José Tadeo Tápanes Zerquera – Poeta e historiador cubano, miembro del equipo de Cubainformación.- Cuando la publicación que hoy tienen en sus manos me pidió un texto que brindara una mirada más o menos generalizadora sobre la labor del sector de la cultura a lo largo de estos 50 años de Revolución Socialista, tantas y tantas ideas se agolparon en mi mente, que me llevó mucho tiempo encontrar una manera coherente para aposentarlas en un único texto.

Texto publicado en Cubainformación en papel nº 8 - Invierno 2008-09.


Como obrero del verso, especialista en disgregar y entregar un cuadro muchas veces subjetivo de la realidad a la que me enfrento, sentí que la tarea puesta en mis manos no me sería nada fácil, y puestas sobre el tapete mis evidentes limitaciones personales, me decido a apuntar tímidamente esas aristas del gran universo cultural cubano que en fecha tan significativa como ésta, no podemos dejar de mencionar.

El 1 de enero de 1959 la isla de Cuba vio triunfar en su interior un movimiento político de una radicalidad inaudita, que prometía barrer de manera tajante todas las lacras de un pasado dictatorial donde la ingerencia de los Estados Unidos como potencia imperial en nuestros asuntos internos, apuntalada por el control ejercida sobre el grueso de nuestra economía, era la tónica dominante.

Ese enero triunfante aún es recordado como una puerta abierta a los sueños, a las esperanzas, a hacer de Cuba ese país que todos querían ver materializado, y que desde hacía más de 100 años, no era más que una quimera. Fue entonces cuando el huracán de la Revolución, con su fuerza inigualable, sentó las bases para las transformaciones que todos esperaban.

Una de esas esferas más visibles era sin dudas, la de la cultura. Antes de 1959, el universo cultural cubano, en unas áreas más que en otras, mostraba cierto potencial dentro del panorama cultural latinoamericano y mundial. Estoy pensando en la música, en la literatura, en la pintura, donde recordaremos sin mucho esfuerzo a grandes figuras de talla internacional.

Sin embargo, el Estado Revolucionario se propuso construir un marco favorable para el desarrollo integral de la cultura y el arte en la Isla. La primera piedra en los cimientos de esa hermosa idea, fue sin dudas, La Educación. A partir de entonces, fueron apareciendo instituciones dedicadas al desarrollo de la cultura desde la base hasta alcanzar todos los niveles. Se consiguió paulatinamente convertir la  cultura en un derecho del pueblo, y no en algo propio del disfrute elitista de unos pocos.

Instituciones como las casas de cultura, las escuelas de arte, las academias de artes plásticas, los conservatorios de música, las escuelas de ballet, las academias de danza, etc., comenzaron a formar parte de la vida de cubanas y cubanos, todas ellas respaldadas por instituciones creadas por la Revolución a efectos de organizar el trabajo y hacerlas funcionar de manera óptima.
Desde el Ministerio de Cultura, pasando por la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), el Instituto Cubano del Libro (ICL), la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), por instituciones clave como las universidades, museos, Casas del Joven Creador (CJC) dirigidas por la Asociación Hermanos Saíz, y muchas otras organizaciones que ahora mismo escapan a mi memoria, se estableció un plan integral de apoyo y diversificación de la cultura cubana que no tardó en dar sus frutos.

En un contexto inexplorado y sui generis como el que aportaba la Cuba de la Revolución triunfante, muchos artistas encontraron en él las condiciones ideales para lanzarse a desarrollar sus capacidades artísticas y, de ese modo, la Isla empezó a mostrar al mundo un diapasón muy amplio de posibilidades.  El número de artistas y de escritores se disparó de una manera inusitada y la calidad del producto artístico podía perfectamente hacernos enorgullecer.

El arte, y la cultura en general, podríamos llamarla revolucionaria por partida doble. En primer lugar, porque se favoreció hacer un arte vanguardista, un arte rompedor y sin el lastre impuesto por los mercados, que ya desde entonces podía afectar la obra de los artistas.

Pero no sólo era revolucionaria en tal sentido, lo era también porque ella en sí misma mostraba una nueva manera de encarar la realidad social de un pueblo, de una sociedad que había decidido reinventarse a sí misma poniendo en práctica nuevos estilos de hacer política, de hacer economía, y como es lógico, también de hacer cultura.

La cultura como un fenómeno de masas sin que esto afectara el producto artístico en sí mismo. Conseguir este sueño, no fue una tarea nada fácil. El artista en su afán por romper con todo, en su afán por imponer nuevas dinámicas artísticas, siempre se muestra como un destructor de lo establecido, y el marco que la Revolución le ofrecía, en ocasiones, resultó ser rígido e inapropiado.

Los muchos peligros que acecharon a la Revolución desde sus comienzos mismos, hizo que el universo cultural se viera hasta cierto punto impelido por las exigencias estatales de hacer un arte comprometido con su proyecto político. En tales circunstancias no fue extraño encontrar discrepancias y roces. Ciertos artistas, sobre todo aquellos ya consagrados en la arena internacional y teniendo su vida asegurada fuera de nuestras fronteras, decidieron abandonar la Isla y su proyecto político, social y cultural.

A lo largo de estos años las relaciones entre el mundo de la cultura y el Estado han tenido sus encontronazos. El conflicto entre la exigencia por parte del artista de mantener intacto su espacio creativo sin trabas ideológicas de ninguna índole, y el deseo del estado cubano de que el arte sea un arma de la Revolución y no un arma puesta en manos de los enemigos de ésta, es la clave que nos ayudará a entender el cariz de estas relaciones, así como las dificultades que las instituciones culturales cubanas han tenido que afrontar a la hora de garantizar un clima de estabilidad y de consenso.

Dichas relaciones artistas–Estado, artistas–instituciones culturales, e instituciones culturales–Estado, han pasado por momentos mejores y peores, pero hay que decir, en honor a la verdad, que ha habido una voluntad expresa por parte de todos de solucionar los problemas de la mejor de las maneras, sin que nadie tenga que verse afectado, y garantizando que el fruto del talento del pueblo cubano prevalezca por sobre todas las cosas.

Hoy por hoy, y a pesar del cerco informativo que sufre la Isla, y que afecta de manera muy particular y sensible al ámbito de la cultura, la presencia del arte cubano en el mundo es visible y se impone por su calidad más allá de los constantes cuestionamientos políticos que sufren nuestros artistas.

Las perspectivas de futuro son esperanzadoras en la misma medida en que el mundo vaya tendiendo hacia formas políticas más democráticas, respetuosas del derecho internacional y de la soberanía de los pueblos. Por tanto, confiamos en que la cultura cubana siga siendo un referente mundial de calidad y sobre todo, un fiel reflejo de esa sociedad hermosa y compleja que es la sociedad cubana.

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