Correspondencia entre dos mujeres

Guerrilla Comunicacional.- La Habana, Lunes 8 de mayo de 2017

Querida amiga Vicentita:

Agradezco y me nutre, como siempre, tu correspondencia. Me impacta la visión que me das de las realidades de la educación en tu país, no sólo sobre las desigualdades en el acceso al derecho universal tan vilipendiado en las sociedades capitalistas, sino por los retos que establece la formación de nobles valores en los alumnos en un entorno que promueve, por origen, el individualismo, el egoísmo y por ende, la falta de solidaridad.


Al respecto te comento que no obstante los logros alcanzados en Cuba y del socialismo imperante, las consecuencias de una sostenida guerra cultural encubierta y al descubierto, establece a los cubanos, tanto maestros como a padres, notables complejidades a vencer. Respecto a lo que me comentas sobre la República, te comprendo y comparto el compromiso de no olvidarla jamás, a pesar de los esfuerzos que hace la derecha dominante por barrerla de la memoria histórica.

Cuba ha sido blanco de todo tipo de guerras, desde la económica hasta la militar, desde la bacteriológica y química, hasta la cultural y mediática desde el mismo triunfo de la Revolución. Al decir del historiador cubano Elier Ramírez, cito de manera textual: ”la guerra cultural es aquella que promueve el imperialismo cultural, en especial el de Estados Unidos, como potencia líder del sistema capitalista, por el dominio humano en el terreno afectivo y cognitivo, con la intención de imponer sus valores a determinados grupos y naciones” y agrega que “ es un concepto que, entendido como sistema, integra o se relaciona con elementos o términos que han sido de mayor uso como el de la guerra política, psicológica, de cuarta generación, smart power, golpe blanco, guerra no convencional y subversión ideológica”.

A esta nación, a esta isla, se le ha aplicado el compendio completo de estos tipos de guerra y “aquí estamos” gracias a la resistencia que el pueblo cubano le ha brindado a políticas altamente belicosas e intervencionistas. Sin embargo debo confesar que la guerra cultural puesta al servicio de la subversión ideológica complejiza el accionar de los profesores y padres en la formación de valores cívicos, patrióticos y culturales, aún en el contexto de una sociedad, que por naturaleza y ejecutoria, hace brotar de los hombres lo mejor de sí. Te puedo afirmar que no estamos fuera de la batalla. Hasta aquí llegan los artefactos simbólicos del capitalismo/imperialismo con cantos de sirena sobre las bondades de un estado de bienestar sustentado en la más feroz desigualdad social. Tal parece que marchamos al planeta americano, como diría el español Vicente Verdú en su libro del igual título, “El Planeta Americano”.

La guerra cultural impacta sobre los modos de vida, las conductas, las percepciones de la realidad, los sueños, las expectativas, los gustos, las maneras de entender la felicidad y las costumbres y en todo aquello que tiene que ver con lo más común de la vida cotidiana. Ello llega a los pueblos y al público receptor como agua para chocolate, en apariencia de manera natural e inocua. Así, a través de la invasión creciente de productos de multimedia, la música, los videos juegos, el cine, la filtración de informaciones difamatorias sobre políticas o personalidades nacionales e internacionales y en especial con la imposición subliminal de que el capitalismo es superior y todopoderoso, y ofrecer el afamado bienestar material al alcance de todos, tratan de desmovilizar las bases de la revolución cubana y de la izquierda a nivel global. Violan la soberanía de los pueblos, tratan de imponer un patrón de conducta social y personal y desmontar todo lo que constituya una alternativa a la hegemonía del capitalismo. La desigualdad expresa en los niveles y prioridades del desarrollo entre los países del norte y el sur, hacen que estos últimos interpreten sus realidades a partir de la visión de los primeros.

En lo mediático además de desacreditar permanentemente los éxitos alcanzados por Cuba y a sus dirigentes, tratan de minar el apoyo popular, en especial de los sectores más jóvenes, a quienes bombardean con mensajes instigadores a la frustración y desapego a la historia, mientras promueven la realización de sus aspiraciones económicas y profesionales fuera de su país y que son desproporcionadas a las condiciones propias del desarrollo socio-económico cubano. Pretenden robar primero los sueños y proyectos de vida de los jóvenes profesionales y con posterioridad, el talento, el conocimiento que con tanto esfuerzo ha creado esta nación. Se aprecia en la conducta de algunos jóvenes una profusa moda en el vestir, en los modales, en su visión exuberante del desarrollo y el bienestar personal, quienes por demás muestran un comportamiento extravagante y ostentoso, ajeno a la idea de igualdad, modestia y solidaridad que caracteriza de forma predominante a la juventud. Se escuchan voces críticas de los logros y prioridad que el estado ofrece a la política social del país y hablan de privatizar, hablan hasta de privatizar los servicios de la salud y la educación.

Por la historia que ha vivido este pueblo, sólo son voces y señales, que se esconden en el uso de un lenguaje aparentemente economicista o sencillamente inocuo porque la inmensa mayoría de los jóvenes y de la ciudadanía aprecian y agradecen la seguridad que ofrece el socialismo. No obstante esas voces y conductas requieren de una estrategia de enfrentamiento o de abordaje inteligente, sereno, seguro y en ello se trabaja a través del sistema de la educación, en todos sus niveles, y de la promoción, disfrute y acercamiento a lo más noble de la riquísima cultura cubana. Este abordaje a la guerra cultural, recrudecida desde el restablecimiento de las relaciones Cuba-Estados Unidos, requiere de recursos económicos, talento en el diseño de textos, multimedia para la educación, software, labor mediática y acciones culturales autóctonas en la que prevalezca lo mejor de la cultura cubana y te aseguro que los esfuerzos son ingentes. En este empeño se alinean gobierno, organizaciones políticas, de masas y no gubernamentales.

Hoy se enriquece la agenda cultural y se intensifica la labor de las Casas de Cultura comunitarias, desde la capital hasta los más pequeños y recónditos pueblos a todo lo largo y ancho del país y se perfecciona, como baluarte trascendental en esta batalla desigual, el sistema de educación nacional, reconociendo que desde los primeros años de vida hasta los niveles superiores, es preciso incentivar los valores que harán a esos alumnos, más tarde, hombres cultos y de bien. Este accionar se intensifica, pero siempre ha estado presente bajo la filosofía martiana que es preciso ser cultos para ser libres, verdad que se agigante en esta batalla desigual en lo económico, en lo material, no en el ámbito de las ideas.

Como puedes apreciar desde la lejanía de nuestras fronteras geográficas compartimos inquietudes por el futuro de nuestros más jóvenes retoños que no es más que luchar por el futuro de nuestros países. En este esfuerzo no podemos, ni debemos cejar, porque nos convertiríamos en el planeta americano, que la guerra cultural nos presenta como única opción hegemónica.

Recibe un abrazo fuerte.

La Habanera

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