Guillermo Nova corresponsal de Cubainformación en La Habana.- A finales del siglo XIX pescadores gallegos fundaron Peixiño, una curiosa creación de Casablanca, ciudadela marinera formada por un montón de pobres casuchas que trepaban sobre la verde loma de la Cabaña, lamidas constantemente por las suaves olas de la Bahía de La Habana, donde el mar está a la altura de las calles.


Marineros gallegos que fueron llegando al Caribe, algunos escapando del hambre, otros de la guerra de Marruecos, otros por aventurerismo pero la mayoría buscando un futuro mejor, marineros que crecieron sin infancia, sin escuela ni juegos, que se vengaron de su destino trabajando, porque ese es el desahogo de quien no encuentra salida.

Marineros que salían a faenar al Golfo de México, un mar traicionero en el que cuanto menos se piensa aparece el revuelo del viento, se acostumbraron como trapecistas a la cuerda floja, brincando por encima de las olas, dedicándose a jurar y maldecir mas que a llorar y rezar.

Lucharon siempre en defensa de los derechos de los pescadores, participando en mítines y protestas contra la dictadura de Machado, como Pietro Balsa presidente del Sindicato de Viveristas que lo deportaron y poco después fue asesinado en España por los falangistas.

Y en eso llegó Fidel y atrás quedaron los tiempos en los que la Universidad de Chicago llegó a ser la propietaria del Puerto de La Habana, cambios sociales de navegación mambisa.

La Revolución acabó con los barrios de indigencia y Peixiño no se quedó atrás, a los pobladores les dieron viviendas en Guanabacoa, Regla, Cojímar, Habana Vieja, el lugar fue derruido y luego se hizo el malecón y el parque, sólo quedó el nombre, resonando en la memoria de todos los vecinos.

Marineros comprometidos con su tiempo al triunfo de la revolución se integraron en una cooperativa, poniendo fin al monopolio del negocio pesquero de las compañías armadoras Mediavilla o Bengoechea, pero ellos continuaron con esa vida de gitanos,  solteros a perpetuidad.

Algunos como Manolo Permuy después de sobrevivir a los zarpazos de la pesca, tragedia del destino perdió a su hijo en el mar de Barbados, él no era pescador era el jefe del equipo cubano de esgrima y viajaba en el vuelo de Cubana que explotó por un atentado de Posada Carriles todavía hoy no castigado.

Nacidos en Galicia, llegaron sin pensar que la mayoría de ellos habría de fondear aquí para siempre, lejos de su tierra nunca se exiliaron del mar.

Pescadores gallegos de La Habana, Xosé Neira Vilas, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 2007.

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