Wilkie Delgado Correa* - Cubainformación.- Y es que las entrañas de la traición y cobardía muestran a las claras la naturaleza de las sabandijas que buscan arroparse con los disfraces del oro que los ha encandilado en tierras extranjeras, y por eso mismo el enemigo les cobra su cuota de servilismo.


La historia de los pueblos tiene sus particularidades pero las esencias de sus luchas o aspiraciones han quedado expresadas en lemas o consignas surgidas generalmente de sus grandes hombres y asumidas pronto por sus coetáneos y las generaciones leales sucesivas. Los cubanos tienen una suerte especial de que sus lemas y determinaciones políticas hayan nacido de la revolución y se hayan convertido en raigalmente nacionales por ser asumidas por el pueblo.

El 10 de octubre de 1868 se inició con un juramente presidido por un dilema esencial en voz de Carlos Manuel de Céspedes, líder del levantamiento armado, hoy reconocido como Padre de la Patria, que tuvo su reafirmación por los patriotas en las luchas posteriores.

¿Juráis vengar los agravios de la patria? –Juramos, respondieron todos.- ¿Juráis perecer en la contienda antes que retroceder en la demanda?- Juramos, repitieron aquellos- Enhorabuena –añadió Céspedes- sois unos patriotas valientes y dignos.

De esta manera se describió aquel acto fundacional de rebeldía:

 “Se dio “El grito de Independencia” enarbolándose el estandarte que la simboliza, a cuya honra prestaron todos el juramento solemne de vencer o morir antes que volver a ver hollado el suelo de la Patria, por ninguna de las tiranías”.

Por lo tanto, durante el inicio de las luchas para proclamar la independencia de Cuba y la fundación de la república frente al dominio español, fue una verdad que el desafío entrañaba una opción de vida o muerte si se aspiraba a una patria libre y soberana, y de ahí que el himno de la revolución cantado en Bayamo el 20 de octubre de 1868, bajo la dirección de su autor Pedro Perucho Figueredo,  la reflejaría en su primera estrofa de esta manera: “Al combate, corred bayameses / que la patria os contempla orgullosa. / No temáis una muerte gloriosa / que morir por la patria es vivir”. Luego este himno se convertiría en nuestro Himno Nacional.

Resulta revelador que la campesina  Mariana Grajales, hoy reconocida como Madre de la Patria, a la hora de decidir la incorporación de sus hijos mayores a la lucha libertaria les hizo jurar de rodillas y frente a un crucifijo bajo la exhortación de asumir y cumplir este dilema: "Juremos libertar a la Patria o morir por ella".

 

Consecuente con estas ideas de patria y muerte en el himno de la revolución, fue diáfana la definición de los cubanos ante la guerra que libraban frente a España, contenida en la carta de Carlos Manuel de Céspedes, entonces Presidente de la República de Cuba en Armas, con fecha 10 de agosto de 1871, dirigida a Mr. C. Sum­mer, Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del  Senado de los Estados Unidos:

“Nuestro lema es y será siempre: Independencia o Muerte. Cuba  no sólo tiene que ser libre, sino que no puede ya volver a  ser esclava."

En carta de fecha 16 de julio de 1871 al Mayor General Manuel Quesada, Carlos Manuel de Céspedes señala la acogida y simpatía de la República hermana de Venezuela, a la vez que aborda el dilema de los patriotas cubanos: “Nuestro propósito invariable sean cuales fueren las  circunstancias es [...]. Morir todos o  ser independientes, sin alterar esta resolución ninguna  humana."                                                                   

Con estos antecedentes y después de rescatada la patria libre por la Revolución Cubana en 1959, no resulta extraño que Fidel proclamara la consigna de Patria o Muerte durante la despedida de duelo de las víctimas del atentado contra el vapor francés La Coubre, el 5 de marzo de 1960: 

“Y no solo sabremos resistir cualquier agresión, sino que sabremos vencer cualquier agresión, y que nuevamente no tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria: la de la libertad o la muerte. Solo que ahora libertad quiere decir algo más todavía: libertad quiere decir patria. Y la disyuntiva nuestra sería ¡Patria o Muerte!”.

Y pronto, el 7 de junio de 1960, Fidel enfoca el dilema a la luz de un desenlace optimista y triunfante, ya que está seguro de que al final de la jornada el pueblo cubano triunfará:

¡Cueste lo que cueste, vencerá nuestro pueblo! Porque sus hijos están decididos a defenderlo, porque sus hijos tienen el valor, el patriotismo y la unión que en una hora como esta se necesita, porque sus hijos han dicho: ¡Patria o Muerte! Y han dicho ¡Patria o Muerte!, porque e esa es la consigna de cada cubano. Para cada uno de nosotros, individualmente, la consigna es: ¡Patria o Muerte!, pero para el pueblo, que a la larga saldrá victorioso, la consigna es: ¡Venceremos!

En resumen, las luchas libertarias, independentistas y patrióticas de los cubanos han estado presididas por estas consignas o lemas que son timbre de orgullo y honor y, por tanto, un legado representativo del más puro y heroico patriotismo de todas las generaciones.

Y como siempre hay quienes hoy reniegan de esa herencia y de esa luz para asumir posiciones en las filas enemigas. Los dilemas que ayer debieron aprender y pronunciaron hasta hace poco, hoy los renuncian y desconocen. Y es que las entrañas de la traición y cobardía muestran a las claras la naturaleza de las sabandijas que buscan arroparse con los disfraces del oro que los ha encandilado en tierras extranjeras, y por eso mismo el enemigo les cobra su cuota de servilismo.

 

 

*Doctor en Ciencias Médicas, Doctor Honoris Causa, Profesor Titular, Consultante y Profesor de Mérito de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.

 

 

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