Ramón Barreras Ferrán - Cubaperiodistas.- El diario hondureño sobredimensiona las carencias y necesidades en la nación cubana, causadas en buena medida –y eso no es un secreto para nadie, pero ni siquiera lo señalan- por el hostigamiento estadounidense y las garras del bloqueo impuesto hace casi 50 años. ¿Amor con odio se paga?


  El diario La Prensa, uno de los de mayor circulación en Honduras, inició desde el lunes una ofensiva mediática contra Cuba, basada en las “experiencias” de una periodista (Tatiana Paz) y un fotorreportero (Josué Banegas), quienes viajaron subrepticiamente a la Isla, pues utilizaron visas de turistas en vez de la establecida con fines reporteriles.

  Los materiales que aparecen todos los días en la primera página de la edición impresa y en la denominada “cabeza” de la digital, sobredimensionan las carencias y necesidades existentes en la nación cubana, causadas en buena medida –y eso no es un secreto para nadie, pero ni siquiera lo señalan- por el hostigamiento estadounidense y las garras del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto hace casi 50 años.

  El propósito esencial de la agresión mediática es a todas luces desprestigiar a los países que forman parte de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), a la cual acaba de adherirse, en franca libertad democrática, Honduras, porque, sencillamente, quienes dirigen el diario La Prensa, o sea, los dueños del poder económico, no forman parte del ala política del gobierno de Manuel Zelaya y no dejan resquicio alguno, sea cual fuere, para atacarlo, sin la más mínima consideración ni ética.

  Con conocimiento de causa puedo afirmar que lo que hacen con Cuba en este momento es una especie de demostración de odio sin causa justificada hacia un país que sólo le ha aportado a la nación centroamericana amor y solidaridad.

  Llegué a Honduras como reportero de prensa en noviembre de 1999 acompañando a la segunda Brigada Médica cubana que arribó a la ciudad-puerto de La Ceiba, en la costa Atlántica, una mañana lluviosa para atender a los miles de damnificados por el paso devastador del huracán Mitch. He viajado otras tres veces. Conozco el extenso territorio de esa nación de un lado a otro, incluyendo en dos ocasiones a La Mosquitia, zona selvática, casi inaccesible, bastante olvidada, donde viven miles de indios misquitos en condiciones pésimas, y adonde solo ha viajado uno de cada cuatro hondureños.

  Conocí de cerca a excelentes colegas del diario La Prensa, caracterizados todos por un elevado nivel profesional y por un estricto respeto y consideración hacia la labor altruista de los cubanos. Más que colegas fuimos amigos y en alguna medida aún lo somos.

  En ese diario, a pesar de sus fervientes posiciones derechistas a ultranza, aprecié también respeto hacia esos cientos de médicos, enfermeros y técnicos que fueron hasta los sitios más apartados y se convirtieron de la noche a la mañana en “los enviados de Fidel y de Dios”, como afirmaban muchas veces personas humildes que asistían por vez primera a una consulta. La Prensa no era agresiva con Cuba, porque se caracterizaba entonces por ser un periódico profesional y ético y más moderado políticamente.

  Pero el avance del ALBA, las bondades de Petrocaribe, la aceptación popular en Latinoamérica de gobiernos no entreguistas y serviles a los Estados Unidos, duelen mucho a quienes manejan las riendas políticas de la derecha. Y eso le ocurre ahora a los directivos y dueños de La Prensa. Piensan que tratando de desprestigiar a los países incorporados a la Alternativa, encontrarán en la muy empobrecida población hondureña rechazo pleno a la integración. ¡Qué poco conocen los ricos la forma de pensar de los pobres!

  Cuba –como le expresé en un e-mail, sin respuesta aún, a la periodista Tatiana Paz y en dos comentarios sin publicar en la página digital del diario La Prensa- no es un jardín de flores ni una tasa de oro, es un país como cualquier otro, con aciertos y desaciertos, con virtudes y defectos, con logros y problemas. Pero resultan innegables sus conquistas sociales, afianzadas en una pulcritud gubernamental que tiene a la población en el centro de toda su atención.

  A la exacerbación del mal estado del fondo habitacional en unas zonas de La Habana o a la reseña periodística del racionamiento de productos de la canasta básica mensual, todos subsidiados por el Estado, perfectamente pudieron unir  los resultados en la Educación y la Salud; la tranquilidad ciudadana; el respeto y sobre todo, la solidaridad incondicional. Porque en esa misma Habana que tanto critica ahora La Prensa por lo que “vieron” sus “enviados especiales”, hay cientos de hondureños formándose como médicos. Como  en la ciudad de Cienfuegos, en el centro-sur de Cuba, a unos 240 kilómetros de la capital, donde cerca de 300 jóvenes de esa nación centroamericana estudian igualmente la carrera de Medicina, sin costarles ni un centavo, y hospedados de manera permanente en las casas de las familias cubanas, compartiendo los alimentos, en una suerte de reedición del pasaje bíblico en el cual se multiplican los panes y los peces.

  La verdad es la verdad y el Sol no deja de alumbrar y dar vida por tener algunas manchas.

  El periodismo requiere ética, y cuando se falta a ella, como en este caso, el producto comunicativo deviene agresión mediática con muy bajo nivel profesional.

  En Cuba existe el refrán de que “primero debe mirarse el estado de la casa propia antes de criticar la del vecino”. Creo que es perfectamente aplicable en cualquier país, por lo que no hubiera resultado baladí que La Prensa, en su alarde de “objetividad” periodística, hubiese escudriñado más en lo que significará el ALBA para los pobres de Honduras; para su deteriorado sistema de salud; para los muchos indios que mueren sin atención médica; para las comunidades de negros garífunas asentadas en la costa; para las prostitutas y los niños y niñas de la calle; para los mareros (pandilleros) que aterran a la sociedad y pueden ser rescatados de ese mundo con adecuados programas sociales; para las maltrechas escuelas públicas, para…

  A los que tienen las bolsas llenas de lempiras (moneda nacional hondureña) nada de eso les importa. Sus lujosos autos tienen cristales ahumados que no permiten ver el entorno. Solo les interesa el poder.

 Y ahora, al firmar la adhesión a la Alternativa Bolivariana para las Américas y a Petrocaribe, el presidente Zelaya ha dado un paso a favor de los desposeídos y se ha enfrentado, como nunca había hecho antes mandatario alguno de ese país, al imperio del Norte, acostumbrado a dictar destinos e imponer decisiones, altamente alabado por los poderosos económicamente.

  Entonces esa realidad les duele, y deciden mandar por Latinoamérica a periodistas encubiertos a buscar “la quinta pata del gato”, sin orientarles siquiera que investiguen, que digan la verdad, que expongan lo malo y también lo bueno, que reflejen los matices, las sombras y también las luces.

  Siento pena ajena por mis colegas, víctimas del poder financiero, devenidos ahora protagonista de una historia de odio contra Cuba, un país y un pueblo que solo ha brindado y seguirá brindándole a Honduras -país hermano-, mucho amor y solidaridad.

  Sus conciencias les “pasará la cuenta” algún día.

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