Alberto Buitre - Oficio Rojo - Mucha gente pensó que la carrera de Marco Rubio estaría acabada luego de perder la nominación del Partido Republicano frente a Donald Trump. Pero en política nadie puede darse por muerto a menos que esté tres metros bajo tierra. Esta consigna parece haberla aprendido bien el senador por Florida ya que se encuentra tejiendo en este momento su próximo lanzamiento a la Casa Blanca en los comicios del 2020. Curiosamente no lo hace en Estados Unidos, sino en territorio latinoamericano, principalmente Venezuela, donde este político ha encontrado una veta para explotar.


Las maniobras de Rubio han sido tan acuciosas que es conocida su culpa por el retraso de prácticamente un año en la llegada de Roberta Jacobson como embajadora de Estados Unidos en México. La razón: que el Senado estadunidense endureciera sanciones contra Venezuela, a cambio de aprobar la designación. Entre otras cosas, al republicano no le agradó que asumiera el cargo diplomático quien fue la encargada por el ex presidente Barack Obama de normalizar las relaciones con Cuba. Al final la Cámara cedió, y desde 2016 la enorme embajada de la avenida Reforma tiene ocupante.

Valga recordar que Marco Rubio tiene origen cubano, aunque nunca ha pisado la isla, ni la conoce. De hecho, ha cambiado en dos ocasiones la versión sobre la llegada de sus padres a Estados Unidos. Primero dijo que lo habían hecho como “exiliados” tras el triunfo de la Revolución de 1959, y luego declaró que esto había ocurrido en 1956, antes de la afamada campaña revolucionaria que culminó con el régimen de Fulgencio Batista.

Por tal motivo, Rubio es un activo militante del lobby anti-cubano que despacha en el comité de relaciones exteriores del Senado estadounidense. Está asociado con otros de cierto origen antillano en la llamada “Contra-Cuba” como los representantes Ileana Ros-Lethinen y Joe García, así como el senador demócrata por New Jersey, Robert Menendez, para hacer lo posible por mantener activa la política de guerra fría de Washington contra La Habana. Por razones vistas, con Obama experimentaron un retroceso; pero buscan en la era Trump retomar privilegios a pesar de que Rubio fue uno de los principales críticos del magnate en las internas republicanas. Criticas que, a la luz de los negocios, han sido olvidadas.

Por supuesto tal campaña no ha sido gratuita. El gobierno de Estados Unidos ha invertido más de mil millones de dólares en su historia en maniobras que han buscado, sin éxito, desestabilizar a la Revolución cubana. Sobre ese dinero y esa causa, Rubio montó su carrera política hasta los comicios de 2016. Pero al fracasar, ¿qué hacer ahora? Volar a donde más oro: Venezuela.

El Departamento de Estado de Estados Unidos a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, la USAID, y la Fundación Nacional por la Democracia, la NED, han invertido 20 millones de dólares en este año 2017 en la “democratización” y “pacificación” de Venezuela, tarea encargada también al Comando Sur, perteneciente al Departamento de Defensa estadounidense a cargo del almirante Kurt W. Tidd.

Otro de los financiadores de la nueva campaña de Rubio sobre Venezuela es Jorge Mas Santos, considerado uno de los estadounidenses de origen cubano más acaudalados en EEUU. Mas Santos es el presidente de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), autora de un fracasado intento de asesinato a Fidel Castro con explosivos durante la cumbre Iberoamericana de Panamá en el año 2000, así como bombazos contra hoteles en La Habana en 1997. Es hijo de Jorge Mas Canosa, cubano de origen, asesor de Ronald Raegan, fundador de la FNCA y culpable de la fuga de una cárcel de máxima seguridad de Venezuela en 1985 del terrorista Luis Posada Carriles, autor de la explosión en pleno vuelo de un avión de Cubana de Aviación en octubre de 1976 en el que murieron 73 personas y por lo cual cumplía condena. Posada hoy sobrevive bajo protección oficial en Miami.

Fuentes del Partido Demócrata indican que Mas Santos es quien ha pagado los viajes –algunos de más de 70 mil dólares-, a Estados Unidos de los opositores venezolanos María Corina Machado, Julio Borges y Lilian Tintori, y ha entregado financiamiento en Venezuela a otros como Henrique Capriles Radonsky y Luis Florido para la ejecución de acciones de violencia callejera, como las del asesinato en mayo pasado de un joven de 21 años a quien, acusándolo de ser chavista, quemaron vivo.

El problema es que la oposición venezolana se ha distinguido por no entregar resultados y perder casi todas las elecciones a las cuales se ha enfrentado. Por eso, Marco Rubio se ha valido de un viejo conocido para tejer sus influencias en Latinoamérica. Se trata del ex secretario asistente de Estado, Roger Noriega, diplomático estadounidense vinculado a los golpes de Estado en Venezuela del año 2002, de Honduras de 2004 y de Haití en 2003.

Las operaciones de Rubio pronto rindieron frutos. En mayo pasado el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, pronto obedeció al republicano y retiró de Venezuela a su encargado de negocios sin más pretexto que el llamado de Nicolás Maduro a una Asamblea Nacional Constituyente. El hecho fue avisado por el propio Marco Rubio en twitter. Además, el senador por la Florida fue el facilitador de la audiencia que dio en abril Donald Trump a los ex presidentes colombianos Andrés Pastrana y Álvaro Uribe Vélez, éste último acusado de filtrar paramilitares a Venezuela. En ese mismo mes, el mandatario de Colombia, Juan Manuel Santos, pidió a la ONU atender la situación venezolana.

Rubio facilitó que Donald Trump recibiera en la Casa Blanca a Lilian Tintori, esposa de Leopoldo López, preso por la culpabilidad en la muerte de catorce personas durante actos violentos en el año 2014, tras la elección de Maduro. También, facilitó que el expresidente Mike Pence recibiera al congresista opositor Julio Borges.

Marco Rubio mueve desde Washington varios de los hilos de lo que hoy ocurre en Venezuela. En mayo exigió que se dictaran sanciones contra el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Maikel Moreno, y el vicepresidente venezolano Tareck El Aissami, acusándolo de “homicida”. Al tiempo, periodistas dentro del país sudamericano especularon diciendo que el preso Leopoldo López había sido trasladado a un hospital militar “sin signos vitales”. Enseguida, la esposa de Lopez, Lilian Tintori, anuncio en twitter que se trasladaba con urgencia a las instalaciones militares para “pedir ver a Leopoldo”. El objetivo era implantar la idea del supuesto asesinato de López. Obviamente nada de eso ocurrió y muchos se tragaron el cuento.

“Esta administración junto a la embajadora de la Naciones Unidas, Nikki Hailey, ha declarado a Nicolás Maduro y a sus matones que sus acciones no quedarán impunes” (…) “Me agrada mucho saber que es una prioridad para el presidente Trump el tema de los derechos humanos y el respeto por la democracia en Venezuela”, declaró sonriente Marco Rubio en mayo pasado al anunciarse que el Departamento del Tesoro imponía sanciones a Venezuela. Tal sonrisa es totalmente consecuente con el objetivo de este senador republicano: la crisis en Venezuela es su camino a la presidencia de Estados Unidos. / @buitresenlaciudad

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