Sara Sariol Sosa - La Demajagua /Foto Luis Carlos Palacios Leyva.- Hace unos días, cuando en su asamblea cederista de consulta del proyecto de Constitución de la República de Cuba, la bayamesa Ismarai Yero Sánchez planteó reconocerle a nuestro máximo organismo político, también su esencia cespediana, lo hizo pensando en la Constitución de Guáimaro y en el iniciador de las luchas por la libertad de la Patria.


Vecina del CDR número 11, zona 191, en el reparto Antonio Guiteras, de la capital provincial, Ismarai se refirió en general al título I del documento, Fundamentos Políticos, y en lo particular al artículo cinco, el cual refrenda que: El Partido Comunista de Cuba, martiano, fidelista y marxista-leninista, vanguardia de la nación cubana, sustentado en su carácter democrático y la permanente vinculación con el pueblo, es la fuerza dirigente de la sociedad y del Estado.

Su propuesta de adición, honraba aquella primera constitución de la República de Cuba en Armas, expresiva de la voluntad del movimiento independentista nacional, y de la organización política de los libertadores de 1868, y en la que, por primera vez, al menos se abogó por la igualdad de la mujer.

EL SUCESO HISTÓRICO

La Constitución de Guáimaro fue aprobada por la asamblea desarrollada en el pueblo homónimo, en abril de 1869; en esa ocasión también fue certificada la actual bandera nacional y resultó electo Carlos Manuel de Céspedes, como presidente de la república.

Aunque no estuvo la mujer presente en aquella cita, Ignacio Agramonte, a nombre de su compatriota camagüeyana Ana Betancourt de Mora, presentó la petición a la Cámara de que se les concediese a las mujeres, los derechos a que por justicia eran acreedoras.

Fue candente el debate de la propuesta enviada por Betancourt de Mora, una cubana que como tantas otras se internó desde el inicio de la contienda en la manigua redentora, cambiando la serenidad de su hogar por los martirios de la guerra, y que con tal petición se adelantaba a casi un siglo de su época.

Aunque el propio Céspedes, entre otras excepciones, acogió la propuesta, la gran mayoría de los constituyentes, incluso algunos camagüeyanos, la rechazaron, al estimar que la mujer cubana aún no estaba preparada para ejercer deberes y derechos reservados hasta entonces únicamente a los varones.

El 14 de abril, en la plaza del poblado, en una velada nocturna celebrada una vez concluido el cónclave, Ana llamaba nuevamente a sus compañeros de lucha a reflexionar sobre el tema, en un discurso con esencia emancipadora.

“Ciudadanos –dijo entonces-, la mujer en el rincón oscuro y tranquilo del hogar esperaba paciente y resignada esta hora hermosa, en que una revolución nueva rompe su yugo y le desata las alas…. Ciudadanos, aquí todo era esclavo, la cuna, el color y el sexo. Vosotros queréis destruir la esclavitud de la cuna peleando hasta morir, habéis destruido la esclavitud del color emancipando al siervo. Llegó el momento de libertar a la mujer.”

Sin embargo, todavía en la Constituyente de 1901, poco más de tres décadas después, prevalecían los prejuicios masculinos. No fue hasta 1934, tras arduas batallas, que las cubanas consiguieron que se les reconociera por lo menos su participación en los sufragios, inclusión que puso a Cuba entre los primeros países de la región con ese derecho.

UNA CONSTITUCIÓN DE REALES DERECHOS

Las cubanas que como Ismarai rubrican el proyecto de Constitución que se consulta, lo hacen con plena conciencia de que cuanto hemos ganado las mujeres en el país, lo debemos a la Revolución que consolidamos.

La Constitución de la República, aprobada mediante referendo popular el 24 de febrero de 1976 y su posterior reforma en julio de 1992; la Comisión Permanente de Atención a la Juventud, la Niñez y la Igualdad de Derechos de la Mujer, nacida con la creación del Poder Popular en el mismo 1976, y el Código de Familia, refrendado por la Ley 1289 de 14 de febrero de 1975, entre otros instrumentos rectores instituidos por el actual proceso revolucionario, han incluido en basamentos legales y jurídicos nuestros genuinos derechos.

Y así lo reiteró Teresa Amarelle Boué, miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba y secretaria general de la Federación de Mujeres Cubana, esta semana, al participar en Bayamo, en la arriba mencionada asamblea cederista.

La dirigente femenina intercambió reflexiones sobre cómo el texto jurídico acentúa los derechos y responsabilidades de todos, sin excepción, en lo económico, político, cultural y social, y en particular los de la mujer; refrenda y amplía los derechos que hemos conquistado, reconoce el principio de igualdad, de inclusión, y de no discriminación, y protege a la mujer ante cualquier tipo de violencia.

Amarelle Boué edestacó, asimismo, cómo sintetiza la Ley de leyes a la familia cubana, que ya no es la tradicional, porque ha asumido cambios en su integración, pero continúa siendo la célula fundamental de la sociedad.

A partir de intervenciones hechas por los cederistas, coincidió en asumir la importancia de la responsabilidad de los padres con los hijos y viceversa, y convocó a consolidar la batalla de la sociedad por hacer de la institución familiar una fragua para cultivar valores y consolidar los derechos conquistados.

Finalmente advirtió que con la asamblea de consulta no termina este proceso al cual asistimos, sino empieza. “Este es un proceso permanente, tenemos que lograr que cada cual conozca sus deberes y derechos, y asumamos la Constitución como un todo, más allá del criterio particular que nos merezca alguno de sus capítulos, más allá de nuestra manera particular de ver la vida”.

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