Marilys Suárez Moreno - Revista Mujeres.- Celebrado en plenos y efervescentes años republicanos y convocadas por la Federación de Asociaciones Femeninas de Cuba, mujeres de diferentes tendencias se reunieron en La Habana para inaugurar, el primero de abril de 1923, el Primer Congreso Nacional de Mujeres de Cuba.

Presidido por Pilar de Morlón y Menéndez, el Congreso en cuestión provocó algunas críticas e inconformidades, dadas, fundamentalmente, por la ausencia de obreras y de mujeres negras en el cónclave, aunque no puede dejar de destacarse la importancia de este primer congreso femenino y sus resultados.

Hacer una campaña por el derecho al voto de las mujeres, la equiparación en derechos y responsabilidades con los hombres, lo que incluía el salario y otras reivindicaciones laborales, fueron algunos de los acuerdos de las feministas en dicho encuentro. Además, puso sobre el tapete, asimismo, temas como la prostitución femenina y la trata de mujeres, además de pedir una revisión de la legislación contra el adulterio.

 Formaron parte de la agenda, igualmente, la necesidad de una reforma de la enseñanza y la protección de la infancia, con el reconocimiento a hijos e hijas ilegítimos, tema muy polémico y debatido que no alcanzó el consenso necesario para elevarlo a las instancias correspondientes.

Pero lo que verdaderamente signó este Primer Congreso Nacional de Mujeres fue la obtención del sufragio femenino, demanda muy importante para las cubanas durante esos años republicanos y que fue manipulada de manera grotesca en el periodo del gobierno del dictador Gerardo Machado.

Vale decir que muchas de aquellas sufragistas pensaron que, con Machado en el poder, se abriría una esperanza, de manera inmediata, sobre el ansiado derecho al voto, dada la simpatía mostrada por este públicamente, en especial durante la inauguración del Segundo Congreso Nacional de Mujeres. Sin embargo, manipuló las justas reivindicaciones de las sufragistas para obtener la adhesión a su mandato.

Tal campaña, según el historiador Julio César González Pagés, fue liderada por una organización femenina de nuevo tipo y muy vinculada con la política oficial del Partido Democrático Sufragista, el que desde su acta de constitución señaló la devoción de sus miembros con el tirano y la iniciativa propuesta por la señorita María Collado. Este acuerdo con el General Machado, según Pagés, tenía una doble finalidad: la de apoyar al Partido Liberal del susodicho personaje y la de oobtener el derecho electoral para las mujeres.

Esta incondicionalidad al Presidente del Gobierno por parte de las demócratas sufragistas fue secundada por otras organizaciones que, igualmente, pedían el voto de la mujer como primera demanda, como fue el Partido Nacional Feminista, la más antigua de las organizaciones sufragistas y el Círculo Sufragista Independiente.

De hecho, esto provocó un cisma en el movimiento feminista, entre las sufragistas que apoyaban a Machado --quien les había prometido el derecho al voto-- y las feministas que rechazaban aliarse al dictador para obtener sus derechos ciudadanos, lo que finalmente lograron durante la existencia efímera del gobierno de Ramón Grau San Martin y, particularmente, de su Secretario de Gobernación, Antonio Guiteras Holmes, el hombre de posiciones  más radicales de aquel gobierno llamado de Los cien días, pues de forma sorpresiva, poco antes de la renuncia a  la presidencia de Grau, le fue otorgado a las mujeres, por un Decreto Ley, el derecho al voto sin restricciones.

Derecho que hoy tienen no solo a votar, sino también a ser elegidas, como acaba de suceder el domingo 26 de marzo, cuando un 55,7 por ciento de quienes integran la Asamblea Nacional, máximo órgano legislativo del país, son mujeres.