Yolanda Molina Pérez - Revista Trabajadores (Foto: tomada de cuba.cu).- En materia de legislación, en Cuba, contamos con todos los derechos en igualdad con los hombres, no hay ningún artículo que marque diferencias al amparo del género; sin embargo, todavía hay situaciones que hacen pertinente la existencia de un Programa de Adelanto para la Mujer.


Por herencias culturales de patrones machistas y por las diferencias del desarrollo económico social, acentuadas a partir de la década del 90 del pasado siglo, hay féminas que sienten sobre sí con rigor el peso de la violencia física, verbal y la marginación.

Negarlo, sería cerrar la puerta a la solución. Incluso muchas que podrían considerarse como ejemplo de conquistas, por su desempeño en el ámbito laboral, hacia lo interno del hogar están sujetas a estos flagelos.

Mientras haya una familia donde el peso del manejo de las tareas domésticas sea responsabilidad de la mujer y el resto, en el mejor de los casos “ayuden”; la emancipación sigue siendo una necesidad, como lo es eliminar el criterio de que la el ser mujer dota de habilidades excepcionales para el cuidado de los hijos, enfermos y adultos mayores.

Foto: Internet

En la misma medida, se impone librarnos de esquemas de pensamiento que constituyan trabas, dejar de creernos imprescindibles, delegar tareas, aprovechar las oportunidades profesionales y asumir que la igualdad, es un derecho.

Los períodos de crisis económica, como el actual, agravan las manifestaciones de la violencia de género, encararlo es un primer paso para la mitigación de ese impacto.

El Programa de Adelanto de la Mujer, es un incentivo en la erradicación de males sociales que están asociados al abandono escolar, el embarazo en la adolescencia y la marginalidad; por sólo citar algunos de los elementos sobre los que comienza a cimentarse el cerco que frena el desarrollo de las potencialidades.

No basta con que jurídicamente contemos con protección, se requiere de romper esos hilos que siguen sujetando a las féminas aunque sean de seda; de romper las paredes que impiden el goce de un horizonte infinito, aunque sea desde un castillo; no hay confort que justifique la limitación de la libertad, ni pretexto que merezca renunciar a ella.

La única meta posible, es la de la plenitud, hacia ahí, hay que ir.

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