Carlos Rivera Lugo - Claridad.- En 1960, el sociólogo estadounidense C. Wright Mills publicó un libro titulado "Escucha, yanqui. La revolución en Cuba". En éste describía el resultado de sus encuentros con varios líderes de la recién estrenada Revolución Cubana, incluyendo a Fidel Castro Ruz y a Ernesto “Che” Guevara, y alegaba a favor de los objetivos emancipadores de éstos. A ese propósito, le hace un llamado a Estados Unidos para que entienda el cambio profundo que ocurre en la América Nuestra a partir del triunfo de la revolución en Cuba. Sobre todo, le hablaba al gobierno de su país, aliado firme de las peores dictaduras y las más escandalosas agendas antidemocráticas en esta región nuestra.


Precisamente, el triunfo revolucionario cubano había dado al traste con una de esas criminales dictaduras, apuntaladas por el poderío estadounidense: la de Fulgencio Batista. Incluso, desde 1898, Estados Unidos se había encargado de frustrar toda aspiración de los cubanos a la plena autodeterminación. Fue Wáshington el que asesinó desde un principio la democracia en Cuba. Con la Revolución Cubana la democracia renace de sus cenizas, no para conformarse con las libertades aparentes propias del modelo liberal-capitalista, sino para aspirar a retomar sus propias raíces emancipadoras según representadas en el pensamiento de José Martí. Además de beber de sus propias raíces históricas, habrá de apropiarse del pensamiento marxista para hacer suyo el reto histórico de construir desde abajo, a partir del pueblo mismo, la zapata auténtica de cualquier sociedad democrática que merezca apellidarse como tal.

Sin embargo, el yanqui no escuchó a C. Wright Mills y desde 1960 han pasado 10 presidentes estadounidenses que se han obcecado en negarles a los cubanos, por medio de un criminal bloqueo, su legítimo derecho a gobernarse democráticamente, es decir, a partir de la voluntad soberana de su pueblo. Durante todo ese período de casi medio siglo el yanqui ha pretendido que el pueblo cubano se someta a su capricho imperial o se muera de hambre. Ha sometido a la Isla a una guerra de facto bajo la cual, para su supervivencia frente a las agresiones imperiales continuas, Cuba se ha visto obligada a privilegiar su seguridad nacional. En dicho contexto, su economía de guerra se desarrolla en medio de las más extraordinarias limitaciones, lo que hace la resistencia cotidiana del pueblo cubano un acto de ejemplar heroísmo. Y nadie debe pretender que en las circunstancias en que se ha visto forzada a sobrevivir, Cuba sea una sociedad perfecta. Los primeros que lo reconocerán siempre serán los mismos cubanos, incluyendo a sus dirigentes. La Revolución siempre ha estado presta a la rectificación para superar sus lastres, aunque siempre dentro de la Revolución.

Así que, el que quiera escuchar, que escuche, pero que escuche de verdad, lo que en efecto quiere decir escuchar con respeto y valoración justa de la diferencia que países como Cuba, como también Venezuela, Bolivia y otros representan en el actual contexto latinoamericano.

En estos días, el vicepresidente de Estados Unidos, Joseph Biden, anduvo por Santiago de Chile y San José en Costa Rica, desde donde anunció que bajo el gobierno de Obama se aspira a poner fin a la era de imposiciones unilaterales por parte de Wáshington en la América Latina. “La época en que EE.UU. actuaba unilateralmente, en que dictaba y no escuchaba, esa época se acabó”, declaró en la Cumbre de Líderes Progresistas celebrada en Viña del Mar, Chile.

Ahora bien, cuando se trata de Cuba y frente a la demanda común que se le hace a Wáshington desde todos los rincones de la América Nuestra para que ponga fin de inmediato a su ilegal e inhumano bloqueo a Cuba, de repente el yanqui parece retornar a sus acostumbrados problemas auditivos. Negando que el tema de Cuba sea una prioridad en la agenda actual de Wáshington para la reconstrucción de su relación con la América Latina, volvió a la vieja e inefectiva cantaleta de que Wáshington no habrá de levantar el bloqueo hasta que Cuba se encamine a la democracia, conforme la entiende el yanqui.

