino con la continuación de los contactos con los emigrados, orientados a soluciones concretas de sus inquietudes y requerimientos. Mientras no haya resultados claros en los beneficios que puedan alcanzarse, votando por uno u otro candidato, la respuesta seguirá siendo pobre.
Reunirse con autoridades cubanas para apoyar agendas gubernamentales, condenando el Bloqueo y las agresiones solapadas que dificultan el buen desenvolvimiento de los planes, intentos, aciertos y errores de las políticas de Estado, tiene un carácter demasiado unilateral. Especialmente cuando quienes se identifican con esa problemática confrontan problemas y son víctimas de políticas migratorias inadecuadas que responden a otras épocas. Los emigrados en este caso, aun cuando la mayoría son proclives a las mejores relaciones con su país, tienen asuntos pendientes, que quizás se mencionan a nivel de pasillo en esas reuniones, pero no se llevan al sentir público, con puntualidad, realismo y moderación.
La apatía jugó un gran papel en el triunfo de la derecha fanática y enemiga de Cuba en estas últimas elecciones. Es bueno aclarar que hay derechas que conciben la coexistencia. China y Vietnam son buenos ejemplos. Entre los cubanos emigrados también los hay.
Para romper totalmente la apatía política de los emigrados cubanos, es necesario cumplir con esa frase popular que dice: “para bailar hacen falta dos”.
No se trata de algo condicionante. No haber votado o no haberse inscrito, no es un castigo o una reacción contra Cuba y ni siquiera contra su gobierno, es simplemente una reacción apática.
Mientras los elegidos en Estados Unidos enarbolen agendas contra Cuba, todos los cubanos estarán afectados. Sin embargo, acciones electorales efectivas por parte de esos emigrados no serán factibles, si no existen resultados concretos visibles, que compensen su conducta.
Los niños creen en la promesa del caramelo cuando han visto el paquete de los dulces en la alacena. Mientras tanto es simplemente un cuento.
No es hora solamente de políticas puntuales, discursos y promesas. Se requiere agresividad y acción.
A la derecha rabiosa de Miami se le puede cortar el piso. Es fácil. Es cuestión de comenzar a implementar regulaciones y políticas concretas que demuestren que los emigrados no son gente castigada, sino simplemente emigrados, porque ese conjunto humano siente y actúa de esa manera.
En Estados Unidos, en Europa, África, donde quiera que se encuentren, se sienten emigrados, pero falsos valladares les impiden ver esa realidad.
*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en los EEUU y subdirector de Radio Miami. (www.radio-miami.com)