Kenia Serrano, diputada y presidenta del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos

Cubainformación.- El Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) celebra su 50 aniversario como organismo de la Revolución cubana encargado de las relaciones con el Movimiento Internacional de Solidaridad. Hablamos con su presidenta, Kenia Serrano Puig, también diputada en la Asamblea Nacional de Cuba.

Texto publicado en el nº 17 de Cubainformación papel - Primavera 2011

Ver la entrevista íntegra en vídeo


- El ICAP es el organismo contraparte del Movimiento de Solidaridad con Cuba, una institución que colabora con más de 2000 organizaciones de solidaridad en todo el mundo...

- En este momento son 2.121 organizaciones en 151 países del mundo. Nos relacionamos en una amplia red en todos los continentes. Incluso en países donde Cuba no tiene misiones diplomáticas o ni siquiera relaciones diplomáticas, ahí está la solidaridad y tenemos el privilegio de ser el enlace que une a Cuba con todo ese entramado social.

- ¿Qué destacarías de la actividad del Movimiento de Solidaridad?

- La agenda dentro del Movimiento de Solidaridad es la permanente denuncia del bloqueo. Tenemos que seguir diciéndole a la gente que ese bloqueo no solo sigue existiendo, sino que se aplica rigurosamente por la actual administración norteamericana.

Dentro de este capítulo, es inevitable mencionar hasta dónde ha cumplido la Administración Obama con sus promesas electorales respecto a Cuba, desmontando la retórica del “cambio”. Me alegra ver que no ha habido un efecto de confusión entre los amigos y amigas de Cuba. Por el contrario, hay una claridad de que ese supuesto cambio no aparece por ningún lugar y, por lo tanto, estamos hablando de la continuidad de la política de Bush hacia Cuba.

También hay temas ineludibles en la agenda progresista actual como, por ejemplo, la preocupación por el papel de los grandes medios en transmitir la mentira, no sólo sobre Cuba, sino también sobre Venezuela, sobre Irán, etc.

Y por supuesto, está siempre el compromiso con la batalla por la liberación de Los Cinco, explicando el estado de necesidad que llevó a estos cinco compañeros a cumplir su misión antiterrorista en EEUU, para luego guardar prisión durante ya más de 12 años hasta ahora. Ese estado de necesidad sigue existiendo, porque sigue existiendo una política de doble rasero en el supuesto combate contra el terrorismo. Los terroristas andan sueltos en EEUU, es el caso de Posada Carriles, Orlando Bosch, etc., mientras antiterroristas como Los Cinco están presos.

- Hablemos ahora de la guerra mediática contra Cuba.

- Es algo que redobla el compromiso de los cubanos y las cubanas de todos los sectores, seamos lo que seamos en Cuba, nuestro compromiso de seguir en la resistencia frente a todas las guerras que nos hacen, donde la guerra mediática es quizás, hoy en día, el vórtice principal, el rostro de la agresión contra Cuba. Hoy, la guerra subversiva se hace acompañar de los grandes medios que repiten de una manera seguidista todas las mentiras contra nuestro país.

Mencionaré el caso del actor Willy Toledo, cuya solidaridad con nuestra causa es de agradecer. Él no está solo, le acompañan otras figuras de la escena del Estado español, también de otros países. Vimos una campaña de linchamiento contra él por haber sido honesto y decir sencillamente una verdad en medio de la tormenta de mentiras contra Cuba tras el fallecimiento del preso Orlando Zapata, en febrero de 2010. Vimos en su acción un acto valiente, de total sinceridad y honestidad.

