Dixie Edith - Red Semlac / Foto SEMlac.- La comunidad es un espacio vivo donde se entretejen las redes y relaciones diversas que marcan la cotidianidad de un país. Tanto especialistas como activistas en la atención y prevención de la violencia de género la consideran un escenario ideal para articular acciones encaminadas a erradicar este doloroso fenómeno social.


Zulema Hidalgo, coordinadora del Programa de Género y Violencia del Centro de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero, comparte algunas reflexiones a partir de su experiencia acompañando procesos de activismo comunitario.

 

¿Por qué se reconoce la comunidad como espacio de enormes potencialidades para la atención y prevención de la violencia de género?

La comunidad es un escenario vivo y activo, donde están asentados diversos grupos poblacionales, se comparten intereses, necesidades, aspiraciones; donde se establecen códigos de comunicación y se estructuran múltiples relaciones vecinales, familiares, institucionales. También es un lugar donde se prestan servicios.

Todo ello permite generar propuestas endógenas de prevención y atención, en primer lugar porque facilita el estudio de la violencia en cuanto a sus particularidades concretas, a cómo se manifiesta en sitios específicos y también porque permite emprender acciones específicas. Si consideramos todas esas fortalezas, podemos comprender por qué la comunidad es escenario ideal para diseñar una estrategia de prevención y atención que permita acompañar de manera integrada a víctimas, familias, hombres y también agresores.

Si somos capaces de utilizar las organizaciones, instituciones y actores comunitarios diversos, los capacitamos y les proporcionamos herramientas, eso nos permitiría abundar en las necesidades y respuestas que necesitan las personas y familias afectadas por violencia de género de una u otra manera. Según nuestra experiencia, en las comunidades se proponen iniciativas concretas, sostenidas sobre necesidades sentidas identificadas de manera endógena que garantizan, muchas veces, la eficacia de las acciones. Escuchar a líderes comunitarios hablando de violencia, por ejemplo, ayuda a visibilizar el fenómeno y estimula a las mujeres maltratadas a buscar ayudas, apoyos.

¿Dónde estarían las más importantes brechas para el trabajo comunitario, los temas en que hay que profundizar más?

Es muy importante conseguir una articulación entre los actores comunitarios para lograr una atención integral y sistemática a la violencia. Y que esas instituciones y organizaciones asuman su encargo social en la prevención de violencia. Estamos hablando de las estructuras del Poder Popular en la comunidad, que tienen Comisiones de Prevención y Atención Social compuestas por actores muy diversos; pero también de los servicios de educación y salud, de organizaciones de base como la Federación de Mujeres Cubanas y los Comités de Defensa de la Revolución; de la policía, las fiscalías y otras estructuras vinculadas al entorno jurídico y el asesoramiento legal, entre otras. Cuando seamos capaces de capacitar a representantes de estos espacios comunitarios y se integren en acciones comunes, habremos dado un gran paso.

Otra de brechas es la que comunidad, si bien tiene potencialidades, también tiende a naturalizar sus problemas, sus conflictos, entre ellos la violencia. Y cualquier proceso de desnaturalización debe ser ordenado, acompañado, orientado. No podemos dejar el trabajo de la comunidad solamente a la espontaneidad. Tenemos que utilizar las potencialidades que vemos en ella y acompañarla, capacitarla, sensibilizarla.

¿Qué puede hacer la comunidad para prevenir y atender la violencia de género?

En primer lugar, incorporar el tema en las estrategias de trabajo de las Comisiones de Prevención y Atención Social, mediante el fortalecimiento de redes comunitarias. Pero también coordinar capacitaciones especializadas y diferenciadas a maestros, médicos, juristas, policías y miembros de diversas organizaciones sociales.

Igualmente, en la comunidad se pueden promover servicios terapéuticos a las víctimas, parejas y familias, así como atención a victimarios a través de los equipos de salud mental. Se pueden realizar actividades de sensibilización dirigidas a la población, en las que se promueva una convivencia sin violencia y el respeto a los derechos de la mujer mediante talleres, video debates o audiencias comunitarias.

Además, se puede estimular la aplicación de un sistema de medidas, advertencias y multas dirigidas a agresores y medidas de protección para víctimas. En ese camino, sería útil organizar grupos de apoyo para víctimas de maltrato y desarrollar iniciativas que contribuyan a la atención de problemáticas específicas de hombres y mujeres; junto a acciones de prevención destinadas a niñas, niños, adolescentes y jóvenes.

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