Por Lorenzo Gonzalo* / Foto Virgilio PONCE - Martianos-Hermes-Cubainformación.- Recientemente hubo elecciones en la ciudad de Hialeah, perteneciente al Condado Miami-Dade, ubicado en el Estado de La Florida.


 

Los escándalos alrededor de estas elecciones han sido los mismos que ocurren siempre en los procesos electorales de Estados Unidos y reflejan las dificultades que presenta el sistema electoral de partidos, para una participación ciudadana que finalmente no quede transformada en un circo.

Unas elecciones suponen ser uno de los vehículos a través del cual la ciudadanía participa en la solución de sus problemas. Uno de ellos es que los fondos públicos, provenientes de las comunidades, se utilicen racionalmente y sobre todo no desaparezcan por manipulaciones corruptas.

Pero no se justifican elecciones, sin una discusión de las actualidades comunitarias con la participación de quienes viven en ellas. La manera de hacerlo puede ser muy variada y no tendría que excluir a organizaciones políticas siempre y cuando, estas no sean las aspirantes al cargo. Tampoco aplicaría la presencia de organizaciones semejantes, aun en el caso de que los elegidos gobernaran luego al margen de las mismas, como supone ser en Estados Unidos, donde no se elige a los partidos sino a sus candidatos.

Lo anterior es difícil de precisar y se presta a confusiones y violaciones que son palpables en el interminable proceso electoral en el cual ha devenido la gobernación estatal.

George Washington, al igual que los demás fundadores de la nación llamada Los Estados Unidos de América, tenía claro el peligro de los partidos. De aquí que dijera al respecto en su discurso de despedida:

“Todo lo que impide la ejecución de las leyes, todas las combinaciones y asociaciones bajo cualquier motivo plausible con designio de turbar, oponerse, violentar las regulares deliberaciones de las autoridades constituidas, son destructivas de los principios fundamentales, y de una tendencia peligrosa. Ellas dan nacimiento a las facciones, y les prestan una fuerza extraordinaria. Ellas colocan en lugar de la voluntad delegada de la nación la voluntad de un partido, y las miras pequeñas y artificiosas de unos pocos, y siguiendo los alternativos triunfos de las facciones diferentes, dirigen la administración pública por mal concertados e intempestivos proyectos, no por planes consistentes y saludables, dirigidos por consejos comunes, y modificados por intereses recíprocos”.

Los problemas resultantes de las facciones que crearon los partidos políticos y finalmente el engendro de los dos grandes “contendientes” que, como manera obvia de marcar la división preconizada por Washington se convirtiera en Dos Grandes Partidos, lo palpamos en las crisis que a diario nos perturban la existencia y perjudican nuestros particulares estilos de vida.

Las discusiones al uso en los locales municipales, no solucionan los requerimientos de una real democracia. Las “puertas abiertas” de esos locales, donde a penas cien personas pueden reunirse, no representan un vehículo apropiado para debatir el camino general de las posibles soluciones requeridas por las comunidades. En realidad, este procedimiento al uso, aviva la división partidaria, porque a estas reuniones no asisten los ciudadanos comunes. No significa esto que estimemos posible que toda la ciudadanía se va a interesar por participar, pero la restricción de espacio y la poca cobertura recibida para esos supuestos debates, no alienta la participación masiva. Sobre todo no ayuda a la educación ciudadana, para que busquen ellos mismo cómo reducir la autoridad del gobierno en la solución de sus problemas, participando en la búsqueda de estos con propuestas varias que solamente nacen de quienes los padecen. Para esto hace falta más de un local municipal, y como eso no es factible, se requeriría una reforma total del procedimiento electoral y partidista.

Los presupuestos de Hialeah como el de las demás ciudades crecen. Nunca se equilibran en un punto o se reducen. Los impuestos a las propiedades cuando sus valores aumentan, también aumentan y al final quienes reciben estos aumentos son una multitud de compañías que cada vez cobran más por sus servicios de mantenimiento y construcción y también la masa de burócratas que reciben salarios capaces de ruborizar a los más eficientes empresarios de las mayores corporaciones.

Hialeah ha ido de un escándalo a otro por el oscuro manejo de sus finanzas.

Los alcaldes que se disputaron la contienda fueron Carlos Hernández y Raúl Martínez quien ocupó ese cargo durante más de veinte años y ahora vuelve a aspirar. De los dos, éste último tiene mejor recordación porque resolvió gran cantidad de problemas, entre ellos la atención de los ancianos y los retirados y las grandes ineficiencias del drenaje público que aquejaba a la ciudad, al margen de que terminó su último período dejando un superávit en el presupuesto.

Pero como el asunto no se refiere a quién es mejor o peor sino quién convence a los pocos electores dispuestos a votar y qué procedimientos se aplican, al margen de su legitimidad para ganar el certamen, el resultado final se ve plagado de irregularidades.

El bochorno en esta ocasión es un hecho repetido durante muchos años y que ha sido manipulado desgraciadamente por un grupo de cubanos de origen que se han dedicado a sostener a capa y espada el poder político de la ciudad y han querido convertir las elecciones estadounidenses en un partido de oposición al gobierno cubano. Parece surrealista pero es así de fantasioso, aunque en la realidad constituya un peligro y un bochorno sin nombre.

Estas personas, en su mayoría de origen cubano, con ayuda de otros de diferentes nacionalidades, entrenados debidamente por ellos, llevan a votar a personas mayores, muchas de ellas incapacitadas hasta el punto de la vergüenza, como el caso reciente en estas últimas elecciones, donde a un anciano se le cayeron los pantalones y quedó en pañales frente a los desconcertados votantes que estaban en la sala.

La trampa consiste en que esas personas se presentan en los centro de ancianos con un ómnibus y “cargan” con ellos como si fueran mercadería. Previamente, los mismos han sido instruidos de cómo deben votar por algunos miembros del personal interno de esos centros, quienes reciben algunos privilegios por su cooperación en la trampa.

Quienes asistimos habitualmente a las casas de ancianos, y hablamos con ellos en los pasillos, sabemos que son influenciables, sobre todo por quienes de algún modo los atienden todos los días. Son personas con mucho miedo y temen perder lo poco que las circunstancias le ofrecen a sus vidas.

Bochorno de elecciones que se repiten desde hace muchos años.

Lo triste es que quienes se prestan a esto, representan a personas que pretenden llevar, según ellos, “la democracia a Cuba”.

Nos parece mejor que Cuba continúe por el camino de llegar a la democracia por sí sola. Quizás mientras más se demore, mejores oportunidades de que el sueño quede realizado con una ventana permanente al futuro y sobre todo para que hayan desaparecido totalmente de la memoria, tácticas y métodos que nada tienen que ver con un Estado serio.

 

*Lorenzo Gonzalo periodista cubano residente en los EE.UU. y subdirector de Radio Miami

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