Los medios tienen el objetivo de apoyar o provocar la subversión contra la Revolución cubana, tratar que derrotar a la Revolución. También está el objetivo de sembrar la duda entre los amigos y amigas, de crear la separación, el distanciamiento. Y después de que se crea la duda y de que hay una distancia, viene la ruptura con Cuba. El propio Willy Toledo ha manifestado -me encantó su total sinceridad al explicar esto, en decir algo que casi nunca la gente dice-, él dijo: “después del linchamiento mediático los medios me confundieron, pensé que estaba solo, pero después me di cuenta de que no, sentí que estaba acompañado por miles de personas que apoyaban mis palabras”. Ese sentimiento de soledad que padece una persona que tiene un sentimiento diferente a la mayoría, es lo que se ha venido venciendo en la posición de los amigos, de la gente solidaria con Cuba. Han ido comprendiendo que son miles.

- A veces, desde los grandes medios, se nos dice que existe una ruptura generacional en Cuba: entre una dirigencia histórica y las siguientes generaciones. ¿Cuál es tu análisis, siendo parte de esa generación de jóvenes incorporados a la dirigencia?

- Lo primero que puedo afirmar es que quienes más han hecho por las generaciones jóvenes de Cuba son, precisamente, la generación histórica, porque ellos y ellas eran muy jóvenes cuando empezaron la Revolución. A su vez, recibieron la herencia de las generaciones jóvenes cubanas desde octubre de 1868, quienes fueron a luchar por nuestra independencia, que sólo fue posible alcanzarla, definitivamente, en el año 1959. Eso es, precisamente, lo que tenemos que preservar todos y todas hoy.

Nos sentimos hijos e hijas de todos ellos y ellas, no solo simbólicamente, nos sentimos hijos de verdad, de Fidel, de Raúl, de los diferentes comandantes de la Revolución, de Vilma, de Celia, de Haydeé Santamaría, y de tantas mujeres y hombres.

Pienso que si hay un país donde las generaciones jóvenes reciben desde muy temprano la posibilidad de participar en la toma de decisiones, ése es Cuba. Desde que uno es un pionero o una pionera, ya puedes participar en la dirección de tu aula, de tu colectivo, decir cosas en un congreso, reunirte con un ministro, salir a un medio de prensa, decidir qué uniforme quieres usar, decidir cómo quieres hacer la vida de tu organización estudiantil. Y ahí creo que está la clave. Hay algo que Carpentier decía: “las generaciones se miden por los libros que se leen”. Creo que las diferentes generaciones, independientemente de los grupos etarios que conforman las generaciones cubanas, como en cualquier país del mundo, hay una coincidencia en las fuentes de las que hemos bebido.

Y, por último, decir que los que hemos nacido mucho después del triunfo de la Revolución, preferimos hablar, más que de relevo, de continuidad: en Cuba se da una continuidad y una implicación total de las diferentes generaciones. Opino que hay mucha confianza en las actuales generaciones, los que como yo hemos venido precisamente de esa escuela, que es nuestra juventud, nuestras organizaciones estudiantiles.

Sentimos una enorme responsabilidad y, a la vez, sabemos que todo no es color de rosa, que también hay personas que se han equivocado. Pero debemos agradecer tener una sociedad donde, cuando alguien se equivoca, independientemente de quién seas y de las misiones que hayas cumplido en la Revolución, cae sobre la persona el peso de la crítica y, cuando es necesario, también la renuncia a las responsabilidades públicas. Los cargos son coyunturales siempre, y un verdadero cuadro de la Revolución no debe estar buscando el cargo como un fin en sí mismo. Yo creo que cualquier tarea sencilla o grande siempre es un medio para alcanzar el fin, nuestro fin es preservar la Revolución, la unidad de nuestro pueblo en un proceso de resistencia que ha durado ya 50 años, y seguir construyendo un socialismo diferente, el que le hace falta a los cubanos y las cubanas. Ese compromiso no se puede asumir con paternalismos ni de tipo generacional ni de otro tipo, y eso se está garantizado en Cuba, porque lo primero de todo es la consagración a la Revolución, sin mirar donde estés.

