Andrés Gómez - Areítodigital.- Miami. Extraordinaria ha sido la recuperación de la producción agropecuaria en Cuba durante los últimos tres meses, los tres meses posteriores al paso de los dos grandes huracanes, Gustav e Ike, que azotaron al país en septiembre y octubre pasados. El gobierno revolucionario ha estimado en alrededor de 10 mil millones de dólares las pérdidas ocasionadas al país por estos dos huracanes.
A veces resulta difícil entender que significa hoy en día la cifra de 10 mil millones de dólares. Actualmente, en este país --cuyo gobierno y sector bancario controlan las finanzas internacionales-- 10 mil millones de dólares nos podría parecer no ser mucho dado el nivel de calamidad financiera y económica en que la nación está inmersa.
Además, también, 10 mil millones de dólares, nos podría parecer no ser mucho dinero oyendo diariamente las fabulosas cifras que aquí se han despilfarrado y malversado durante décadas tanto en el sector privado como en el gubernamental. Aunque a cualquiera de nosotros actualmente, no ya 10 mil millones de dólares, ni un millón de ellos, sino tan sólo 10 mil dólares bien podría ser hoy una muy deseada fortuna.
Para nuestra pequeña Cuba, 10 mil millones de dólares, representa nada menos que el 20% del Producto Interno Bruto del país el año pasado. Recordemos que el Producto Interno Bruto de cualquier país es el total de todos los gastos generados por la producción de todos los bienes y servicios, en este caso, en el término de un año. O sea, que la destrucción ocasionada por estos dos huracanes equivale a la pérdida del 20% de toda la riqueza producida, con tanto esfuerzo, por el pueblo cubano durante el 2008. Ha sido una verdadera catástrofe.
Mas, sin embargo, si terrible han sido estas enormes pérdidas, formidable ha sido el esfuerzo realizado por el gobierno, las demás organizaciones encargadas de la producción, los organizaciones políticas y sociales y el pueblo trabajador en general, especialmente, los trabajadores del sector agropecuario, para garantizarle al país la normalidad en la que el pueblo cubano vive actualmente y ha podido vivir, desde septiembre pasado, a pesar de los daños de estos dos huracanes.
Si bien los festejos oficiales realizados para celebrar y conmemorar el magno logro popular del medio siglo cumplido del proceso revolucionario han sido austeros, como corresponde por la situación en la que el país vive, existe una plena y profunda satisfacción popular por la manera que la inmensa mayoría del país ha respondido a las exigencias presentadas por la crisis que estos dos huracanes sumieron al país. Y esto es innegable.
Recuerdo en el mes de octubre pasado, a dos semanas del paso de Ike, el más funesto de estos dos ciclones, la grave preocupación que existía en la población en relación a la garantía de la disponibilidad de los productos indespensables para subsistir. Como también me acuerdo de los comentarios en las colas de los mercados agropecuarios en La Habana y en las conversaciones con la familia y los amigos cuando se hablaba de las fiestas venideras de la Nochebuena y fin de año: no habría lo necesario para celebrarlas como se deseaba.
Pues bien, el gran esfuerzo colectivo por devolverle al país su tranquilidad y sentar las bases para lograr un más alto nivel de conciencia social, política y productiva que garantice un desarrollo nacional sostenido logró que el pueblo cubano pudiera disfrutar estas necesarias fiestas de fin de año con todos los productos necesarios para comer mucho y bien, incluyendo el indispensable lechón. El cumplimiento de la regulación de los precios de los productos agropecuarios disponibles a la población garantizó que la inmensa mayoría de la población pudiera disfrutar de estas fiestas las cuales este año se celebraron en familia y en paz.
Lo más importante para mí, lo fundamental, de este 50 aniversario de revolución ha sido el conocimiento raigal de nuestro pueblo que la normalidad lograda después de semejante desastre ha sido obra de sí mismo, fruto de las enseñanzas y conciencia obtenidas en este glorioso proceso revolucionario, hoy más de medio siglo joven.
