Gloria Analco - libertas.com.mx.- Estados Unidos no está dispuesto a ceder ni un palmo más de territorio de América Latina y el Caribe -que considera su área natural de influencia- a las fuerzas de emancipación económica que se han desatado en la región, y para limitar su avance primero propició un golpe de Estado en Honduras, luego incrementó sus bases militares en Colombia, y ahora ha ocupado militarmente a Haití.

A diferencia de George W. Bush, que tenía sus ojos militares en el sudoeste asiático, Barack Obama ha puesto los suyos también en la región latinoamericana y caribeña, y sin que su gobierno pierda un minuto, con tales acciones ha lanzado una advertencia: no hay independencia que valga por encima de los intereses estadounidenses. La guerra, por tanto, ha sido declarada.

Hay que darle crédito a Pete Hallward, filósofo y político canadiense, experto en el tema haitíano, que escribió en el diario británico The Guardian que “si verdaderamente queremos ayudar a este país (Haití) devastado, debemos cesar los intentos de controlarlo y explotarlo”.

La devastación de Haití “se comprende mejor como el resultado de una larga e infame secuencia de acontecimientos históricos causados por el hombre”, dijo  Hallward, y añadió que la extrema pobreza en ese país, exhibida por el terremoto, “es el legado directo del sistema de explotación colonial más brutal de la historia, agravado por décadas de sistemática opresión poscolonial”, y adjudicó a Estados Unidos haber bloqueado “deliberada y violentamente” cada tentativa para que el pueblo haitiano pudiera pasar “de la miseria absoluta a la pobreza digna”, parafraseando al presidente Aristide, expulsado de su país por los estadounidenses cuando quería aplicar cierta justicia social a su pueblo, aumentando dos dólares su salario.

Una cosa le ha quedado clara al mundo: donde Estados Unidos planta su pie sólo siembra miseria y explotación.

El segundo país más pobre del área es Honduras (después de Haití), donde Estados Unidos gestó el último golpe de Estado en América Latina, y fue violentamente reprimida la resistencia organizada, además de apoyar al nuevo gobierno emanado del golpe.

Ante el mundo quedó exhibida la enorme carencia económica y política de Haití, lo cual puso en alerta a los “cerebros” de los ultraliberales estadounidenses que han manejado a ese país como un protectorado, desde 1925, cuando lo invadieron.

Recomendaron entonces a Obama que echara a andar un despliegue nunca antes visto, y se volcó con todo para “auxiliar” a los haitíanos, temeroso de que el ALBA pudiera ganar terreno en ese país, donde Cuba lleva varios años auxiliándolo médicamente y preparando médicos haitíanos.

Es tan clara la estrategia estadounidense que hasta la propia prensa internacional, a la cual manipula, ocultó celosamente la fuerte presencia de Cuba en los servicios de salud a Haití, y que fue la primera en auxiliar a su pueblo.

Obama echó mano hasta de los ex presidentes Bill Clinton y George W. Bush para darle más carácter a su estrategia. Desatinada elección, pues Clinton, como representante de la ONU para Haití desde hace dos años, nada hizo por ese país, y Bush, bueno..., además le endosó la ayuda al pueblo norteamericano.

Algunos periodistas  pidieron una aclaración sobre la presencia militar estadounidense, y su secretario de Defensa, Robert Gates, negó que fuera una fuerza de ocupación. La describió como un “alivio” para los haitianos.

Estados Unidos, por medio de sus funcionarios, adelantó que la reconstrucción de Haití llevará tiempo… con lo cual comenzó a preparar el terreno para una permanencia indefinida de sus tropas.

Estados Unidos, nuevamente, se va por encima de la ONU y asume el liderazgo de la tragedia, pero el verdadero trasfondo es su intención de controlar cualquier situación que sea propicia para la emancipación política y económica, y se emplea a fondo para recuperar su predominio en la región.

A Hallward, como a tantos otros, no se le escapó la comparación con Cuba. Las condiciones de vida del pueblo cubano serían  muy distintas si Estados Unidos hubiera logrado derrotar a la Revolución.

Pete puso como ejemplo que “las mismas tormentas que mataron a tanta gente (en Haití en 2008), golpearon a Cuba con la misma fuerza, pero dejaron solamente 4 muertos... Cuba ha eludido los peores efectos de las ‘reformas’ neoliberales y su gobierno conserva la capacidad de defender a su pueblo...”

Los mandatarios latinoamericanos, que no propugnan por la emancipación económica, deben aprender de la enseñanza de Haití y Honduras, los países más pobres de este hemisferio donde Estados Unidos ha plantado su pie, e impedir sumarse a esa lista. Ellos se van del poder, pero ¿qué quedará?
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