J. R. Fuentes - La Jiribilla.- El prodigio inexplicable que significa el teatro en estado puro, la magia de un espectáculo que se apoya en el poder casi hipnótico de los intérpretes y en su capacidad para estimular la percepción, crear imágenes, elevar el espíritu, emocionar y pactar con la inteligencia, estuvo en el escenario de la Casa de Cultura, con la representación del grupo teatral El Ciervo Encantado, dirigido por la actriz, pedagoga y acérrima artista Nelda Castillo, invitada especial del Festival del Cine Pobre quien también, participó en el coloquio sobre dramaturgia del siglo XX.


En la Casa de la Cultura vimos —y ojalá se inunde aquel espacio con el mucho público que merece este soberbio espectáculo, animado por uno de los colectivos teatrales más ingeniosos, heterodoxos e innovadores del teatro cubano contemporáneo—  Un elefante ocupa mucho espacio, concebido para todos los públicos, especialmente el infantil y juvenil, una parábola que combina las múltiples tristezas y alegrías características del mundo circense.

Cada uno de los tres actores (están en Gibara Mariela Brito, Lorelis Amores y Eduardo Martínez) hace varios personajes típicos del circo, y están todo el tiempo en escena, pues entre otros muy diversos propósitos, Nelda y su grupo aspiran a revalidar el papel primigenia del histrión como esencia del teatro, al tiempo que asumen lo experimental no desde un punto de vista sofisticado y culterano (aunque no renuncien para nada a la complejidad ni a lo culto) sino que, en opinión de la propia Nelda “la experimentación es creación”, lo que para ellos el riesgo y la artisticidad no significan aburrimiento ni mucho menos pedantería.

Un elefante… ha sido representado en varios y muy diversos países, y en todas partes, desde Corea del Sur hasta Colombia o Canadá, se estableció esa corriente de comunicación sutil, lograda por el poder de sugerencia de una puesta que refuerza lo visual, y rescata el espíritu ritual-humanístico que significó el teatro, al menos europeo, desde el Medioevo en adelante.

Nelda asegura que puede hasta respetar a los creadores que han convertido el teatro en parafernalia tecnológica, suceso programado, repetitivo y grandilocuente, pero a El Ciervo Encantado le interesan más los retos humanos, la frescura de las puestas sin clausura, la vitalidad de conseguir en cada puesta algo diferente, porque el actor no es una máquina, se siente diferente todos los días, y está ligado a su entorno de un modo distinto entre una representación y la próxima. Así que ellos han preferido buscar su estilo en la investigación exhaustiva en torno al tema de la obra (casi siempre aportado por las complejidades del ensayismo o de la novelística) y en la improvisación enriquecedora y afín con los presupuestos originarios del texto y de la puesta.

“Mis espectáculo tienen esencia ritual —asegura Nelda— y siempre es un reto conferirle animación y espectacularidad a las ceremonias, y no perder ese equilibrio entre espíritu e instinto, belleza y animación. El teatro debe atrapar al espectador con otra necesidad, es algo vivo, visceral, que debe presentar altos conceptos pero jamás perder su contacto con la vida de la gente. Tal vez por eso nunca hemos adaptado textos teatrales clásicos, sino que nos apropiamos de conceptos e ideas aportados por autores como Esteban Borrero Hecheverría, Virgilio Piñera, Fernando Ortíz, Severo Sarduy, Guillermo Cabrera Infante o  Reinaldo Arenas, cuyas obras, o al menos fragmentos de las mismas, dieron lugar a puestas tan famosas como El ciervo encantado (1996), De dónde son los cantantes (1999), Pájaros de la playa (2001), La siempreviva (2004) y Visiones de la cubanosofía (2005), propuestas apoyadas en un lenguaje que concilia tradición y nuevas poéticas en un todo integrador y, lo más raro, perfectamente orgánico.

Según se puede leer en uno de los sitios web oficiales que dan cuenta del brillante recorrido de Nelda y su grupo (aunque en este momento no tengan sede fija y adecuada, a pesar de que apenas se divulguen nacionalmente sus impresionantes logros)  “a partir de la constante indagación en las potencialidades psicofísicas del actor, el grupo ha intentado develar las zonas oscuras del alma cubana; lo cual desde el punto de vista de lo teatral ha permitido la conformación de un lenguaje propio, caracterizado por el marcado interés en el dominio del entrenamiento actoral, en un training que propicia la metamorfosis del actor en un cuerpo-canal, cuerpo soñado, a través del cual se expresan ancestros y seres desconocidos que forman parte del mapa genético del intérprete y del inconsciente colectivo de la nación”.

Un elefante ocupa mucho espacio es versión de Nelda Castillo sobre un texto de la argentina premiada por el concurso Casa de las Américas Laura Devetach, pero debe aclararse que la puesta apela menos que el relato a las moralejas y a las apuestas concluyentes y unidireccionales, pues, como todas las puestas de Nelda y de su grupo, consigue que el espectador disfrute con el cuerpo entero y con todos sus sentidos e instinto, más allá incluso de la razón y el orden, aunque jamás se renuncie a la inteligencia ni a la ternura ni al humor. En fin, ni un solo adjetivo ni una sola descripción más. Es una experiencia que se comprende solo cuando se presencia.                                           

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