Logbona Olukonee / Foto Logbona Olukonee - Negra Cubana Tenía que Ser.- Hace alrededor de 7 años salí del closet, estaba en la universidad estudiando Historia y recuerdo que encontrar un bar gay era toda una vorágine. Mis amigos y yo recorríamos las calles del Vedado y la Habana Vieja en busca de las famosas Fiestas de Lila, que eran ilegales, y otros centros nocturnos para personas gays.


Sin embargo, las cosas han cambiado mucho desde aquella fecha hasta ahora. Existen más espacios gays, muchísimos más y generalmente son más caros que el resto de las clubes y discotecas. Estoy pensando en el Bar Humbolt, en las Vegas, el proyecto el Divino, Le Chansonier, Escaleras al Cielo (la noche gay son los viernes), las noches de los viernes en el Hechevarria, el Colmao. Todos son legales algunos son más caros que otros, pero tienen en común que la mayor parte de población que asiste es el universo gay masculino y mujeres trans.

El CENESEX le ha dedicado una extensa parte de su labor preventiva a la educación sexual entre los hombres gays y trabaja fuertemente con la comunidad trans, principalmente aquellas personas que nacieron con la asignación de género masculino. Como parte de su agenda de trabajo La revista “Sexología” publicada por el CENESEX, posee innumerables artículos y reseñas sobre el mundo gay masculino y la transexualidad, temas sobre el VIH entre otros.

Unos de los mayores logros de este centro y de la fuerza de la sociedad civil cubana ha sido la socialización y la visibilización gay en los espacios públicos, entre los que se destaca la playa “Mi Cayito”, internacionalmente reconocida por la concurrida presencia gay, trans y lésbico. Esta playa que desde los años 90’ del siglo XX ha ido progresivamente convirtiéndose en el espacio de la comunidad LGTB en la zona de playa de la Habana y de Cuba. Tanto así que el CENESEX realiza a menudo campañas de prevención de VIH y recuerdo que la campaña de sensibilización, promoción de salud y visibilización gay en esta playa por el inicio del verano en el 2010.

Finalmente otro gran espacio es el malecón, el cual sin duda el único lugar que no hay que pagar nada para estar ahí.

Los espacios de socialización y recreación para los gays son numerosos, existen bares todas las noches, y fiestas todos los días. Proyectos como el Divino han logrado ocupar clubes y discos estatales de primer nivel como el Café Cantante en el Teatro Nacional y el miércoles en el Centro Vasco. El proyecto Olimpo estuvo un tiempo haciendo noches gays en el club del Hotel Colina y en el Hotel Lincoln. Tampoco los policías echan de la playa Mi Cayito a la gente LGTBQ.

En cierta medida nuestra sociedad y nuestro gobierno están cambiando su mentalidad en relación a la comunidad LGTBQ. Es indudable el papel del CENESEX en la lucha por el disfrute que, como ciudadanos cubanos tenemos a todos los espacios, a la reasignación de sexo y género, al fin de la homofobia y derechos legales.

Y los espacios para lesbianas…

No obstante parece existir una brecha entre el mundo gay y lésbico en Cuba. Las lesbianas, mujeres queer, bisexuales, hombres trans se encuentran en una mayor invisibilización que los hombres no-heteronormativos.

En los últimos 4 años puede verse en las calles de la Habana un incremento de mujeres que están transformando su estética hacia patrones considerados masculinos. He conocido personas que se reconocen con nombres masculinos como Prince Royce; lesbianas que son seguridad en algunos bares gays, que destacan por su presencia masculina. Lo cual es una muestra evidente de una ruptura con los estereotipos tradicionales de lo que es considerado “mujer” y “femenino” en la Habana, principalmente por personas con una asignación de género femenino pero que presentan una identidad masculina, jóvenes y afrodescendientes, a las cuales se les reconoce en el imaginario popular como “lesbianas fuertes”, “bomberitos”, entre otras denominaciones.

A pesar del gran aumento de personas con nuevas identidades sexuales, principalmente en los barrios más pobres y en las comunidades con una mayoría afrodescendiente, los espacios de socialización para las lesbianas, mujeres bisexuales, queer, trans siguen siendo una minoría.

El CENESEX tiene un grupo de mujeres lesbianas y bisexuales activistas llamado OREMI, el cual parece estar reponiéndose de los largos períodos de silencio y discrepancias internas. ¿Más allá de este grupo, donde se reúnen las lesbianas en Cuba?

¿Qué pasó con los espacios de socialización para las lesbianas, mujeres queer y las personas trans que nacieron con una asignación de género femenino?

En el 2012 acudí en varias ocasiones al Club “Sherezada”, el cual tenía una noche sólo para chicas los jueves. Este espacio funcionó algo más de un año y a fines del 2013 cerró. Luego fui una vez a la Casona de 17, donde se había trasladado el proyecto Viceversa, el cual en su mayoría hace las fiestas para lesbianas, pero este también cerró. Finalmente mis amigos y yo fuimos al Club los Violines hace un mes, dirigido igualmente por el Proyecto Viceverse, y este lugar cerró dos semanas atrás.

