Nombres como Celia Sánchez, Vilma Espín, y el mismo batallón de mujeres “Mariana Grajales” creado en la Sierra, dicen de la constancia de ellas al servicio de la Patria.
No hubo un rincón de la geografía cubana donde la huella de la mujer no se advirtió en su apoyo al Movimiento 26 de Julio, creado en 1955 en la clandestinidad, por un grupo de revolucionarios dirigidos por Fidel Castro, durante la dictadura de Fulgencio Batista.
En Las Tunas, muchas contribuyeron directamente, y se conocen, otras, desde su anonimato, de manera humilde, cooperaron, aun cuando su edad no le advirtiera otra cosa que la del gusto por ayudar. Tal es el caso de Marina Tamayo Cruz, una holguinera, devenida tunera, que con solo 12 años, colaboraba con los rebeldes cubanos en la elaboración de alimentos y otras labores de servicio doméstico.
Hoy, en la soledad que envuelve la casa donde vive en el reparto Sosa de la ciudad de Las Tunas, por estos días próximos a conmemorar en Cuba las acciones del 26 de Julio, recuerda su forma de hacer Revolución. No era mujer todavía cuando supo que algo que esperaban acababa de ocurrir:
“Recuerdo las tristezas del régimen de Batista, pero clarito, clarito, la alegría que sentí cuando mis hermanos salieron a las calles cuando supieron que Batista se había ido y que los combatientes habían triunfado, esos que ayudamos con lo que pudimos”, -enfatiza Tamayo Cruz, con una sonrisa en los labios.
Como Marina Tamayo Cruz hubo muchas en Cuba que apoyaron desde la clandestinidad los ideales de hombres como Fidel y los demás combatientes que hicieron revolución por muchos años. Mujeres que el tiempo y el azar han decidido un día romper con el anonimato y reconocerle el grano que pudieron aportar a la arena que rodea a la historia de Cuba.