Mujeres.- La vida de de Delfina Caraballo González ha estado unida estrechamente al mundo de la educación especial en Cuba, desde 1970. Durante cuatro décadas ha vivido de cerca las alegrías y angustias de miles de niñas y niños ciegos y débiles visuales, ha experimentado como suyas las preocupaciones de sus padres y familiares, y ha sentido enorme impotencia cuando no ha estado en sus manos la ayuda que unos y otros necesitan; no porque no se las quieran dar, sino porque “no se puede”.


“El trabajo con los niños ciegos y débiles visuales es bastante complejo; ellos tienen necesidades educativas especiales, requieren de medios especiales”, ha dicho, mientras pasaban por su mente las máquinas Braille, las regletas especiales, las ayudas ópticas, el papel especial para la confección de los libros, cuadernos y libretas, o el equipamiento computarizado con características especiales.

Esos posiblemente sean los objetos materiales más valiosas para las personas invidentes, con los que intentan apresar el mundo infinito que les rodea.

Pero no son los únicos. Para seguir creciéndose en el mundo de las sombras, las niñas y los niños ciegos necesitan una mano firme que les guíe, les enseñe su propio idioma y escritura, los enlace con el conocimiento y enriquecimiento personal. “La preparación de los profesionales para trabajar en este tipo de enseñanza es más cara que en otras áreas de la educación. El costo anual aproximado de la educación de un niño ciego es de 3.500 USD”, contó la profesora Delfina en una comparecencia pública.

Desde Cuba se han ido a formar al extranjero muchos especialistas en esta área, como la propia Delfina. Otros tantos se han ido preparando en la isla. Eso ha permitido que, de una sola escuela de ese tipo, fundada en 1926, entre 1973 y 1989 se hayan podido crear 14 escuelas especiales en todo el país.

Muy cerca está en Estados Unidos, considerado el país más desarrollado en la producción de medios especiales de enseñanza para ciegos, experiencia y dominio de sus técnicas. Pero ese mercado está vedado para Cuba, por cuenta del bloqueo establecido por la nación norteña.

Una máquina Braille, por ejemplo, cuesta 850 dólares en el mercado estadounidense, pero Cuba debe adquirirla a precios más elevados en Europa. Algunos medios, como el papel Braillón que se emplea en la elaboración de libros y láminas de relieve, solo se producen allí.

Delfina habla con frecuencia de experiencias muy tristes que ha vivido, personalmente; nadie se las ha contado. Hay niños y niñas con una agudeza visual de 0,1. Les bastaría una ayuda óptica para funcionar como videntes e incorporarse a la vida activamente. “Sin embargo, no les podemos proporcionar la ayuda óptica como quisiéramos y siguen siendo niños limitados”, lamenta Delfina.

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