Amilkar Pérez  - Cartas Desde Cuba, tomado de Granma.- La pregunta es una transfusión de hormigas y agua hirviendo que me estalla en las arterias. Me inflama. -Respiro- aunque nadie me haya enseñado cómo hacerlo- Y es tan larga y jodida está respiración, que sé que voy a exhalar un huracán. -Respondo- ¿Asere, cuando saliste del útero de tu madre, estabas huyendo? ¿De qué? – Mi tono no es de monaguillo.


Él lo sabe. Por la subida a rojo de los blancos en mi rostro.Porque el estreno en sus oídos de un asere, no huele a incienso de domingo- ¿Tú puedes explicarme cómo huye uno de su Patria? ¿Qué tipo de hemolinfa tiene en las venas el que huye de su Patria? Y te aclaro, de la Patria. Porque una cosa es alejarte de ciertas criaturas y miserias, y otra, críticamente diferente, es huir de tu Patria. -Y Él que persiste en la pregunta – Mira asere – ya este huele más a cuero de tambor-.

Por la forma en que me río, metabolizo, y le digo a los mandones, y a los que se disfrazan de Mesías para luego bombardearnos, que son unos singaos, por como extraño el negro de mis socios de la infancia, por oler hasta la diferencia del azul que visten otros mares cuando pienso en la desnudez transparente de los míos, por cómo me jode el hambre de mis hambrientos, y los tuyos, o me baila el pecho en cada verso de Guillén, por como me espanta pesadillas el Drume Negrita de la sonrisa del Bola; yo no hui, ni huiré nunca de Cuba.

Por mi manía de pedirle al chofer que abra fuera de parada, por colgar y llamar yo cuando el número tiene muchos dígitos, porque no me sale de los timbales que nadie venga a hablarme de mis muertos, ni mucho menos de mis vivos, porque a mí no me va a acribillar el pecho la nostalgia, por la manera en que sudo cuando suenan los Van Van, deliro cuando canta Pablo, y hasta por la libertad con que me pongo el sombrero irreverente de Qva Libre, yo no hui, ni huiré nunca de Cuba.

Por negarme a que la tecnología sustituya la temperatura de mi mano para que una anciana baje sin problemas de la guagua, sí, leíste bien, de una guagua, por mis viejos, los de mis amigos, por mis amigos mismos, que tampoco huyeron, por mi primer y único jonrón con bases llenas, porque yo también sé mandar a guardar ese documento y después comerme sin lavar un par de mangos verdes; porque no soy tan pendejo para cometer ese suicidio; yo no hui, ni huiré nunca de Cuba. Yo, soy Cuba. Por eso nunca estoy lejos de casa. Y ahora que me dejen sin arterias el agua y las hormigas…

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