Por Lázaro Fariñas* /Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.-   Tenía un amigo en Miami que era comentarista radial, tenía programas de entrevistas y comentarios en esta ciudad.  Hace unos años falleció.  Se llamaba Álvaro Sánchez Cifuentes.  Álvaro defendía a Cuba a capa y espada y atacaba la ultraderecha cubanoamericana con todo el sarcasmo y habilidad intelectual que muy pocos se pueden imaginar. Siempre es bueno recordar a un buen compatriota, a un buen amigo.  Pertenecía a las milicias revolucionarias en la época de la invasión de Playa Girón.  Allí combatió contra los invasores. De vez en cuando, yo asistía a sus programas, solo para reírme de la derecha cubanoamericana, ya que nunca me ha gustado participar en programas dirigidos por personas de mi misma opinión.  Prefiero el debate y la discusión.


Álvaro, desde su tribuna, los relajeaba, les ponía apodos y se reía de las torpezas de esos personajes trágico cómicos del teatro vernáculo que es el llamado Exilio Cubano de Miami. Cuando todos auguraban su fracaso en la radio, Álvaro decía que él estaba triunfando "a pesar de los agoreros".

Los que auguraban su fracaso afirmaban que sus agudos comentarios solo iban a durar unos días. A pesar de los agoreros y con toda la ultraderecha criolla enfocándole los cañones, Álvaro permanecía en el aire.  Contó, hasta que falleció, con un micrófono para decir sus verdades, para defender a Cuba y para atacar a los enemigos de su patria.

Álvaro Sánchez Cifuentes fue un hombre que amó a su pueblo en la distancia y aunque la mayor parte de ese pueblo no lo llegó a conocer, él sí conocía a ese pueblo, y no solamente lo conocía, sino que lo defendía valiente y vehementemente.

Cuando a finales del siglo pasado, el Muro de Berlín se cayó, y la Unión Soviética desapareció del mapa, en el mundo, en general, estaban contando los días que faltaban para la caída de la Revolución cubana.  Ya no se hablaba de si el socialismo iba a desaparecer o no en Cuba, sino cuánto faltaba para que eso sucediera.  Hasta apuestas salieron en Las Vegas para adivinar la fecha.  Por supuesto, el mayor júbilo lo tenía la ultraderecha cubanoamericana.  Algunos, hasta bajaron las maletas y las empezaron a llenar de ropa, me imagino que, poco a poco, volvieron a guardarlas en sus escaparates, armarios o closets al ver que sus augurios no se materializaban.

Durante todo el llamado "período especial", los llamados cubanólogos y economistas de la ultraderecha realizaban conferencias y escribían mamotretos en donde se afirmaba que no había momento fijo para que el sistema socialista implantado en Cuba se viniera abajo. "El desplome es inminente", declaraban los agoreros miamenses.  Es verdad que, si no es por la capacidad de resistencia que tiene el pueblo cubano y la férrea voluntad de la dirigencia cubana, en especial la de su líder histórico, Fidel Castro, hubiese sido imposible evitar el desplome.

Después vino la enfermedad de Fidel y los agoreros volvieron a la carga.  Salieron a la calle a dar gritos de júbilo y alegría.  Ya se veían en La Habana paseando por el Prado, como en la época de los carnavales, y de la revolución no iba a quedar nada, según ellos, volvía a ser inminente el derrumbe.  Pero los agoreros del desastre se volvieron a equivocar.

Saco a colación todo esto, ya que acabo de llegar de La Habana, una Habana que cambia constantemente y que poco a poco, como el ave fénix, esta rápidamente saliendo de sus cenizas.  Ni el desmoronamiento de la URSS, que trajo consigo la pérdida del 80 por ciento del mercado cubano y el subsiguiente período especial, ni la enfermedad de su líder histórico, han logrado la destrucción de la Revolución cubana, ni han llevado al cambio del sistema.  Muy al contrario, la Cuba de hoy está cambiando, pero no para acabar el sistema, sino para mejorarlo.  Todo hace indicar que las medidas que se están tomando en la economía cubana están dando los resultados positivos que se esperaban. Si a algún desquiciado o payaso de aquí le dio por bajar las maletas otra vez cuando Fidel se enfermó, le aconsejo no que las vuelva a guardar sino que las bote en la basura, porque la Cuba que estoy viendo, cada vez que a ella voy, no solo no se desploma sino que avanza en la dirección correcta.  Como decía Sánchez Cifuentes, Cuba sale del hueco a pesar de los agoreros.

* Lázaro Fariñas periodista cubano residente en EE.UU.

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