Recientemente he recibido promociones de otro proyecto Reverse, que está tomando auge entre el mundo queer femenino y lésbico en la Habana y aunque se realiza en diferentes bares y discotecas, todavía funciona cada semana por más de tres meses.

He oído frecuentemente comentarios como: “la fiesta de lesbianas no da dinero porque van muy pocas”, “la mayor parte de las fiestas de lesbianas va gente del bajo mundo y hay tremendo mal ambiente”. Frases como estas reflejan la gran misoginia y lesbofobia que impera en la mentalidad de nuestra sociedad.

Recuerdo que me encantaba el Sherezada porque predominaban mujeres lesbianas, bisexuales, negras y mestizas, las llamadas “fuertes”, “femeninas”. Fue un lugar donde comenzó a gestarse una comunidad que luego ha seguido reuniéndose en otros espacios y crearon un juego de pelota los domingos en el Complejo Deportivo José Martí que se encuentra en Malecón y G, en el Vedado.

Aunque voy poco y no se jugar pelota, me encanta este espacio porque refleja formas muy creativas de organización autónoma de rebeldía lésbica. Con este juego han logrado crear una red de mujeres lesbianas, bisexuales, hombres trans que comparten preocupaciones, experiencias, se divierten, fortalecen sus lazos de amistad y cooperación entre ellas.

Sin embargo para muchos El Sherezada y los Violines eran bares de “tortilleras fulas, problemáticas y marginales”. La mayoría de las mujeres que allí concurrían venían de la Habana Vieja, Marianao, San Miguel del Padrón y otros barrios pobres de la Habana.

Muchas de las mujeres que acudían no son profesionales, ni universitarias, viven del invento, de sus propios negocios, autónomas y sus fuentes de ingreso no dependen de tener un esposo, padre, ni jefe, por lo tanto sus actitudes ante la masculinidad hegemónica no es sumisa ni coqueta. Esto genera rechazo entre muchas personas heteronormativas y homonormativas lo cual aumenta el rechazo hacia las lesbianas y a sus espacios de socialización.

Frases tan racistas, lesbofobicas y trasnfobicas las anteriormente expuestas tienen un sustrato en la estructura ideológica sobre la cual se construido nuestros imaginarios. En nuestro país predomina una mentalidad de clase media blanqueada y muy heteronormada, que influye de manera vertical en la población afrodescendiente y queer que sigue siendo refrendada por los medios de difusión masiva, la televisión, el reguetón, la salsa.(1)

La feminidad ha sido construida a partir de los intereses de los hombres y reforzada por los posturas machistas de algunos discursos de la Revolución. En donde es costumbre que las mujeres sacrifiquemos nuestras vidas en pos de la moral de la familia, de la crianza de nuestros hijos, sobrinos y nietos. Igualmente las feminidades han sido construidas culturalmente para ser las acompañantes de los hombres, las madres, siempre en una posición de dependencia con relación al hombre.

Es cierto, muchas lesbianas no tienen dinero para ir a las fiestas y esa es la justificación más generalizada cuando cierran los pocos espacios lésbicos que existen. ¿Pero alguien se ha preguntado por qué muchas de las lesbianas no tienen el cover (generalmente entre 1 a 3 cuc) de entrada a esos centros nocturnos?

Mi objetivo no es definir este fenómeno sino, abrir los ojos a nuestra comunidad de una realidad que va mucho más allá de la simpleza de esa respuesta.

¿Me pregunto si las instancias institucionales que apoyan estos proyectos han investigado esta problemática? ¿Si nosotras mismas las personas queer hemos pensado sobre esto y compartido nuestras preocupaciones entre nuestras amistades, tanto lesbianas como hombres gays? ¿Alguien habrá hecho algo para resolver esto? ¿Por qué me ha tomado tanto tiempo darme cuenta que ser lesbiana es un acto de resistencia política contra el heteropatriarcado capitalista?

En la comunidad LGTBQI quienes tienen mayores y mejores posibilidades al acceso a las divisas son los hombres gays; principalmente por el progresivo aumento de turistas gays a Cuba y el incremento de la prostitución masculina. Junto a ello, la división sexual de trabajo en el Caribe y en Cuba ubica a los hombres en una posición privilegiada. De esta forma el acceso a los trabajos mejor remunerados, a los medios de producción, a los espacios públicos donde se puede “inventar”, negociar, forma parte de la cultura masculina. (2)

Las lesbianas, hemos sido criadas dentro de una cultura misógina, en la cual se nos instruye a cumplir con las funciones tradicionales de la mujer dentro de la familia, como madre, tía, abuela, hermana, que vela y cuida al hogar y los miembros de este. (3) Esto complica nuestra disponibilidad de gastar nuestras dinero en discotecas que cobran cuc cuando “tenemos deberes familiares que costear”, como el sostenimiento de nuestro hogar, nuestros hijos (a), sobrinos (a), y demás familiares.

