Orlando Lamas León - Granma.- Mucho se habla y especula en medios de prensa internacionales sobre los "cambios" en Cuba. Cubanos autorizados a usar celulares, reza uno de los titulares que se hizo acompañar por otros referidos a las ventas de artículos electrodomésticos o el acceso a los hoteles que prestan servicios en divisas.

Bienvenidas estas y otras decisiones que eliminan restricciones o prohibiciones vencidas por la vida, muchas de ellas tomadas, precisamente con el propósito de evitar las desigualdades, en momentos de duro enfrentamiento con Estados Unidos, de sobrevivencia y en medio del reforzamiento del bloqueo, devenido doble cerco tras la desaparición del campo socialista y de la Unión Soviética.

Claro que no volverán de golpe, y mucho menos por decreto, aquellos días en que alquilar un fin de semana en el Habana Libre estaba a la mano, o cuando las familias cubanas se iban de Vuelta a Cuba o la época del turismo nacional hacia los países socialistas.

El peso tenía un mayor valor y los salarios eran un estímulo al trabajo. La oferta cumplía su cometido y no hacía falta tener divisas en el bolsillo para aspirar a una vida mejor o resolver determinada necesidad.

Eran tiempos mejores, dicen de aquellos años 80 mis hijos adolescentes, a quienes cuento la historia completa, incluso sobre el trato preferencial y de equidad de nuestro comercio con los países socialistas, y en particular con la URSS, inimaginable hoy en las condiciones del llamado libre comercio.

Creo que en este sentido estamos en el camino de vuelta, entiéndase en el de abrir nuestras potencialidades para sentar las bases e impulsar la construcción del socialismo, expresión superior hacia la satisfacción creciente de las necesidades espirituales y materiales de la sociedad.

Es un proceso que ocurre en diferentes condiciones y en otro panorama geopolítico, al que llegamos por la proeza de sobrevivir a la debacle del socialismo europeo y de resistir el embate furioso de Estados Unidos, en sus aprestos por dar la última estocada.

Ha sido un camino duro, en el que tuvimos pérdidas. De ello se habló en el VII Congreso de la UNEAC y es motivo de análisis en diversos foros. Estamos entonces, en un momento de balance, reflexión y construcción, tras el debate nacional que, impulsado por Raúl, devino tribuna popular y contribuyó decisivamente a la corrección del tiro que Fidel había reclamado en aquel discurso en el Aula Magna de la Universidad de La Habana en noviembre del 2005, en el que nos estremeció la mata con su alerta de que el proceso revolucionario puede incubar sus más letales gérmenes, si no se previene a tiempo la enfermedad.

Era un llamado a retomar la ética revolucionaria, a defender el cambio, ese que ha distinguido a Cuba por sus valores, como aquellos que han sido decisivos para derrotar al apartheid en África y para salvar vidas en rincones alejados, pero alumbrados por la solidaridad y el internacionalismo.

Esa espiritualidad nos tiene que acompañar para afrontar las complejas tareas de hoy y mañana. Los buenos tiempos tendrán que volver, pero nos toca cosecharlos con trabajo e inteligencia, porque, como subrayó el líder de la Revolución "los problemas actuales de la sociedad cubana requieren más variantes de respuestas para cada problema concreto que las contenidas en un tablero de ajedrez".

El grueso de esas respuestas significa mucho más que levantar prohibiciones, en particular aquellas variantes que cambian mentalidades a favor de incentivar la producción, sobre todo de alimentos.

La Revolución Energética nos devolvió a muchos la mentalidad del ahorro como fuente de ingresos y debemos aspirar a que sea de todos. La espiral de precios de los alimentos en el mercado mundial enfatiza que la sustitución de importaciones es un asunto de vida o muerte.

Ya comienzan a verse resultados, que han sido tratados en nuestras páginas. La batalla contra el marabú, entre otras, es parte de una estrategia para convertir tierras ociosas en productivas y dignificar a aquellos que la trabajen. Incentivos al productor, descentralización de un grupo de decisiones, entrega de tierras son ingredientes de la nueva concepción agrícola del país.

La agricultura se perfila así como escenario de transformaciones que a mediano plazo deben impactar, para mejor, en la población. Lo avizoro, además, cual trampolín de otros cambios.

Alguien me decía: "Ahora nos parecemos a los demás", en alusión a las medidas sobre el acceso a servicios que se cobran en divisas (celulares, hoteles, renta de autos) y, por tanto, beneficiarán a una minoría, cuya solvencia no siempre está asociada a la máxima socialista de "a cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo".

Pero estas medidas no nos hacen olvidar que lo que más necesitamos es parecernos cada vez más a nosotros mismos, en el entendido de que lograremos construir el socialismo, para alcanzar la sociedad de superiores cotas económicas y culturales. Será el verdadero cambio, y el mejor premio a nuestro trabajo, a la resistencia y sacrificios de varias generaciones de cubanos.

A los analistas y quienes se dedican a describir "la nueva realidad cubana" queriendo hacer ver que las medidas que se están aplicando en diversas esferas son decisiones unipersonales, les recuerdo que forman parte del proceso iniciado y convocado por Fidel, profundizado por Raúl y la Dirección del Partido, sazonado con la opinión sana y abierta de millones de ciudadanos que criticaron y sugirieron mucho para perfeccionar nuestra obra, léase nuestro socialismo, como garante para no regresar nunca a la Cuba de antes de 1959. ¡Ese fue el año en que comenzaron los verdaderos cambios!

 

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