Lorenzo Gonzalo* - Cubainformación.- Los tres Presidentes con quienes Obama pudiera compararse, son Roossevelt, Truman y Jimmy Carter.

Estas son las más usuales similitudes que hacen los analista políticos de Estados Unidos.


Su parecido con Roosevelt surge a raíz de su elección como un Presidente que promete realizar profundas reformas de la economía estadounidense.

Roosevelt socializó la seguridad social, sentó bases para universalizar el cuidado de salud de las personas de avanzada edad y acentuó la presencia del Estado en las decisiones económicas, promoviendo grandes obras nacionales, que permitieron reactivar la economía a raíz de la gran depresión de 1929.

Sin entrar en mayores detalles, este fue el legado de Roosevelt y en ese sentido la comparación con un Obama que predicó “cambiar América”, los asemeja. Debemos aclarar que para el estadounidense medio, Estados Unidos es América. Este quizás sea uno de los pensamientos más irrespetuosos que puedan existir de las etnias que componen el Continente Americano, el cual esta integrado por el Norte y el Sur.

Con Harry Truman, la comparación comienza por el resultado de las elecciones parciales que tuvo lugar al año y medio de ejercer la Presidencia en substitución del fallecido Roosevelt. Fueron las elecciones de 1946. El 55% de los escaños del Congreso fueron ganados por los republicanos. La mayor victoria del Partido Republicano desde 1928. Luego vino el período que tuvo que gobernar con un Congreso de minoría Demócrata y finalmente gana imprevistamente las elecciones de 1948, donde continúa gobernando con desventaja congresional.

Al pasar los años Truman es considerado por muchos uno de los grandes Presidentes del país por su éxito con el Plan Marshall y la reconstrucción europea, una política que estimuló geométricamente el crecimiento económico de Estados Unidos al convertirlo en el suministrador de Europa. Su dureza para con los militares, despidiendo al General McArthur, reivindicó el gobierno civil por encima del militar, una tradición que se remonta a los comienzos del país. También es admirado por su fortaleza para asumir responsabilidades.

En el mundo en general se le recuerda por haber ordenado el lanzamiento de la bomba atómica sobre Japón, la Doctrina Truman, instrumentada para perseguir a las personas de pensamiento social orientado a la transformación del Estado, la formación de la OTAN y la Guerra de Corea. Sin embargo desde el punto de vista de los ciudadanos en general, marcados por un pensamiento nacionalista y utilitario, basado en los beneficios obtenidos por Estados Unidos al convertirse en el único país con posibilidades casi ilimitadas de crecimiento, Truman significó y continúa significando, un Presidente de importancia.

El otro Presidente con el cual se le compara es con Jimmy Carter. En su campaña de 1976, Carter prometió transformar la presidencia, buscar un acomodamiento de las religiones dentro de la pluralidad existente en el país, una política centrista nueva y un cambio de tono. Obama llegó a la Administración con un discurso semejante. Al poco tiempo de la presidencia de Carter se hizo evidente el disgusto de los votantes y según su Vicepresidente, Walter Mondale, eso ocasionó que el Presidente comenzara a perder confianza en su capacidad para mover al público. En la más reciente publicación de Jimmy Carter, sobre su diario en la Casa Blanca, manifiesta que “abrumó al Congreso con una variedad excesiva de solicitudes controversiales y políticamente costosas”. Obama se ha caracterizado por algo semejante. En cuanto a política exterior, Obama esta haciendo lo posible por no cometer los errores de Carter. Sin embargo, Walter Russell Mead, un Consejero de Relaciones Exteriores durante su Presidencia, considera que un Presidente del pensamiento de Obama, quien acostumbra acentuar la defensa de los “derechos humanos”, puede caer fácilmente en la tentación de acusar a países débiles, olvidando aplicar el mismo rasero a otros como Rusia, China, Irán y a quienes son sus aliados fuertes. El sentimiento generalizado entre los demócratas, respecto al costo que significó para el Partido Demócrata, la débil política del Presidente Carter, ha renacido luego de la debacle de las últimas elecciones de noviembre de 2010.

Aunque válida todas estas comparaciones, son más bien un ejercicio de recordación de circunstancias parecidas y fundamentalmente constituyen un dato curioso.

Sí es cierto que Obama puede estar haciendo cosas que permitirán a generaciones futuras recordarlo como un Presidente que defendió los intereses tradicionales, y que en la actualidad ha incurrido en errores que el establishment real no ha perdonado a otros que quienes hicieron lo mismo.

Tanto Roosevelt, como Kennedy que no se menciona, Carter e inclusive otros, llegaron al poder por un movimiento popular, cuyas esperanzas fueron despertadas por un nuevo discurso y un estilo que, de cierta manera, era diferente.

Esta oleada popular, especialmente en los sectores más jóvenes, no fue capitalizada ni por los anteriores ni por Obama.

La maquinaria Administrativa del Estado está confeccionada dentro de la unanimidad y excluye no solamente la pluralidad, sino el rompimiento de estilos o la introducción de nuevas modalidades. El establishment agradece más a Truman haber resuelto el conflicto cívico militar creado por MacArthur, que la manera inmoral con que dio fin a la guerra y las amplias perspectivas que su política del Plan Marshall significaron para el país. No quiere decir esto que no les consideren importancia a estos actos pero hacer valer el principio de la homogeneidad del Poder, es para ellos lo más importante.

La clave del sostenimiento de un Poder que en apariencia parece renovarse, estriba precisamente en el cumplimiento irrestricto de ciertos procedimientos.

Administrar el Estado de determinada manera y su sagrado cumplimiento, limita la acción de nuevos liderazgos y mucho más, la presencia de fuerzas en el Poder, capaces de contestar y criticar al Congreso y al Poder Judicial, buscando apoyos ciudadanos masivos, con el objetivo de introducir nuevas reformas y reorientar la sociedad de acuerdo a las realidades colectivas. La renuncia a tales acciones por parte de Presidentes electos con grandes apoyos populares, amarrados a este cinturón, favorable únicamente a los pequeños intereses en que se ha convertido el núcleo de Poder en Estados Unidos, ha impedido orientar el país por nuevas avenidas que ayuden a evitar las grandes crisis que periódicamente confronta.

El verdadero parecido de Obama con otros Presidentes es su inmovilidad total, su incapacidad para romper con una tradición no sustentada en las realidades de hoy y su temor a enfrentar un terreno que le podría costar muy caro.

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en los EEUU y subdirector de Radio Miami. (www.radio-miami.com)

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