Mireya Castañeda - Radio Musical.- Entrevista con Carlos Pérez Peña. "CONSIDERADO entre los mejores intérpretes de nuestro país, Carlos Pérez Peña (Sagua La Grande, 30 de mayo de 1938)... Este hombre de la escena es una referencia ineludible en nuestro quehacer, comprometido con una manera del teatro que tiene su propia verdad en la autenticidad de la entrega, en el oficio que se sabe compartido en su aquí y su ahora... Ha protagonizado y dirigido puestas en escena relevantes donde su virtuosismo actoral ha conseguido el elogio de crítica y público. Como el Pedro de La Loca de Chaillot, o parte del elenco del Peer Gynt… Un nombre que en sí mismo nos permite repasar escuelas y modos de hacer que se unifican en su devenir al que rendimos merecido tributo".


Así, sintéticamente, como en toda acta, ha explicado el jurado del Premio Nacional de Teatro 2009, encabezado por la actriz y directora Flora Lauten, las razones de que éste se haya concedido a Pérez Peña.

Momentos antes de darse a conocer públicamente el Premio, Pérez Peña, aún sorprendido y emocionado respondió las siguientes preguntas:

Ante todo felicitarlo. ¿Cómo recibió la noticia?

"No te voy a mentir diciendo que no lo esperaba, ni es el primer año que lo espero. A veces han dado diplomas a los finalistas. Yo siempre he estado entre los finalistas. Pero no por esperada me ha hecho menos feliz la noticia. Me ha hecho muy feliz, no sólo por mí en el sentido más individual, sino porque yo creo que este premio le debe mucho a mi trabajo durante tantos años en Teatro Escambray".

Vayamos un poco antes de Teatro Escambray…

"Está bien. Yo empecé a estudiar teatro en la entonces Academia de Arte Dramático de La Habana, la escuela digamos gubernamental que existía antes del triunfo de la Revolución y antes de la creación de la Escuela Nacional de Arte. Era una escuela que trabajaba por la noche, porque se suponía, era una necesidad, que los estudiantes que iban allí trabajaban por el día. Yo estaba estudiando Arquitectura, y cuando empecé a estudiar teatro, no es que me quitara el tiempo, sino que yo mismo le quité el tiempo para dedicárselo al teatro. Tuvimos excelentes profesores, que ya no están, te estoy hablando de más de 50 años, pero eran gentes fantásticas como profesores y personas, Mario Rodríguez Alemán; Modesto Centeno; Maria Isabel Sanz; una gran actriz, que era profesora de teatro clásico; Cuqui Ponce de León, y otros muchos. Siendo estudiante, los hermanos Camejo, que en ese momento empezaron a tener una enorme demanda de trabajo, fueron a la Academia, donde ellos habían estudiado, buscando muchachos que los profesores les recomendaran, para aumentar su elenco. Yo fui uno de los primeros que entró. Después lo hicieron Armando Morales, que todavía está con los títeres, Xiomara Palacio, hemos trabajado juntos después en dramático, en al última obra que presenté en La Habana ella trabajó como actriz, y para mí fue una alegría enorme reencontrarme con ella.

Estuve un tiempo en el Guiñol mientras terminaba los estudios y cuando me gradué, Mario Rodríguez Alemán que era el director de la Academia y al mismo tiempo de lo que iba quedando del Conjunto Dramático Nacional, que fue un gran grupo de actores que se formó con la Revolución, quería que varios de los que nos graduamos en esa promoción, entre los que estaban Albio Paz, Hilda Oates, fuéramos para el Conjunto. Hicimos una audición que era una cosa inaudita en esos años. Ahí estuve hasta que el Conjunto se disolvió".

Hablemos entonces de La Rueda…

"De los directores que había en el Conjunto que tenían varios proyectos, yo me quedé en el grupo La Rueda que fundó el director argentino Néstor Raimondi, que yo dirigí junto con Nelson Dorr. Estaban como asesores Rolando Ferrer y José Milián, después trabajé mucho con ellos, nos une una fuerte amistad. Igual que actores que estaban en esa época, José Antonio Rodríguez, Carlos Ruiz de la Tejera, Eduardo Vergara que ya murió. Los jóvenes éramos Noel García; Luis Alberto García, el padre; Carlos Gilí. Toda una historia. La Rueda trabajó dos o tres años, un grupo que de alguna manera se especializó en el montaje de grandes espectáculos, de teatro clásico. El escenario era el Mella. Allí hicimos, por ejemplo, La fierecilla domada, de Shakespeare. Por otro lado con Rolando Ferrer y Milián, que tenían una concepción del teatro más íntima, más experimental de alguna manera, hicimos unos trabajos que fueron muy celebrados en esa época, de teatro clásico japonés, espectáculos de una belleza inusual. Estaba el talento, la sensibilidad de Rolando como director, estaba Guido González del Valle, que trabajaba la coreografía, Maria Elena Molinet hizo los diseños extraordinarios para el vestuario".

