¿Qué nos deparará la mala o buena suerte en el futuro?


Wilkie Delgado Correa*.- Dentro de pocos meses habrá llegado a su final el año 2020 del presente siglo XXI y quizás corresponda a alguien analizar, si no todos, algunos acontecimientos que ocurrirán dentro de los próximos siglos XXII y XXIII que hoy son vistos tan lejanos. Pero para esa fecha corresponderá a otro u otros analizar semejanzas y diferencias que no podríamos vaticinar.

Por tanto, cumpliré con un análisis parcial de algunos acontecimientos que han rebasado casi uno o dos siglos y sin embargo parecen o son verdaderas realidades del presente que vivimos o malvivimos por una vigencia inexplicable de muchas cosas que no debieran ser.

Tomamos como objeto de estudio los Estados Unidos de América porque los asuntos tratados en estas meditaciones tienen relación con asuntos tanto internos como externos de ese país, y por lo tanto involucran a otros muchos países.

Todo el mundo sabe que las trece colonias inglesas se liberaron del imperio británico mediante una guerra desde 1775 a 1783, y se  proclamó su independencia el 4 de julio de 1776. Cualquier lector puede observar en un mapa el territorio original que ocupaban en esa fecha las colonias entonces emancipadas. Pero en apenas unos años ese país creció, creció y creció tanto que fue justa la apreciación que esos habitantes fundadores bajo la égida de gobernantes de una u otra tendencia tenían en común una vocación innata de expansión territorial y, por lo tanto, las mismas apetencias imperiales de los que en esa época eran reconocidos como imperios. Por tanto mediante de la fuerza bruta, la anexión, la compra o la cesión, empleando las artimañas, evidentes o solapadas fueron ampliando su territorio original y natural en el continente. Y tempranamente también pusieron sus ojos en México, los vecinos centro y sudamericanos y también especialmente sobre algunos de los países de las Antillas o del Caribe. En particular sobre Cuba se frotaban las manos por la avaricia de apoderarse de ella desde siempre por cualquier método y su posesión en concreto estuvo relacionada con los fundamentos de la doctrina Monroe.

Al final de siglo, pretendieron hacerlo a través de una ayuda supuestamente desinteresado con la intervención en la guerra de Cuba contra España, para luego convertirla en neocolonia en los tiempos de “una amistad expoliadora”, y que después que la Revolución Cubana acabó con su tutelaje y explotación, y sufrir por ello las más criminales agresiones, se niega a retirar la base naval en Guantánamo, y devolver a Cuba esos 116 kilómetros cuadrados de territorio usurpado por la fuerza.

En esa participación oportunista en la guerra, EE.UU., que años antes había intentado adquirir a Santo Domingo, se apoderó mediante cesión traicionera de España, como premio al vencedor prepotente, de la isla de Puerto Rico, hermana gemela de Cuba en sus levantamientos independentistas desde 1868 y sus luchas posteriores. La mantuvo primero como su colonia, y a partir del proceso internacional de descolonización, inventó el status de “Estado libre asociado” paa la isla, adscribiéndolo al Congreso estadounidense. Allí permanece maniatada, a pesar de las resoluciones del Comité de Descolonización de la ONU,, favorecido por el poderío descomunal del imperio y por las influencias impuestas a través de su política, su cultura y sus dádivas económicas y otras. Sus luchas por la plena emancipación han sido  reprimidas salvajemente, teniendo como víctimas a sus insignes líderes patrióticos. También producto de ese pacto se le cedió Filipinas a EE.UU,, que la mantuvo como colonia hasta que los filipinos proclamaron su independencia en 1948 tras una guerra de independencia sangrienta y a un costo de más de un millón de habitantes.

Por todo eso y más, José Martí, quien vivió durante años en EE.UU.,:  afirmó: “Viví en el monstruo y le conozco sus entrañas”, y le denominó justamente en distintas ocasiones como: “vecino esencialmente hostil”; “vecino avieso”; “desdeñoso vecino”; “Norte injusto y codicioso”; “Norte revuelto y brutal”; “república autoritaria y codiciosa”; “Roma Americana”.

Explicar cada detalle de su política avasalladora llevaría demasiado tiempo y los hechos se pueden encontrar en los libros de historia imparciales, así como en las alertas y denuncias de los hombres más preclaros de esos años hasta hoy mismo.

Por ejemplo, este pudo ser un titular de todos o algunos periódicos yanquis del 22 de septiembre: de 1872 "Los americanos se apoderaron de  las islas de los Navegantes”. Podría haberse añadido, situadas en Oceanía. Pero ningún titular recogió este hecho singular. Sin embargo, Carlos Manuel de Céspedes entonces Presidente de la República de Cuba en Armas, quien dominaba el idioma como pocos personajes, fue capaz de escribir en su Diario, junto a otros acontecimientos, aquella noticia que tenía sus antecedentes en algunos años anteriores, en que tres imperios de la época se disputaban fragmentos del territorio como asuntos de negocios empresariales y poderíos imperiales, azuzando tribus nativas.

Un hecho relacionado con esta cuestión, ocurrido años después, en 1889, tal vez inauguró una práctica muy extendida en siglos posteriores hasta hoy. Lo reflejaba el periódico World  de esta manera: “se da como cierto que los alemanes pisotearon, desgarraron, quemaron, la bandera americana en Samoa”. .A pesar del trabajo del Comité de Descolonización de la ONU, tratando de poner fin a un proceso histórico de colonialismo vigente desde siglos, allí en Oceanía permanece la llamada Samoa americana bajo la jurisdicción de EE.UU., y es uno de los 17 territorios pendientes de descolonización en distintas partes del mundo, de los cuales 14 pertenecen a EE.UU.

