Angel Rodríguez Alvarez - AIN.- El 12 de julio de 1997, después de tres décadas de estar oculto en un punto desconocido de la geografía boliviana, donde la CIA intentó desaparecerlo con la estúpida intención de tender sobre ellos un manto de olvido, los restos de Ernesto Guevara y varios de sus compañeros, regresaron al suelo de la Patria.
Pero el regreso, lejos de ser luctuoso, fue como el de los estandartes victoriosos, cuyo ejemplo inspira y alienta, y no podía ser diferente, cuando se trata de quien se convirtió, desde mucho antes de su muerte, en fuente de luz para los oprimidos y desposeídos.
La búsqueda de los huesos queridos fue realizada por un numeroso equipo de científicos cubanos y argentinos, labor paciente y compleja signada por la dedicación apasionada a lo largo de más de dos años, por quienes comprendían el enorme significado de proporcionarles un lugar para el reposo definitivo y el homenaje perpetuo.
Llegar a la zona del enterramiento requirió todo un año de investigación histórica detallada, que permitió establecer las áreas de interés sobre las cuales se aplicó la más diversa y moderna técnica, desde sobrevuelos, fotografías aéreas y análisis de teledetección. El estudio se remontó a los principios del siglo XX, cuando comenzó la construcción de la pista aérea de Vallegrande donde se presumía estaban los restos.
"Nuestros técnicos hicieron un mapa de isolíneas a fin de determinar los movimientos de tierra que se hicieron en la época para trazar la pista y saber cuáles eran movimientos de tierra que pudieran estar justificados por eso ", ha declarado al periódico Granma el doctor Jorge González, el científico cubano que dirigió la operación desde su comienzo y en la cual invirtió poco más de dos años de trabajo continuo.
González, entonces director del Instituto de Medicina Legal de Cuba y actualmente Rector del Instituto Superior de Medicina Victoria de Girón, explica cómo nada quedó a la improvisación y ofreció interesantes detalles sobre la minuciosa labor materializada.
"También hicimos un levantamiento fotográfico para comparar y saber qué árbol nació, cual no nació, qué zanja se llenó: cual se abrió. En fin toda una dinámica de suelo que incluyó la caracterización de la geografía del valle de Vallegrande.
"Para ello nos remontamos 10 mil años atrás para descubrir cómo se formó el valle, cuáles eran las piedras que estaban, las que no tenían que estar, de dónde venían los corrimientos de piedras, las tierras cuáles eran. Se clasificó el suelo, el Ph, el color, todos los elementos geoquímicos, metro a metro, dentro de la pista."
Tras el hallazgo vendrían las arduas y meticulosas labores de identificación. Comprobados los datos con los del grupo investigador, fueron entregados al fiscal y el forense bolivianos encargados del proceso legal, las 10 carpetas con toda la información que apuntaba a la coincidencia entre estos y los restos identificados.
El regreso del Che a la tierra donde escribió tantas hazañas y se convirtió en experimentado combatiente por la redención del ser humano devino un nuevo combate victorioso, esta vez librado con armas tan valiosas como la ciencia y la técnica, manejadas con persistencia y el fervor patriótico y revolucionario de decenas de expertos.
Gracias a ese esfuerzo, Cuba pudo recibir hace 10 años, con los restos del Che y sus compañeros, y en las difíciles condiciones del período especial, lo que el presidente Fidel Castro calificó con justa precisión, como el Destacamento de Refuerzo, y la humanidad pudo contar con un sitio para el homenaje, la reflexión y el compromiso.