Granma.- Vestidas de verde olivo, luego de haber concluido un periodo trascendental en sus vidas y ratificar el sentir común en el juramento, encontramos a Yanet González Tamayo y Evelín Martínez López en una unidad militar de la provincia, justo el día en que terminaban la previa (etapa de preparación militar básica), tras varias jornadas que ya ocupan un lugar especial para ellas.

Vestidas de verde olivo, luego de haber concluido un periodo trascendental en sus vidas y ratificar el sentir común en el juramento, encontramos a Yanet González Tamayo y Evelín Martínez López en una unidad militar de la provincia, justo el día en que terminaban la previa (etapa de preparación militar básica), tras varias jornadas que ya ocupan un lugar especial para ellas.

Ambas sobresalían entre los tantos muchachos que también finalizaban esta etapa, más allá de su condición de féminas, por la confianza depositada en la valía y capacidad de las mujeres.

A los 18 años, estas jóvenes han dado un paso que consideran de gran relevancia para su desarrollo profesional, al ser de las que deciden incorporarse al Servicio Militar Voluntario Femenino, opción a la que no muchas recurren.

“Siempre me llamó la atención la vida militar. Mi abuelo se desempeñaba en este sector y fue mi principal fuente de inspiración; cuando conoció de mi interés, me dio algunos consejos. El cuñado de mi tío es militar y me llevó a su unidad para que viera cómo era la rutina allí. Después la captación fue a través de la Federación de Mujeres Cubanas”, asegura Yanet.

En cambio, aunque Evelín no tenía a nadie cercano con experiencia en la rama, también se sintió motivada. “Quisiera ingresar a una de las academias militares: la Escuela Interarmas de las FAR General Antonio Maceo, o el Instituto Técnico Militar José Martí. Formarme como licenciada o ingeniera, con el perfil de mando o técnico, y seguir el legado de Vilma, Mariana, Celia, Haydée, entre otras tantas mujeres”, sostiene.

“Al principio extrañaba un poco la casa, mis seres queridos; era una experiencia nueva, pero después me adapté y todo fue normal”, dice.

Se conocieron el primer día que llegaron allí, y desde entonces sostienen una hermosa amistad. “Ya nos queremos como si fuésemos familia. Nos cuidamos una a la otra”, afirman.

Ponían el reloj media hora antes del de pie. “Como somos mujeres y necesitamos más tiempo para arreglarnos, nos levantábamos más temprano. Éramos las primeras en llegar al polígono”.

De las clases de preparación política y combativa, las temáticas de historia abordadas, entre otros espacios, se nutrieron. “Aprendimos cómo manejar el fusil, su arme y desarme, y también sobre enmascaramiento y lanzamiento de granadas, y otros elementos necesarios en nuestra formación”, alega Evelín.

“Hacíamos lo mismo que los varones, sin distinción de género. En las prácticas de tiro nos decían las Marianas, era como si lo hubiéramos hecho de años. Nos incorporamos a todas las tareas como un soldado más”, añade Yanet.

SOBRE LA PRESENCIA DE LAS MUJERES EN EL SERVICIO MILITAR

Según el coronel Jorge Luis Piñeiro Valdés, jefe de la unidad militar, “debemos aún trabajar de conjunto con la FMC con el fin de atraer mujeres a las FAR; buscamos que se sumen, ya que nos enorgullecen por el importante papel que desempeñan dentro de las filas.

“Al concluir el servicio tienen las mismas opciones que cualquier otro soldado: pueden acogerse a la Orden 18 (elegir una profesión por lo civil) o continuar su carrera por lo militar”, comenta.

DE CADA VIVENCIA SE APRENDE

Ahora se encuentran pasando el servicio en la misma unidad donde hicieron la previa.

“No creo que haya sido difícil este tiempo. Al principio me tildaron de loca, pero no es lo mismo la idea que nos hacemos desde afuera a lo que vivimos aquí. Yo pensaba que no iba a llegar hasta esta etapa. Sin embargo, he formado buenas amistades y los varones nos cuidaban y estimaban mucho”, manifiesta Yanet.

“Hemos aprendido mucho y agradezco a los tenientes, sargentos, oficiales, y todos los que han incidido en nuestra preparación”, precisa Evelín.

Disímiles frentes se nutren con el quehacer de las mujeres, unos más fortalecidos que otros. La incorporación de las jóvenes al servicio es un paso más en la lucha por su plena igualdad y por elevar su preparación militar para la defensa de la Patria.

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