Pablo Luis González Justo - Cubainformación.- Muchos conocíamos que Eusebio Leal estaba enfermo, que luchaba por restablecer su salud y que a pesar de esa grave enfermedad seguía batallando estoicamente en la medida que le era posible por continuar la obra a la que había dedicado su fructífera vida. Sin embargo, la noticia de su desaparición física nos golpeó a todos.


La mayoría del pueblo de Cuba y muchas personas en el mundo lo respetaba y admiraba, y será así mientras exista la cubanidad. Había ganado un gran prestigio, admiración y respeto como investigador e historiador de la ciudad, como conocedor de la historia de Cuba y el mundo, como diputado, como restaurador, como hombre de fe, como político, por su sensibilidad humana, por su espíritu de superación, sacrificio y obstinada voluntad. Todo ese bagaje de conocimientos y profundidad de pensamiento, sumado a su maravillosa oratoria y a la valentía con la que abordaba cualquier tema, nos hacía vibrar y al recordar pasajes de nuestra historia, nos alertaba de las barreras que debíamos derribar o desafíos por vencer.

Fue precursor de un proceso de transformación de una ciudad habitada, restaurada con proyectos sociales de desarrollo endógeno y sustentable. En la Habana Vieja están como testigos de su trabajo incansable las escuelas de diferentes tipos, desde las primarias hasta las escuelas de oficios, los hogares de ancianos y otras obras de carácter social. A diferencia de otras ciudades patrimoniales en el mundo, no son clases privilegiadas las que habitan los edificios restaurados en la Habana Vieja, si no algunas de las familias que vivían allí.

« La Voz de Galicia », el 23 de febrero 2006, publicó un artículo del conocido escritor Ignacio Ramonet del cual extraigo el siguiente párrafo por su importancia: «El arte de la restauración –nos dice Eusebio Leal– consiste en saber respetar el paso del tiempo en sucesivas etapas que puedan haber dejado huellas de valor, aquellas que conservan la identidad o la personalidad de los edificios y las cosas» y añade: «Fue necesario luchar para convencer y persuadir, motivar e inspirar a nuestros conciudadanos con la idea de que, entre la apretada y difícil prioridad de nuestras necesidades, la salvación del patrimonio, base de la espiritualidad de la nación cubana, resultaba indispensable. Porque no solo hay que luchar por el pan, tenemos que hacerlo también por la belleza.»

Es inmensa la tristeza que nos embarga por el fallecimiento de uno de los hijos más ilustres y queridos que ha dado la Ciudad de La Habana y Cuba. Más allá del dolor, más allá de la pérdida irreparable, nos deja también como patrimonio su ejemplo de vida. Por eso, debemos inspirarnos en su legado, aunque las adversidades puedan parecer grandes o infranqueables, con el reforzamiento del bloqueo o porque alguien nos ponga trabas o burocráticamente nos haga la vida difícil, debemos, enfrentarlo todo hasta alcanzar los objetivos que nos propongamos.

El mejor homenaje que podemos hacerle a nuestro Eusebio Leal, es que cada uno a su nivel y condición de cubano haga lo que le corresponda por lograr para nuestro país un desarrollo próspero y sostenible con énfasis en lo social humanista, desde los proyectos de desarrollo local hasta los de nivel nacional; conseguir en lo posible soberanía alimentaria y energética; cambiar lo que deba ser cambiado; saber diferenciar la crítica constructiva de la malsana, así como a nuestros verdaderos enemigos internos o externos y enfrentarlos sin amilanamientos. En fin, hacer lo que él hacía en las tareas que le correspondían con inteligencia, talento, coraje, humildad, sensibilidad humanista universal, lealtad y fidelidad a la Revolución.

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