El hecho de vivir públicamente como mujer, lesbiana, afro-descendiente, pobre, con una presentación de género no-heteronormativa encarece aún más nuestra posición en el mercado laboral que resume a las posibilidades de empleo de las mujeres a aquellos empleos que pueden verse como una extensión de las tareas del hogar como la educación, la atención a los enfermos y mayores y el trabajo doméstico.

La estructura misógina y lésbofobica de nuestra sociedad dificulta mucho que podamos encontrar trabajos que permitan nuestra autonomía del hombre y del pater de familia, tanto para aquellas que no nos vestimos como mujeres y que tampoco nos reconocemos como tal como las que tienen una presentación de género más femenina.

Una parte importante de la población “femenina” no heterosexual que vive fuera del closet, no tenemos familia en el extranjero que nos mande remesas; ni Cuba es un destino para el turismo lésbico con el cual nos podamos relacionar. Un sinnúmero de nosotres (4) no trabajamos en corporaciones, ni somos abogadas y profesoras universitarias.

Una gran mayoría de mis amigas no pudieron terminar estudios por el repudio homofóbico impera todavía en los centros de enseñanza tanto por parte de los estudiantes, como por parte de los trabajadores y profesores en las escuelas primaria. Otras han sufrido abusos desde niñas, han convivido con la violencia en todas sus facetas, han sido echadas de sus hogares y están trabajando desde que tienen 13 años. Hay otras que no resuelven trabajo en el esfera estatal por su estética masculina, o andrógina.

Es un deber del estado gestionar espacios para todos sus ciudadanos, pero también es un deber de nosotras y nosotres de buscar y crear los nuestros. A fines de febrero luego de la celebración de nuestro Motivito Queer, un grupo de amigos queers fuimos a Viqui’s Bar, que dentro del universo no-heteronormativo y lésbico estuvo siendo socializado como un bar de lesbianas, también porque según me informaron las dueñas son una pareja de mujeres lesbianas.

Este espacio se convirtió por unos meses en el lugar donde muchas lesbianas, mujeres queers íbamos a tomarnos unos tragos, charlar, bailar, relacionarnos, buscar compañeras sin la presencia de la mirada misógina heteropatriarcal. De ahí que le propusimos a la dueña hacer fiestas y conciertos durante la jornada de La Lucha Contra la Homofobia en mayo. ¿Y cuál fue nuestra sorpresa, cuando fuimos al local hablar para hacer otro capítulo del Motivito, esta vez MotivitoLes?

Hablamos con la dueña y los dependientes del bar, quien nos respondieron que ella no quería promocionar el lugar como un bar de lesbianas, solamente los domingos, y que ese era un bar para “gente normal” (cito textualmente). Mis sueños se derrumbaron por un momento, y al siguiente me pregunte ¿si yo era una persona anormal?

En muchos países las lesbianas se reúnen en colectivas, organizaciones, se ayudan mutuamente, generan espacios autónomos y se apoyan de manera económica. La fuerza de los movimientos lésbicos, de las feministas queer y lesbianas es muy grande en el mundo entero y también en América Latina. ¿Dónde están las feministas lesbianas y queer autónomas en Cuba? Como ciudadanos también tenemos que aprender a exigir nuestros derechos como sujetos sexuados y luchar por nuestros espacios.

Es necesario generar pensamientos feministas lésbicos y queer en Cuba, que empodere a las mujeres y las personas trans en relación a crear nuestras comunidades, ayudarnos, apoyarnos y generar culturas de solidaridad y recreación entre nosotres. Si no existen espacios ni destinos turísticos paras las lesbianas en Cuba, ya es tiempo de crearlos.

Notas:

(1) En este sentido simplemente tenemos que prestar atención la música popular. Recuerdo hace dos semanas tuve que hacer un viaje desde la Habana hasta Baracoa, en taxi de 10 pesos. En mi viaje las pocas veces que presté atención a la música que estaba puesta en el taxi, una de ellas se refería a “aquí hay una pila de chicharritas, aquí a una pila d chicharrones, una pila de mariquitas y mari…”. Este es uno de los numerosos ejemplos de las frases homofóbicas con los cuales diariamente convivimos.

(2) Jaffary Allen. 2011. !Venceremos? The erotics of black self-making in Cuba.

(3) Maria Lugones. 1987. Playfulness, “World” Travelling and Loving Perception. En: Hypatia.

(4) La utilización del término nosotres, todes, la oí por primera vez en español en las canciones de Las Krudas y en conversaciones con ellas. Es una variación del lenguaje para reconocer a las personas que no queremos ser reconocidas ni como mujeres ni hombres, que preferimos alejarnos de cualquier construcción genérica tradicionalmente impuesta.

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