Para un ejemplo de ese espíritu avasallador de tierras ajenas apelando a su poderío económico, está la reciente  propuesta de Donald Trump de comprarle Groenlandia a Dinamarca, la cual tuvo una respuesta digna de rechazo del gobierno de ese pequeño país europeo.

Otro tema de política exterior de EE.UU., es la llamada Doctrina Monroe, revivida milagrosa y estúpidamente .por el gobierno de Donald Trump y su cofradía imperialista, que había sido proclamada en 1823, durante el primer decenio de la liberación de los pueblos sudamericanos del imperio español. Como siempre, la nación norteamericana la vistió inicialmente con fines nobles para impedir la recolonización europea y en años posteriores fueron imprimiéndole modificaciones a su interpretación coyuntural.

Y es así que 131 años después, el 30 de mayo de 1889, José Martí se hace eco crítico en un artículo que resume los asuntos principales abordados en esos instantes por la prensa estadounidense: Comentaba Martí:

“El Times dice “que en eso de la doctrina Monroe, no se ha de ir demasiado lejos, porque una cosa que un Presidente yanqui declarase temible para la república la creación de una monarquía europea en América, y otra que las naciones libres de raza española en América sean como los cachifos, como los pepitos (pusilámenes)  de gorra y calzón corto, sobre quienes preside vara en puño su majestad americana”. Por algo años después surgieron otras doctrinas imperiales como las “del buen vecino”, “la del garrote”, “la alianza para el progreso” y la esbozada por Obama “de torcedura del brazo”.

Justamente eso es lo que pretende el gobierno de Trump al anunciar a los cuatro vientos la vigencia de la doctrina Monroe: Entronizarse como potencia imperial sobre nuestras naciones libres con un garrote en manos, acompañado de las agresiones,  amenazas y chantajes más humillantes y lesivos.

También Martí comenta lo aparecido e el diario Herald, en que destaca la misión pacifista de un norteamericano octogenario, David Field, quien era amigo de la paz de los pueblos, y añade que “no es como esos republicanos de cartón que niegan el derecho divino del rey inglés, y alegan ahora la fuerza y el tamaño como derecho divino nuevo, y destino manifiesto e imperio natural e irresistible que los autoriza a salir de bandidos por el mundo, embolsándose pueblos como se embolsaban castillos los señores feudales”.

Y continúa la descripción de Martí sobre el susodicho comentario: “Las compañías, que no son más que asociaciones, y están ligadas entre sí, para defenderse de los obreros. Quieren que cada obrero se les encare solo con sus dos manos y su miseria, sin asociarse ni ligarse, así les rebajan el salario injustamente”.

No se asombre si hoy EE.UU., exhibe la menor afiliación sindical de los trabajadores estadounidenses entre los países, y que no se celebre el Día Internacional  de los Trabajadores, el 1 de mayo, en homenaje a los huelguistas reprimidos en Chicago y la posterior ejecución de sus líderes.

Lo siguiente es continuación del recuento de Martí ya mencionado:

“A los huelguistas primero los inculpan, le llaman “lepra”, “lepra del mundo”. La policía padece de la locura del uniforme y dispara antes de que la conviden. ¡Disparen para matar!, les dijo por la mañana el jefe. Ellos se conocen,  la muchedumbre cargada de rabia, puede ir más lejos de donde le permite su derecho, como va más lejos la policía de lo que manda su deber. Y han matado. Motín por todas las avenidas, asaltos ciegos, muertes injustas, fugas precipitadas, hombres que caen de rodillas, con la bala de la policía en el pecho, y desaparecen”.

Ante los manifestantes, la policía les corre atrás, y ase del cuello a un bravo que se le encara: acuden a salvarlo sus amigos; y el bravo, de un balazo de mano oculta, cae de bruces en tierra:: “de la policía, de la policía fue esa bala!”

A otro manifestante le aporrean la cabeza, de un porrazo le quiebran la pierna con que se defiende; con las rodillas sobre el pecho sujetan al suelo al obrero rabioso, llega chofereando el carro de la policía: a los que vocean les dan de puñadas en la boca”.

¿No nos recuerda este hecho resaltado en negrita, el asesinato reciente del  afro norteamericano George Floyd prisionero en el suelo y asfixiado por la presión de la rodilla sobre su garganta del policía blanco?

“Los uniformes van triunfantes a la estación, seguidos de la gente que los alaba o los maldice; dos recogen al moribundo.”

Se pudiera proseguir el relato de este u otro disturbio social en EE.UU. en aquellos tiempos pasados en el transcurso de dos siglos..

¿No se parecen estos hechos a los vistos una y otra vez recientemente en la nación que se ufana de ser “la mejor democracia del mundo? 

¿No se parecen estas represiones policíacas a muchas recientes ocurridas en algunos países de América Latina, e incluso en otras partes?

En conclusión, estimados lectores, lo narrado fue tan cierto en los siglos XIX, y XX como hoy son carne de realidad sucesos, acontecimientos y políticas internas y externas made in USA. Son verdades tan viejas y nuevas tan parecidas que asombran, a pesar de estar curados de espantos, después de conocer los acontecimientos del pasado y del presente. ¿Qué nos deparará la mala o buena suerte en el futuro?  

*Doctor en Ciencias Médicas. Doctor Honoris Causa en Ciencias Médicas. Profesor Titular, Consultante y Emérito de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.

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