Dan Abner Barrera Rivera* - La Pupila Insomne.- La ética de la Revolución cubana enraizada en la tradición martiana-fidelista ha demostrado a lo largo de su historia el respeto por la vida de sus adversarios y enemigos, y se ha convertido en un modelo de revolución suigéneris que muchas veces es incomprensible incluso para quienes simpatizan con ella.


La modestia de la Revolución y de los revolucionarios cubanos es igual de radical que la que Jesús trató de enseñar a sus seguidores, “No dejes que tu mano izquierda sepa lo que hace la derecha”. Cuba nunca ha hecho alarde de sus logros sociales ni de las derrotas que le han infligido a su enemigo.
Este año 2021, quedará registrado en la historia de Cuba como uno de los años difíciles que tuvo que enfrentar la Revolución, fue un periodo en el que se juntaron dos condiciones principales, las cuales les hicieron creer a los enemigos de Cuba y también a muchos amigos, que había llegado la hora de la implosión del socialismo cubano: una, la crisis sanitaria por la pandemia del coronavirus, y la otra, el recrudecimiento del bloqueo económico con las 243 sanciones aprobadas por la administración de Donald Trump y, que Joe Biden las mantiene hasta hoy (Biden es el mejor trumpista que tiene el expresidente republicano).

El Imperio ha utilizado contra la Revolución todo tipo de planes para derrotarla: sabotajes, invasiones armadas, leyes, bloqueos, guerra sicológica, acciones terroristas, plagas, dengue hemorrágico, peste porcina, plan para asesinar a los dirigentes, guerra mediática, tecnologías y armas de última generación, entre muchas otras; detrás o delante de cada uno de estos planes siempre ha estado presente la Agencia Central de Inteligencia (CIA) que, fiel a su lógica y cobardía asesina, nunca ha renunciado al reclutamiento de contrarrevolucionarios para usarlos de carne de cañón (los usa y luego los desecha).

Esta vez, el despliegue periodístico de los oligopolios de la comunicación vinculados a la Sociedad Interamericano de Prensa (SIP) y financiados por la mafia terrorista de Miami lograron manipular a mucha gente, incluso a personas de “izquierda”; la falacia de que Cuba era un Estado fallido caló en muchos de ellos; por eso no faltaron los “amigos de izquierda”, los “revolucionarios” que desde la comodidad de un Twitter, Blog o Facebook, se desbordaron en comentarios, “análisis” y recomendaciones para que Cuba se rectificara. Era la hora de estar con la víctima, pero ellos se pusieron de lado del victimario.

El Imperio, seguro de contar con todo el poderío, planeó para el 15 de noviembre pasado, asestarle el golpe final a la Revolución a través de la realización de una gran marcha que según ellos desestabilizaría y acabaría con la “dictadura” (no era la primera vez que hacían este tipo de convocatorias); al anunciarlo a los cuatro vientos, aumentó la presencia de la prensa internacional en la mayor de las Antillas, pues el orbe entero debía ser testigo de lo que sucedería; todos estaban pendientes y contaban regresivamente los días y horas pare el gran golpe; los enemigos esperaban que ese día haya enfrentamientos, represión policial, detenciones, sangre, y ojalá muertos. Pero en Cuba, nadie perdía el sueño, el pueblo que es el primer defensor de su revolución, velaba organizadamente por ella. El resultado de ese día es conocido: fue Cuba quien asestó el golpe al nuevo Trump de la casa Blanca, y con él a la SIP, a la CIA y a sus secuaces dentro y fuera de la Isla. Lo que es poco conocido, es la forma cómo la Revolución suele defenderse contra el monstruo imperialista. ¿Cómo Cuba, un país pequeño y del Tercer Mundo resiste al mayor imperio de la historia, y revierte y neutraliza sus planes genocidas?

Los entendidos del tema dicen que los servicios de inteligencia de Cuba están entre los mejores cinco del mundo, y eso el Imperio lo sabe, pero no lo admite, por eso, en su necedad se estrella contra una Revolución sólida que asume el combate en condiciones militares, tecnológicas y financieras asimétricas, pero con una enorme superioridad en el terreno de la inteligencia, la cultura y la moral. La modestia que le caracteriza a la Revolución ha hecho que divulgue poco sobre cómo opera su servicio de inteligencia, pero lo cierto es, que va un paso adelante de los planes de la tan cacareada temible e invencible CIA. Cuando las autoridades cubanas deciden “quemar” a alguno de sus agentes de los Órganos de Seguridad del Estado, es porque tienen la certeza que darán el “jaque mate” a esos planes; por eso el regocijo del mismo agente y del pueblo cubano no tienen límites (el agente es “quemado” con mucho honor después de haber quemado a muchos mercenarios).

¿Y quiénes son los que trabajan como agentes de los Órganos de Seguridad del Estado? No son gendarmes, expertos en torturas, ajusticiamientos o desapariciones como los que trabajan en la CIA. Son mujeres y hombres revolucionarios nacidos del pueblo, puede ser un médico, un profesor universitario, una periodista, una ingeniera, un contador, una abogada o un administrador; y ninguno ha portado jamás un revolver o un fusil para hacer su trabajo, tampoco han recibido clases de ejecución sumaria; ellos trabajan por amor a su patria, no al dinero. Los agentes de los Órganos de Seguridad del Estado están guiados “por grandes sentimientos de amor”, y nunca se han manchado las manos con sangre o pólvora.

En entrevista realizada por la periodista Arleen Rodríguez al profesor universitario Raúl Capote (Daniel) y al médico Carlos Vázquez (Fernando), quienes fueron agentes de la Seguridad del Estado, recordaron que, en 1987, Fidel, inequívocamente expresó: “el sacrificio más grande que hace un agente de la seguridad cubana es el sacrificio aparente del honor”.

Ese sacrificio lo hacen las personas íntegras, y solo puede ser entendido por quienes aman a su patria.

* Dan Abner Barrera Rivera es Profesor Universitario en Costa Rica.

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