Guillermo Nova - La República.- Joseph Biden a finales de Marzo en Viña del Mar, declaró que “se acabó la época en la que dábamos órdenes”, forma suave de llamar a cuartelazos y golpes de Estado, pero que sirve de proposición de buenas intenciones para abrir un clima de diálogo.
Pero el vicepresidente estadounidense olvidaba que a su administración todavía le quedan órdenes por dar, como por ejemplo ordenar el fin del respaldo a grupos terroristas que atentan contra intereses civiles y comerciales cubanos, ordenar que se termine con la financiación de grupos opositores en el interior de la Isla, ordenar el apagón de la señal de la Radio y Televisión Martí y como no todavía le falta ordenar el fin del bloqueo contra Cuba.
Razones sobran para pedir su fin, aunque no me voy a referir al anacronismo del bloqueo, como si una medida como esa tiene razón de ser en algún momento de la historia, ni tampoco porque la mayoría de los ciudadanos estadounidenses estén en contra del mismo, podrían estar a favor y no por ello ser justificable, y aún así estas razones se dan ahora mismo, sino porque el bloqueo es una injerencia en el destino de otros pueblos, porque simplemente es un genocidio contra el pueblo cubano.
A Cuba se la castiga por la osadía de querer ser por si misma y también como ejemplo a quienes sueñen con imitarla, pero en los últimos años elección a elección cada vez hay más países en el continente que deciden imitarla.
Obama tiene una oportunidad en la próxima cumbre de las Américas, para demostrar que de verdad quiere cumplir con sus promesas electorales de cambio de políticas, diferenciándose de su predecesor y no reducirse a maquillar el bloqueo, pero para ello Washington tiene que romper marras con un lobby mafioso ante el cual se postra deshonradamente.
La actual correlación de fuerzas continental, a la que se tendrá que enfrentar en la próxima reunión de la Organización de Estados Americanos, deja claro que Estados Unidos ya no se encuentra en tiempos de la euforia del neoliberalismo ante la caída del campo socialista, ya no se encuentra en tiempos de la hegemonía del consenso de Washington, el imperio ya no está para dar órdenes sino para recibirlas.
Es tiempo que den las últimas órdenes, pero sobre todo es tiempo de que empiecen a acostumbrarse a ordenar sólo sobre si mismos.
