Lorenzo Gonzalo Foto © Virgilio Ponce – Cubainformación.- Miami, 19 de Octubre del 2010, Tarde nos enteramos que, en la Asamblea General de la ONU, la cual tiene lugar todos los años en los primeros dos meses del último trimestre, el Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez y el Viceministro de Relaciones Exteriores para Asuntos Hemisféricos, Arturo Valenzuela, se reunieron en New York. El Señor Bruno es el Ministro Cubano y el Sr. Valenzuela es el Viceministro de Estados Unidos. En éste último país, al ministerio de relaciones exteriores le llaman Departamento de Estado.


Según las informaciones que nos llegan por una prensa de dudosa credibilidad, el periódico El Nuevo Herald de Miami, la reunión fue para solicitar la liberación de Allan Gross, un señor que trabaja para una firma llamada DAI, la cual a su vez recibe fondos de un organismo estatal estadounidense llamado USAID. Esta sigla significa “ayuda estadounidense”.

La compañía DAI se dedica a “recomendarle soluciones” a los países pobres para que “prosperen”. Entre otras cosas les dice “cómo deben gobernarse”. La agencia USAID se dedica fundamentalmente a “llevar la democracia” al mundo.

No creo que deba criticarse a un país por pretender que tiene la verdad y proponga a los demás que bailen al son de su música. Los soviéticos lo hicieron. Los países europeos cantan sus glorias y no les han faltado voces que insinúen que, gracias a ellos, el mundo respira. Cuba, un país pequeño, dice que su mentor independentista, considerado el Apóstol de la Independencia, expresó el espíritu americano.

Es natural, un signo de madurez y motivo de admiración, que ensalcemos a nuestros hijos y veneremos a los padres buenos. Por eso no vamos a criticar que Estados Unidos tenga un organismo para “orientar su verdad”. Sin embargo, lo que no puede tolerarse es que, para alcanzar ese fin, se infiltre, busque resquicios en las debilidades de otras fronteras y subterfugios que lo hagan parecer la Caperucita Roja, cuando detrás de esa imagen se esconde un lobo feroz. No puede entenderse que un postulado enarbolado como ejemplo, se imponga por la fuerza de poderío alguno.

Este es el caso de Alan Gross.

El señor fue a Cuba para “enseñar cómo deben comportarse los demócratas”. Contactó gente desafecta al Estado Cubano, les llevó equipos de comunicación y enseres de difusión, para que realizaran labores orientadas a cambiar la esencia de un Estado que, con muchas dificultades, Cuba intenta organizar. El señor recibe fondos de una agencia gubernamental estadounidense, realizaba una labor que todos saben está orientada a socavar el Estado y por ende a su gobierno. La propaganda lo quiere presentar como alguien bueno que hacía cosas buenas. Es posible que sus sentimientos sean los mejores, pero la labor que realizaba, está orientada por un Estado, que durante cincuenta años, ha utilizado a personas, casi todas de origen cubano, que no han tenido a menos cometer actos de sabotaje, terroristas y crímenes horrendos de gente inocente. El señor, en el peor de los casos es un insurgente y en el mejor de todos es un agente de Estados Unidos.

Cinco cubanos presos en Estados Unidos, también son agentes de Cuba.

La diferencia es que estos últimos realizaban labores para prevenir que actos terroristas se cometieran en la Isla y Alan Gross realizaba una labor orientada a subvertir el orden interno de ese pequeño país.

No sabemos, al menos quien escribe no lo sabe, si en verdad la reunión del Sr. Valenzuela y el Ministro cubano, Bruno Rodríguez, fue para conversar sobre la liberación del agente y activista insurgente Alan Gross.

Para quienes hemos seguido, sin apasionamiento, el caso de los Cinco Agentes cubanos Luchadores Antiterroristas, no nos caben dudas que, si en esa reunión de Nueva York se habló de la liberación de Gross, el Ministro puso por delante la libertad de los Cinco cubanos.

Entre el uno y los otros, hay la misma diferencia que existe entre La Guerra y la Paz.

Las personas honradas no deben cansarse de repetir que la insistencia por la liberación de esos Cinco cubanos, no es por identificación con el gobierno de ese país, sino cuestión de elemental justicia. Coincidir con un Partido o con un gobierno, no es apoyar su programa de acción.

La injusticia cometida en contra de los Cinco, no es por su detención o su encarcelamiento y ni siquiera por haber sido condenados. La injusticia está sustentada en las condenas excesivas que recibieron, por el simple hecho de no haberse registrado como agentes extranjeros, tal como establecen las leyes de Estados Unidos. La otra injusticia es que esas condenas son un reflejo de la política reiterativa del gobierno estadounidense respecto a Cuba, como lo demostraron los subterfugios para que el juicio se celebrara en la ciudad de Miami. De casi todos es sabido que Miami, es una ciudad cuyos medios de comunicación son controlados, orientados y pagados, por una pequeña y poderosa militancia subversiva, que aboga por el derrocamiento del gobierno cubano.

Este es el nódulo central de la solidaridad con esos Cinco cubanos. No es la primera vez que se cometen grandes injusticias por razones políticas, partidistas o dogmáticas. Pero al margen de que esas ocurrencias han sido una realidad en la historia de muchos países, el valor de la justicia debe prevalecer.

Alan Gross cometió un doble delito en Cuba. El primero consistió en no decir que representaba una agencia gubernamental estadounidense, o sea, que es un agente de Estados Unidos; el segundo, fue realizar una labor que no era para prevenir crímenes como intentaban los Cinco cubanos condenados en Estados Unidos, sino para subvertir el orden interno de la Isla.

No hay razones para poner en libertad a Alan Gross, si no son puestos en libertad los Cinco cubanos. Incluso si comparamos los delitos y un acuerdo de esa naturaleza se realiza, sería una generosidad de las autoridades cubanas aceptar el cambio. Si de valor de cambio se tratara, digo (parodiando a Cesar Vallejo) si de eso se tratara, Cuba estaría pagando mucho más que el doble. Para que fuera justo se requeriría una solución salomónica: habría que partir a Gross por la mitad. La primera mitad para llevar los Cinco a Cuba y la otra, para que terminara el Bloqueo, o sea, las agresiones contra el Estado cubano.

Alan Gross conspiró contra un Estado para provocar su desestabilización y los Cinco hicieron lo posible por evitar que se cometiesen violaciones de la Ley estadounidense y cooperaron para la eliminación del terrorismo internacional.

Guerra y Paz, es la diferencia entre el uno y los otros. Hay poco que discutir. Simplemente, es lo justo. Confiemos en la justicia.

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en los EEUU y subdirector de Radio Miami (www.radio-miami.com)

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