Raúl Antonio Capote - Granma.- El desarrollo tecnológico e informático de la era de las comunicaciones, la globalización del mensaje y las capacidades para influir en la opinión pública mundial, convirtieron a las operaciones de acción sicológica-mediática en el arma estratégica dominante.


A finales del siglo xx los estados capitalistas abandonaron importantes áreas vitales de la economía, los servicios, las comunicaciones, etc. Estas áreas quedaron en manos de grandes conglomerados cuyo único objetivo es obtener la mayor cantidad de beneficios a como dé lugar.
El proceso de desregularización iniciado en Estados Unidos con la aprobación en 1996 de la Telecomunication Act, por parte del entonces presidente estadounidense Bill Clinton, permitió que empresas con intereses ajenos a la lógica de la comunicación comenzaran a ser propietarias de los medios.
A las megafusiones del capital financiero, industrial, militar, le siguió un proceso mayor de concentración de los medios masivos de comunicación. Surgieron verdaderos monstruos de mil cabezas que lo mismo producen cereales que aviones de combate, alimentos transgénicos, autos, medicinas, galletas, noticias, video-juegos, misiles, representan artistas, editan los libros, los periódicos y las revistas que leemos, arman y promueven campañas presidenciales, dictan la moda, la política, los gustos, inventan y organizan guerras, nos conectan a internet y a la televisión satelital, controlan la energía, etc.
Es un mundo cada vez más cercano al de Fahrenheit 451 vislumbrado por el escritor estadounidense Ray Bradbury, mundo de seres enajenados, donde la vida es una especie de reality show televisivo, donde no queda una gota de privacidad, de autodeterminación, de libertad, es el universo orwelliano de 1984.
En este mundo del capitalismo del siglo xxi la libertad de expresión no es otra cosa que la libertad de los grandes conglomerados para decirle a la gente lo que a ellos mismos les interesa, lo cual es importante entender, porque ese poder sobre la libertad está en manos de apenas unas seis megatransnacionales.
En Estados Unidos, Westinghouse, –que no solo fabrica refrigeradores y mezcladoras y otros enseres electrodomésticos, sino que forma parte del Complejo Militar Industrial de ese país– se fusiona con cbs-Viacom.
General Electric, también conocida por sus famosos electrodomésticos y como empresa de ese mismo Complejo Militar Industrial, se fusiona –más bien se adueña– de fox News, Disney, Sony, aol, cnn, emi, Time, life, People, es dueña de satélites, agencias de información, redes de cable, revistas, radios, editoriales... También de la Warner Music Group, que cuenta con más de mil artistas contratados, como Madonna y Eric Clapton, y es suyo el 86 % de lo que vemos, oímos y leemos.
Del otro lado del mundo se repite la escena. En Europa, Lagarder, una gran empresa de armamentos, se fusiona con Lemonde y compra importantes acciones de Prisa; Dasau (Armamentos) con Le Fígaro;  Fininvest (Empresa de Berlusconi), con Mepiaset-Tele 5 y Mediabanca-fiat con Risoli Corrieri de la Cera.
Todas estos conglomerados europeos tienen a su vez como socios cada vez más dominantes a Westinghouse y General Electric, representados por Time Warner, fox, Viacom, aol y Sony.
Otro fenómeno interesante es la integración que se produce entre estas megaempresas, las compañías de relaciones públicas estadounidenses como Burson Masteller, que opera en 35 países, –ejemplo de sus clientes son Monsanto y Union Carbide–, y el Grupo Rendon de relaciones públicas, experto en fabricar guerras, las cuales trabajaron para Bush padre e hijo y para Bill Clinton; y los llamados psiops militar, los sicoguerreros.
Durante la guerra en Serbia, sicoguerreros del 3er. Bon de Operaciones Especiales de Fort Bragg trabajaron con cnn en la producción de noticias, Irak fue el pináculo de esa interrelación, después vendrían Libia, Siria, Venezuela, Ucrania y Nicaragua.
Esos charlatanes, como les llaman los periodistas, producen y dictan las matrices de opinión orientadas desde los centros de poder político, económico y militar, y si los grandes beneficiados con las guerras son las empresas del complejo militar industrial y estas son dueñas de los grandes medios de comunicación e internet valdría la pena preguntarnos: ¿qué tipo de noticias producen? ¿Qué clase de información es la que nos llega a través de esos medios?
El desarrollo tecnológico e informático de la era de las comunicaciones, la globalización del mensaje y las capacidades para influir en la opinión pública mundial, convirtieron a las operaciones de acción sicológica-mediática en el arma estratégica dominante. Como en la guerra militar, un plan de guerra sicológica está destinado a aniquilar, controlar o asimilar al enemigo.
Los ejércitos militares son sustituidos por grupos operativos descentralizados y especializados en comunicación estratégica y sicología de masas.
Grupos de trabajo de guerra mediática, grupos para la subversión político ideológica actúan contra los enemigos del poder global del capitalismo, en especial contra aquellos países que se atreven a desafiar ese poder. Contra los gobiernos progresistas de América Latina han experimentado todas sus armas, les sobra el dinero, tienen recursos humanos ilimitados, ­entrenados, con larga experiencia. Estudian a la gente, sus forma de vida, sus sentimientos religiosos, su cultura, su identidad, los grupos sociales que forman.

Los grupos los integran diversos operadores, entre ellos los más importantes son:
Operadores legitimadores: Utilizan diversas estrategias de influencia masiva, por ejemplo, el Tercero Independiente, cuando se quiere enfrentar una verdad se usa a un tercero calificado, el uso de expertos, de reconocidos especialistas, es muy empleado para enfrentar muchas veces verdades incómodas para el poder global capitalista, sus transnacionales o gobiernos.
Operadores validadores: Manejan los medios, construyen matrices de opinión, generan mentiras, usan también a los «expertos», a los «especialistas renombrados» para validar una noticia.
Operadores multiplicadores: Reciclan noticias, entrevistan a personas «del pueblo» ya influidas, fabrican entrevistas, multiplican por todos los medios las noticias, ideas, matrices de opinión, medias verdades o mentiras completas, etc.
Estos operadores actúan desde el exterior y desde el interior de los países, tienen la misión de sembrar la incertidumbre, la desesperación, el miedo, la zozobra. Las redes sociales son el ejemplo más evidente; en este escenario: actúan bajo diversos perfiles y tienen bajo su mando a decenas de subordinados que multiplican los mensajes prefabricados, permanecen las 24 horas en acción, lanzando rumores, manipulando la realidad, difamando, mintiendo, mezclando medias verdades con mentiras y dirigiendo sus ataques de manera coordinada contra la institucionalidad revolucionaria y sus representantes.
Ya no podremos hablar de imperio norteamericano o británico o alemán, habrá que hablar además, de imperios Westinghouse, o General Electric o Monsanto, con sus ejércitos privados de mercenarios, como los que ya han operado defendiendo los intereses de esos grupos en diversas regiones del planeta.
El capitalismo sobrevivió a todos los augurios, fue capaz de reinventarse y sostenerse en el imaginario de la gente, mantuvo el poder en el siglo xx y saltó con bríos al xxi, pero a pesar de todos los esfuerzos y de todas las «victorias», el temido fantasma anunciado por Marx y Engels, debilitado su ectoplasma, recorre el mundo, asustando de muerte a los ricos, el sepulturero sigue ahí, calumniado, pero vivo. Su marcha es azarosa, difícil, pero inexorable.

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