Por Harold Cárdenas Lema (haroldcardenaslema@gmail.com) - Cubainformación / Blog La Joven Cuba.- En Cuba existe una ley no escrita sobre los medios y los límites de la crítica que nos insta a describir fenómenos ambiguos pero evitar especificidades. No obstante a veces es necesario señalar tendencias negativas y corrientes de pensamiento ortodoxas. Esto debe hacerse no con afán sensacionalista sino para romper una barrera que, aún matizada por las circunstancias, parece más un recurso del poder que un atisbo de socialismo.


El protagonista de estas líneas es no es una persona en concreto sino una corriente conservadora que le cuesta adaptarse a los nuevos tiempos y frena un mejor desempeño de la ideología nacional. A esta corriente sin nombre, por su verticalidad y significación en un contexto de constante asedio, le llamaremos “el coronel”. La letanía ideológica en medio de un proceso de cambios nos recuerda a Aureliano Buendía y la espera de una pensión que nunca llega.

Cuando comenzó el derrumbe del campo socialista europeo el pueblo no salió a la calle, ya estaba demasiado desmovilizado y acostumbrado a un verticalismo que al no orientar qué hacer, contribuyó a la pasividad social ante el declive. Uno de los aspectos más graves que desembocó en este triste desenlace fue el incorrecto uso de las funciones políticas, con dirigentes desconectados de la realidad y las problemáticas ciudadanas. No es gratuito entonces preocuparse por el ejercicio del poder.

Ignorar el fenómeno de burocratización de la revolución tan recurrente en los movimientos comunistas del siglo XX sería irresponsable. Cuba tiene un contexto muy diferente, el estalinismo como corriente de pensamiento no logró aquí el terreno que se propuso desde un inicio, no obstante eso no nos hace inmunes a conservadurismos con el paso del tiempo y fosilizaciones del impulso renovador. Lo curioso del pensamiento arcaico es que algunos lo reducen a cuestiones generacionales y eso sería un grave error. La mentalidad obtusa es una característica común tanto en jóvenes como viejos, de igual forma los revolucionarios pueden tener cualquier edad.

Las apuestas son altas en Cuba y el contexto actual es tan alarmante como esperanzador. Podemos regodearnos en las victorias diplomáticas del momento o capitalizar esta situación de cambios para regenerar el pensamiento de izquierda en Cuba, lacerado ante las contradicciones que implica el ejercicio del poder y la renuncia a la esencia subversiva que implica toda revolución.

Uno de los terrenos más necesitados de renovación en Cuba es el campo de la ideología, sus teóricos y decisores. Habría que ver realmente cuanto consideran los funcionarios a los teóricos a la hora de dictar políticas, cuánto de voluntarismo o de prejuicios puede existir. Lamentablemente, es muy común el instinto de preservación que anima a no arriesgar el pellejo siguiendo nuevas ideas sino continuar actuando “como siempre se ha hecho”, idea intrínsecamente contrarrevolucionaria.

Un ideólogo debe medir la correlación de fuerzas y adaptarse a situaciones cambiantes, tener la creatividad y la amplitud de miras que requiere el cargo. Es un constructor cotidiano del pensamiento con capacidad de predecir fenómenos y adelantarse a ellos. En fin, requiere mucha energía física y mental. Su trabajo no es otro que ganarse continuamente los corazones y las mentes del pueblo en función de un proyecto liberador. Recientemente se ven rayos de luz renovadora en el campo ideológico a través de la influencia positiva que ejerce el vicepresidente Miguel Díaz Canel a través de múltiples comisiones de trabajo que con metas distintas, están encaminadas a actualizar asuntos cardinales en el país.

Una de las mayores contradicciones para un revolucionario es aquello que los soviéticos llamaban “disciplina partidista”. Julio Antonio Mella y Rubén Martínez Villena lo sufrieron en carne propia en numerosas ocasiones. Entre sus aspectos más dolorosos está la renuncia a realizar críticas agudas con el temor de que estas puedan servir de pretexto para sus críticos. Los partidarios del conservadurismo revolucionario saben aprovecharse de esto, son los mismos que se desentendieron de nuestro blog La Joven Cuba cuando una decisión arbitraria intentó silenciarnos hace unos años.

Estoy seguro que dentro de esta corriente existen personas que han entregado su vida laboral a la Revolución, a la construcción de una alternativa socialista en un contexto muy agresivo. A ellos les cabe la satisfacción del deber cumplido y más… pero llega un momento en el que el tiempo los alcanza inexorablemente. Mi abuelo fue un combatiente de la Revolución, preside la mesa en las reuniones familiares pero ya no toma las decisiones trascendentales, le cuesta adaptarse a una realidad que ha cambiado demasiado. Sabe que pese a su enorme voluntad por ayudar y el respeto que sentimos por él, sus ideas resultan anticuadas. En ocasiones se le escapan rasgos de homofobia o machismo, su tiempo era otro.

¿Qué sería de una revolución dónde no exista espacio para la crítica? ¿O en la que sea necesario hablar en abstracto para evadir fenómenos complicados? ¿Alguien cree que dirigir la ideología significa controlarla o contenerla? Podemos hacer muchas preguntas sobre este tema pero la Cuba de hoy es infinitamente mejor a la de hace una década en muchos sentidos. Pese a la incertidumbre de un pueblo necesitado de nuevos paradigmas, hay avances visibles en muchas áreas y a nivel de discurso político. Es más fácil identificarse con este país en movimiento, que con uno paralizado.

Hemos utilizado la imagen de un coronel como símbolo para señalar esta corriente ideológica atrasada, pero la vida es más rica que cualquier etiqueta y al final la función ideológica es una cuestión de pensamiento, no de galones o no. La imaginación de Gabriel García Márquez dispuso que el coronel Aureliano Buendía no recibiera su pensión, esperemos que sus homólogos en Cuba tengan un mejor final.

Creo que vivo en una Revolución con suficiente cultura política para que una crítica constructiva no sea malinterpretada o no provoque un ajuste de cuentas. En esta ocasión, el coronel y sus mentalidades tienen quien le escriba: muchas personas que cada día expresan preocupaciones por la situación ideológica en Cuba y esperan determinaciones futuras que la pongan a buen recaudo. Sirvan estas líneas como expresión de una preocupación que es ideológica y más.

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