Raúl Fernández - TerceraInformación.- El pasado sábado, la conocida bloguera cubana Yoani Sánchez, denunciaba en su blog, Generación Y, que había sido víctima de una retención ilegal y de una dura serie de agresiones. Inmediatamente, todos los grandes medios de comunicación se hicieron eco del ’post’ en el que esta licenciada en Filología narraba su versión de los hechos. Tres hombres sin identificar la exhortaron a subir a un coche. Ella y su acompañante se negaron y “a partir de allí se comenzó a generar un ciclo de violencia por parte de ellos”. Yoani Sánchez explica que fue forzada a entrar en el vehículo, donde casi fue asfixiada por uno de sus captores y golpeada en la cabeza por otro. Esto es lo que dice Yoani Sánchez. 
En un foro de debate ideal, la siguiente aclaración no sería necesaria, pero como analizamos un artículo escrito en La Habana, este artículo prefiere aclarar que la retención ilegal, las agresiones y las intimidaciones a una periodista resultan censurables en Cuba, en España y dondequiera que se perpetren.

Este artículo no pretende desmentir los hechos que cuenta Yoani Sánchez. Ignoramos si los hechos denunciados se corresponden con la realidad y carecemos de medios para contrastarlo. Hablemos, pues, de periodismo.

Según el Libro de estilo del diario EL PAÍS, diario que publica la noticia que analizamos, el titular de un artículo debe corresponderse con su contenido. Concretamente dicta: “Los titulares han de ser inequívocos, concretos, asequibles para todo tipo de lectores y ajenos a cualquier clase de sensacionalismo. Asimismo, serán escuetos, aunque nunca se sacrificará la claridad expositiva a su brevedad, ni se eludirán las normas elementales de la sintaxis castellana”.

Este texto de Mauricio Vicent se titula así: “La ’bloguera’ Yoani Sánchez, agredida por la policía cubana”. Sin verbo, con una coma. ¿Qué denota ese signo de puntuación? Puede querer decir dos cosas. “Yoani ha sido agredida” o “Yoani dice que ha sido agredida”. Aunque todos sospechamos lo que quiere decir, semeja que el autor no puede saber si lo que denuncia Yoani Sánchez es cierto o no, así que opta por reproducir la versión de la denunciante bajo un titular hábilmente ambiguo. Una coma sustituye al verbo, pero esta coma no es ningún verbo y, por tanto, puede serlos todos. El titular, en fin, se queda sin ser “inequívoco” ni “concreto” y, más bien, sacrifica “la claridad expositiva a la brevedad”. ¿Sólo a la brevedad?

Si se trata de informar, omitir el verbo en un titular no parece lo más honrado ni ayuda, desde luego, a precisar los hechos. Sobre este asunto, el recoocido Libro de estilo del diario también tiene algo que decir: “Los titulares responden fielmente a la información. En los casos de noticias, se desprenden normalmente de la entrada y jamás establecen conclusiones que no figuren en el texto. Los titulares y la entrada deben satisfacer la curiosidad primera del lector, que ha de quedar enterado de lo que ocurre sin necesidad de acudir al resto de la información”. Como la entrada de la noticia no asevera que Yoani haya sido agredida, sino que Yoani dice que ha sido agredida, la misteriosa coma del titular implica que el autor no da por irrefutable la versión de la denunciante, sino que se limita a contar lo que ella cuenta. Pero, ¿por qué habla sólo ella?

Vicent despacha su narración en cinco párrafos, espacio más que suficiente, intuimos, para incluir la versión de la policía cubana, acusada de cometer un acto de suficiente gravedad como para conformarse con una sola versión. Pero nada, la versión de la policía o de alguna autoridad oficial cubana no aparecen en ningún sitio. ¿Descuido, negligencia? “En los casos conflictivos hay que escuchar o acudir siempre a las dos partes en litigio. Aquellos dudosos, de cierta trascendencia o especialmente delicados, han de ser contrastados por al menos dos fuentes”, pide, de nuevo el Libro de estilo de EL PAÍS. ¿Opinará Mauricio Vicent que este caso no es conflictivo, dudoso, de cierta trascendencia o especialmente delicado? Se diría, más bien, que cumple todas estas premisas, salvo, acaso, la de ser dudoso. Al menos nadie ha puesto en duda los hechos narrados por Yoani. ¿Será simplemente que el autor lo ha intentado, pero no ha conseguido localizar a una fuente autorizada en la Administración cubana? Puede ser, pero si así fuera, también debería hacerlo constar porque lo dice, en efecto, nuestro ya conocido Libro de estilo: “Siempre se hará constar, en su caso, que determinada persona supuestamente perjudicada por una información no ha sido localizada. Pero se explicará con esta fórmula o similar: ’este periódico intentó ayer, sin éxito, conversar con Fulano de Tal para que ofreciera su versión’”. Ni rastro de esta fórmula o similar. Ni en el artículo, que llegó a ser una de las noticias más leídas del día en la web del diario, ni en los días siguientes.

Tal vez seamos demasiado exigentes con el autor, pensará algún lector. Y lo cierto es que sí, el libro de estilo es una pesadilla, negro sobre blanco, para cualquier redactor del diario global en español. “El Libro de estilo EL PAÍS contiene normas de obligado cumplimiento para todos los cargos del periódico, los redactores y los colaboradores. Nadie estará exento de esta normativa “, incluidos los corresponsales en La Habana, Caracas y La Paz. ¿O no?
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