- Eres también diputada de la Asamblea Nacional de Cuba, llevas ya dos legislaturas. Existe en estos momentos, en Cuba, un debate intenso en torno al modelo económico y a sus necesarias transformaciones internas. ¿Cómo se vive esto desde tu posición de diputada?

- Desde que constituimos las legislaturas en el año 1976 hasta hoy, el parlamento ha jugado un rol de representación máxima de toda la sociedad cubana. Hoy, cuando se habla de ganar mayor eficiencia en todos los indicadores económicos, es importante señalar que esta eficiencia debe ser alcanzada sin explotación del ser humano. Eso es importante que lo estemos defendiendo cuando se habla de eliminar gratuidades, subvenciones, subsidios que no podemos sostener ya como país, porque se trata también de preservar aquellas conquistas principales de la Revolución que hemos garantizado y seguiremos garantizando: salud, educación gratuita y de calidad, universal para todos y todas en Cuba, etc.

Se trata también de que cambiemos de mentalidad, porque en algunos aspectos tenemos una herencia de un pasado reciente en que hay un sentimiento de igualitarismo exagerado en muchas personas. Se ha desvalorizado de una manera, a veces preocupante, el trabajo, y han surgido desigualdades indeseables.

Todavía estamos enfrentando la parte negativa de las necesarias medidas económicas que tuvimos que tomar para sobrevivir, después de la desaparición del campo socialista. Todo eso provocó que haya gente en Cuba que puede vivir sin trabajar, y eso es uno de los elementos que más irrita a nuestro pueblo, que en el Parlamento se ha criticado duramente. Contamos, por supuesto, con la comprensión y la conducción inteligente de la dirección de la Revolución.

Se trata de que la gente pueda vivir mejor, que tenga una mayor calidad de vida gracias a su propio esfuerzo y no tenga que depender de alguien, de robar o vivir de la especulación o del mercado negro para vestir, calzar, comer… Ahí está el nudo gordiano del modelo. No quiero dejar de mencionarlo: aunque hay mucho debate, hay una coincidencia en preservar la propiedad social socialista para todos y todas en Cuba, aún cuando haya modelos de explotación de la tierra que sean más flexibles, aunque haya modelos de distribución y venta de alimentos que sean mucho más flexibles y que ayuden en definitiva a que la gente tenga más opciones y más ofertas de productos.

En mi opinión, también eso es un interesante debate que llega a nuestros medios y por supuesto también al Parlamento. Estamos viendo hasta qué punto hay algunas experiencias de otro tipo de propiedad que pueden servir para reforzar el papel del individuo en la conducción de algunos procesos, de algunos servicios. El país está probando algunas experiencias y, hasta ahora, te puedo decir que el balance es positivo.

Se trata, en definitiva, de que la gente tenga sentido de pertenencia con el proyecto social que estamos defendiendo. Hay una cosa latente, y es que el cubano es revolucionario, acompaña a su proceso, quiere mejorarlo, quiere perfeccionarlo pero no quiere cambiarlo al capitalismo, quiere una mejor sociedad socialista.

- Llevas solo dos años en la presidencia del ICAP ¿Cómo te sientes?

- El ICAP es una institución social que ha cumplido 50 años. Quien en Cuba haya tenido que ver algo con las relaciones con otros pueblos del mundo, ha tenido un vínculo con el ICAP. Precisamente, desde las asociaciones estudiantiles, incluso antes, ya tenia un vínculo con estas actividades. Me parece importante decir también que es una institución surgida con la propia Revolución, y me enorgullece que se haya pensado en que yo pudiese cumplir esta tarea. El balance es positivo.

Al igual que otros organismos y centros de trabajo, el ICAP no está exento de todos estos debates que he planteado y que tienen lugar en la sociedad cubana de hoy. Por ejemplo, estamos llamados a mejorar nuestra eficiencia, estamos llamados a conseguir métodos y estilos de trabajo más dinámicos, a tener una capacidad de reacción rápida, y en eso te puedo decir que vamos mejorando.

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