Paquita Armas Fonseca - Revista Mujeres.- He visto, como el resto de los televidentes sólo los tres primeros capítulos de la serie Rompiendo el silencio. No pude ver su totalidad, lo que me hubiera gustado para emitir un mejor juicio, pero creo que el tema de esta propuesta merece la aprobación de todos los que estamos contra la violencia.


La vida demuestra que no bastan leyes y acciones frente a los ofensores si no existe una sanación para las sobrevivientes. Incluso sanación también para los violadores del derecho humano de la mujer a vivir en armonía y con equidad dentro de la sociedad.

Buscando información sobre la serie topé con los criterios de la experta Alda Facio, abogada, feminista, consultora de las Naciones Unidas, que ha luchado desde las leyes y el activismo social por una sociedad en que la mujer tenga realmente un status igual al hombre.

Ella afirmó en una entrevista: “A la gente se le olvida que la violencia contra las mujeres no era considerada una violación a los Derechos Humanos, era una cuestión privada y lo privado no entra en la esfera de los Derechos Humanos, sólo para las cuestiones que pasaban en lo público”.

En uno de sus textos Alda razona “Pero donde se ha hecho relativamente poco es en lo que se refiere a la obligación más general de prevención de la violencia contra las mujeres, en particular la obligación de transformar las estructuras y los valores patriarcales que perpetúan y consolidan esta violencia sexista. Trabajar la violencia como un problema que puede ser resuelto por la vía penal, únicamente, es un grave error. Porque la vía penal, además de ser ineficiente y androcéntrica, está centrada en el castigo de los perpetradores, no en la restitución, rehabilitación o el resarcimiento de las víctimas. Y, más importante aún, no en el cambio de las estructuras sociales y mentales que mantienen y hasta promueven esta violencia.”

Y también encontré “es gracias a que existe esa cultura patriarcal que padres corrientes y comunes abusan sexualmente de sus hijas. Es gracias a esta cultura que tantos hombres, corrientes y comunes, inician su vida sexual con una mujer que no está ahí por su deseo, sino porque necesita dinero. Es gracias a esta cultura que tantos violadores de niñas son absueltos, porque el o la juez consideró que ella lo quería. La mayoría de los abusadores sexuales de niñas, de los violadores sexuales de esposas o novias o de los que pagan por tener sexo, no son enfermos sexuales. Son hombres corrientes y comunes que están ejerciendo su masculinidad de conformidad con un conjunto de ideas y estructuras sexistas que conforman una cultura patriarcal.”

No por gusto me he extendido en citar a Alda porque la lectura de sus criterios, reconocidos no sólo en América Latina, sino en el contexto de las Naciones Unidas, ofrecen una perspectiva de la importancia que tiene la serie Rompiendo el silencio que se adentra en esta problemática latente en todos los países, sean del primer mundo o estén en la comunidad primitiva (que aún hay tribus en tal nivel de desarrollo). Y es que, como apunta Alda, vivimos en una sociedad patriarcal, incluso en Cuba donde ha existido una revolución en las mujeres.

Uno de los aciertos de la propuesta televisiva es su canción tema (Amaury Ramirez Malberti y Telemari Diaz) porque sitúa al televidente en lo que verá en cada capítulo que está concebido de forma independiente.

Lucía y Rolando Chiong se encargan del guion, mientras este último junto a Legna Pérez, asume la dirección. Tiene un buen y variado elenco tanto generacional como racial, que muestra el mosaico ese, que es Cuba.

Pero ¿por qué tantos tipos de violencia en un solo programa, por ejemplo, cuando un hombre vivía y oprimía a dos mujeres a la vez, y que también usó violencia contra la hija de una de ellas? ¿por qué dejar inconclusa la relación de las dos amigas?. Esto sucedió en el primer capítulo, mientras en el segundo había un tío violador además de un padre violento con su hija invidente (circunstancialmente) y su mujer, hombre que termina matando a su cuñado. En el tercero sólo hubo un tipo de violencia, el de músico que no acepta a su mujer en múltiples quehaceres con los que se realiza.

La solución en los tres, es decir que las violentadas dejaran de serlo, no fueron creíbles no existieron los parlamentos o imágenes precisas. Y además ¿acaso siempre las mujeres se rebelan?

Faltan más capítulos, por lo pronto me congratulo con Chiong por tratar este tema y con la televisión por transmitirlo, pero necesito terminar cada historia con la certeza de que ese es el final. Volveré sobre Rompiendo el silencio, y espero que acompañada del criterio de estudiosas cubanas.

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