Usted integra luego el grupo Los Doce…

"Así es. Los Doce fue el proyecto más experimental y más arriesgado, más audaz que realizó Vicente Revuelta en toda su trayectoria. Se estaba buscando otras maneras de comunicarse con el público. Empieza por primera vez en Cuba, pienso yo, el concepto de entrenamiento del actor como un ente psico-físico expresivo. El grupo Los Doce fue una experiencia extraordinaria de trabajo y de sedimentación de ideas y concepciones de lo que es el teatro, no solamente para el actor sino lo que debe ser para el público. Los Doce fue una experiencia corta, de año y medio, y después ya entré en el Teatro Escambray".

Un hito relevante en su carrera…

"Para mí sí. Yo todavía no estoy fuera del Escambray, pero por las circunstancias que me han rodeado en los últimos 5-6 años y las que han rodeado al Escambray también, pues han ido determinando que yo cada vez menos esté allá y ya tenga que proyectar lo que me queda de trabajo quizás aquí en La Habana. Yo no quiero desvincularme nunca del Escambray. No se si podría ir a dirigir algo, pero actuar y vivir en el Escambray ya me es imposible".

Guiñol, La Rueda, Vicente Revuelta. Una gran experiencia. ¿Lo aplica en el Escambray que tenía una manera diferente?

"Si, la idea era interesante. Cuando se forma y empieza a sonar el Teatro Escambray, se pensaba que era un teatro no solamente diferente, sino de alguna manera primitivo. Algunos textos que hice y se llevaron a escena, como El juicio, La vitrina, fueron obras totalmente dinamizadoras de las estructuras vigentes en el teatro. También el trabajo de los actores estaba encaminado a una proyección muy especial, muy realista, pero al mismo tiempo sintético, del trabajo con los personajes, como fusión de la vinculación fuerte que se buscaba con el público. No solamente se trataba de conseguir una imagen convincente, sino una imagen provocadora, contradictoria, controversial con el público que era como el espejo de esos personajes".

¿En qué está trabajando?

"Hasta hace unos meses no hacía nada en La Habana porque parte del repertorio que hacía el Escambray hasta hace dos años fueron obras que yo había dirigido y tú sabes que últimamente, aun en el Escambray, los elencos cambian mucho, los actores van y vienen. Teatro Escambray últimamente se estaba nutriendo casi exclusivamente de los estudiantes egresados de la Escuela de Teatro de Santa Clara y esos muchachos están dos años en el Escambray, es su servicio social, algunos se quedaban pero otros se iban, de manera que constantemente había que estar renovando los elencos, de obras que se pretendía que quedaran en el repertorio. El Escambray siempre ha trabajado con un repertorio que mueve dependiendo de las circunstancias donde se presenta o lo que puede hacer en un momento determinado. Pero ahora la realidad no es esa. Ya casi ninguno de los espectáculos son míos, se han ido tanto los actores que ya es casi imposible renovarlos. De manera que en este momento, vínculo así de trabajo con el grupo tengo muy poco. Voy a algunas giras. Tengo un espectáculo que hago yo solo que a veces se pone y a la gente le gusta".

Como caña al viento…

"Ese mismo. Es un espectáculo que no me gusta decirle ni monólogo ni unipersonal. Yo lo he ido conformando a partir de textos de Eliseo Diego y canciones. Lo que he hecho ya en La Habana, fue en la última Jornada de Teatro Alemán, que trabajé como actor en Inocencia".

Usted ha trabajado en lo mejor del teatro cubano en estos 50 años. ¿Cómo lo ve en estos momentos?

"A mí me parece que hay algo latente, que las estructuras de funcionamiento del teatro, la producción teatral tiene cambiar. Los modelos establecidos de hace 40-50 años son inoperantes, me parece a mí. Existe la voluntad de que eso ocurra, pero no puede ser a lo loco, hay que estudiar muy bien cómo esos cambios pueden irse produciendo. Yo creo que hay grupos que están trabajando ya con estructuras totalmente nuevas, como es El Público, de Carlos Díaz, como puede ser Carlos Celdrán y Tony Díaz. Me parece que por ahí está el camino, hay que cambiar las reglas del juego. No quiero decir que el teatro se independice. Debe seguir subvencionado, como lo es en el mundo entero, pero sí encontrar vías mas dinámicas de producción teatral".

El Premio Nacional de Teatro se otorga desde 1999. Lo han recibido: Raquel y Vicente Revuelta (1999); Roberto Blanco y Berta Martínez López (2000); Rosita Fornés y María de los Angeles Santana (2001); Abelardo Estorino (2002); José Antonio Rodríguez y Verónica Lynn (2003); Hilda Oates y Héctor Quintero (2004); Eugenio Hernández Espinosa y Flora Lauten (2005); Mario Balmaseda y Sergio Corrieri (2006); Eduardo Arrocha, René de la Cruz, René Fernández y María Elena Molinet (2007) y José Milián (2008).

 

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