Gabriel Molina - Granma.- Recordando con Gabriel García Márquez a Jorge Ricardo Masetti en los días de fundación de Prensa Latina, que en el 2009 llegará a su aniversario 50, surgió la idea de reunirnos por tercer año consecutivo con el poeta Ángel Augier, nuestro compañero de aquellos días de 1959 cuando trabajábamos en la Agencia. De entonces data también su primer acercamiento a Fidel y a "la primera revolución de verdad que veía".


Llamé a Augier y estaba en un momento depresivo en sus 97 años. Su hija Gisela dudaba sobre la posibilidad de que pudiera conversar. Pero se le iluminó el bombillo, comprendió que tal vez sería estimulante y me pidió que esperase, pues iba a decirle que lo procurábamos. En efecto, reaccionó muy positivamente y cuando le dije que queríamos verlo con Gabo, se puso contentísimo.

Volví a hablar con Gisela al día siguiente, estaba arrebatada de satisfacción: la sola posibilidad de la visita, fue para el poeta como una fascinante musa. Una vez más se demostraba cómo la voluntad, el cerebro, puede desempeñar un papel importante en la salud. Gabo, Mercedes, Conchita Dumois y yo "aterrizamos" en su casa temprano en la tarde del miércoles último.

Fue un encuentro emotivo y feliz para todos, los visitantes y los visitados, Augier con sus 97años y 3 generaciones de sus descendientes. Los recuerdos afloraron una vez más, mientras disfrutábamos el documental de Miguel Torres sobre la vida y obra de Ángel.

Semejante género de sentimientos fraternales afloraron más tarde, en el Hotel Meliá Cohíba. Pasadas las 3 p.m., ya estaba el restaurante casi vacío. Eso permitió que desde altos funcionarios de la cadena, chefs, camareros, hasta los más modestos trabajadores desfilasen por la mesa. Comenzaron estrechándole la mano, y se fueron atreviendo más y más. Trajeron libros para que los dedicase, pidieron retratarse con él.

Pensé en la abrumadora sensación que puede provocar la celebridad. Tan agradable que resulta la amable timidez con la que se acerca la gente a los famosos, es solo cuestionable por la intimidad perdida cuando se manifiesta por todas partes, a cualquier hora. Gabo completó la muestra de cariño, ingenio y gentileza que comenzó con Augier, recibiendo los admirativos halagos con insospechada disposición acogedora, paciencia y sencillez, que sorprendía y a la vez estimulaba noblemente a estos trabajadores cubanos y españoles. Algunos le dijeron que no tenían libros suyos en ese momento. Les prometió que volvería al día siguiente para complacerlos. Y lo cumplió.

Cuando se publicó la Reflexión del compañero Fidel el jueves pasado, el Gabo y Mercedes estaban muy impresionados, como anonadados: "Lo que escribió Fidel me dejó frío, helado. Tengo la impresión de haberle conocido ayer. Nunca lo había visto así, tan cariñoso", nos dijo a Julio García Espinosa, Lola, Conchita Dumois, Ana María y a mí.

"Estaba cariñoso y relajado. Se habló de todo¼ de Birán", apuntó Mercedes.

"Sí, de muchos temas con muchísima profundidad y lucidez", completó Gabo. Y en la despedida, aludiendo al día de la publicación de las Reflexiones, dijo: "Hoy sí no puedo salir a la calle".

Evidentemente hay una saga de condición humana, de tierna y sincera amistad que interioricé, tal vez como nunca antes, en los dos días. En las dos vidas. No perder la sencillez con la fama es prueba de grandeza. Fidel y Gabo son personas fuera de serie en eso y en todo. Irrepetibles.
 

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