En Chile estuvo dispuesto a admitir que existe la necesidad de una transición de la política estadounidense respecto a Cuba y que son los propios cubanos los que deben determinar el futuro de dicho país. Sin embargo, punto y seguido aclaró que “Cuba no es el mayor desafío de la región ahora”, sino que “el mayor desafío es la economía”.

Ahora bien, ya en San José, en el marco de su encuentro con un grupo de presidentes centroamericanos, manifestó que Estados Unidos espera un “firme compromiso” de Cuba con “la democracia y los derechos humanos” antes de “tenderle la mano” a la Isla y proceder al levantamiento del embargo. En torno a éste, como a otros temas de interés para los mandatarios centroamericanos, Biden pidió “paciencia”, alegando que el gobierno de Obama lleva poco más de 60 días.

“El presidente Obama y yo hicimos campaña basándonos en una plataforma que indicaba que estábamos dispuestos a extender nuestra mano y verán que lo haremos. Tal vez haremos algo un poco menos que levantar el embargo, pero hay una necesidad y un compromiso firme”. Ahora bien, aseguró que de inmediato ello no significa “que no podamos mitigar las tensiones” con Cuba. “Esperamos empezar ese proceso, lo vemos como un proceso”, insistió. Finalmente recalcó que “mientras tanto, confío en que hay cosas que podemos hacer, medidas para elaborar el proceso”, ya que, según reconoció, en la actualidad en Cuba “sí existe un periodo de transición”.

La reacción cubana no se hizo esperar. Refiriéndose a las declaraciones del Vicepresidente estadounidense sobre el bloqueo a Cuba, el líder histórico de esa nación antillana, Fidel Castro Ruz, las descalificó como “lamentos plañideros que dan lástima”.

“Sus lamentos plañideros dan lástima, especialmente cuando no existe un solo gobierno latinoamericano y caribeño que no vea en esa medida antediluviana un lastre del pasado”, puntualizó en su más reciente Reflexión. Ante los intentos de Biden por justificar la continuación de un embargo rechazado como ilegal por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, el ex mandatario cubano se preguntó “¿qué ética subsiste en la política de Estados Unidos? ¿Cuánto queda de cristiano en el pensamiento político del vicepresidente Biden?” Y concluye: “Es divertido ver cómo se agitan las entrañas del imperio, lleno de problemas y contradicciones insuperables con los pueblos de América Latina, a los que pretende dominar eternamente”.

En fin, en lo inmediato y en esencia el gobierno de Obama opta por continuar con la política fracasada de las pasadas diez administraciones gubernamentales en torno a Cuba. Pide paciencia para la confección de un proceso de cambio en su política hacia Cuba que, sin embargo, sigue aún empantanada en la imposición de condiciones imperiales que vulneran el principio de igualdad soberana y constituye la misma intromisión en sus asuntos internos. El fin del bloqueo, como el fin de cualquier agresión criminal, no puede condicionarse a que la victima de la fechoría se someta finalmente a los dictados del victimario. Por eso, el fin del bloqueo tiene que ser inmediato e incondicional. De lo contrario, lejos seguimos estando de la posibilidad de que las relaciones entre los estados se conduzcan por medio de un Estado de derecho realmente democrático, con pleno respeto a la pluralidad y ante el cual todos son iguales. De lo contrario, seguimos padeciendo el Estado de hecho legado por el anterior gobierno de George W. Bush, bajo el cual la efectividad de los actos de pura fuerza de los más poderosos pretenden seguir imponiéndose y validándose dentro de un orden político internacional centrado en fines estrictamente utilitarios y carente de fines moralmente edificantes.

No empece a que el gobierno de Obama no acaba de producir hechos que avalen la retórica sobre su alegado compromiso de inaugurar un nuevo capítulo histórico en las relaciones con la América Latina, aún hay quienes ven una nueva actitud de parte de Wáshington. Al final del encuentro en San José, el vicecanciller de Nicaragua, Manuel Coronel, opinó que había sentido que “por primera vez el imperio vino a escuchar” y que Biden “traía un tono de cierta humildad que nunca habíamos visto en el imperio”.
¿Escuchará por fin el yanqui?

Contra Cuba
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