Siete prestigiosos académicos cubanos debaten sobre la enseñanza de la Historia de Cuba

Delia Reyes y Vladia Rubio - Bohemia/Rebelión.- Rodeados por los añejos mármoles del salón de reuniones de nuestra centenaria revista aguardan, entre expectantes y joviales, siete prestigiosos académicos cubanos: el historiador Eduardo Torres-Cuevas, director de la Biblioteca Nacional; Eugenio Suárez Pérez, director de la Oficina de Historia del Consejo de Estado; el Profesor de Mérito Horacio Díaz Pendás; los investigadores José Ramón Fabelo Corzo, del Instituto de Filosofía; y Claudia Castilla García, del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas; Nurys Batista Tejeda, asesora del Ministerio de Educación Superior; y Marcela González Pérez, subdirectora del Centro de Estudios Sociopolíticos y de Opinión.

 

Para abrir las puertas al diálogo, BOHEMIA propuso opinar acerca de las fortalezas y debilidades en la enseñanza de la Historia de Cuba, y su impacto en la formación de valores de los estudiantes. No hizo falta incentivar con otras interrogantes a los expertos, su hondo convencimiento de la importancia del tema y compromiso con él, que es decir con Cuba, se desbordó en razonamientos, argumentadas valoraciones y propuestas.

Eugenio Suárez Pérez: No me canso de repetir la definición que siempre anda conmigo de qué es la Historia para el Comandante en Jefe. Dice Fidel que la Historia, más que una minuciosa y pormenorizada crónica de la vida de un pueblo, es base y sostén para la elevación de sus valores morales y culturales, para el desarrollo de su ideología y su conciencia. Es instrumento y vehículo de la Revolución.

Horacio Díaz Pendás: En uno de sus tantos planteamientos estratégicos decía José Martí: Líbrenos Dios del invierno de la memoria, y yo creo que a la enseñanza de la Historia le corresponde un papel destacado en este proceso de educar en valores, en primerísimo lugar, para mantener viva la memoria en las nuevas generaciones. Hablo de una memoria que no se puede concebir solo como lo heredado, sino continuamente enriquecida con la labor contemporánea de todos los que son protagonistas colectivos de la Historia. Somos identidad, entre otras cosas porque somos memoria.

“Siempre me he tratado de explicar la enseñanza de la Historia como una síntesis de ciencia, arte y pasión. Ciencia porque exige un dominio del contenido, debidamente actualizado; arte, porque desde el campo metodológico, en las maneras de decir hay claves para llegar al alumno e intercambiar con él; y pasión porque los muchachos han de percibir que tienen delante a una persona profundamente convencida de lo que está diciendo, en quien lo cognitivo y lo afectivo constituyen una unidad.

“El Martí que pensó en tantas cosas dijo también que la conferencia es monólogo y estamos en tiempos de diálogo, como recordándonos que no basta con decir y decir bien. Para mí es muy importante preguntarle al alumno: qué opina, y que se sienta abocado a comunicar con sus propias palabras esos pensamientos, con la confianza de poder equivocarse, porque el error también es fuente de conocimientos. Eso va haciendo del aula una pequeña escuela de pensamiento, porque el aula en buena medida tiene que ser el primer espacio para el ejercicio del criterio que tengan los niños y los jóvenes. El proceso de educar en valores pasa por la independencia de pensamiento.”

Marcela González Pérez: Es importante que los alumnos también se sientan parte de esa Historia, que no la perciban como algo lejano o  ajeno; y en eso tienen un papel muy importante la familia, los profesores, y también los medios de comunicación. Debemos lograr que en esta generación estén presentes los valores que traemos de nuestra Historia, como el sentido de identidad del cubano, y que los guíen ante situaciones nuevas, porque ellos no van a volver a ser mambises ni a desembarcar en el Granma, pero tendrán que comportarse con aquellas mismas maneras de la generación anterior, de las que todos estamos orgullosos.

Claudia Castilla García: Algo está fallando, y creo que tiene que ver con la concepción de sujeto, que es absolutamente pasivo y reproductor. También hay que buscar el modo de llevar esos valores, representados en los paradigmas que hicieron nuestra historia y formaron la identidad, a la realidad de la Cuba de hoy, porque si no, quedan en abstracto.

La Historia al revés

Eduardo Torres-Cuevas: Claudia colocó el punto para reflexionar en todas las direcciones: el problema del sujeto y la realidad actual. Creo que una de las fallas que tenemos no es tanto el qué —lo podemos variar y discutir—, sino el cómo estamos llevando el conocimiento. El maestro debe tener una cultura sobre los temas que trata y eso, en muchos casos, está fallando. Para llegar a enseñar y emocionar, primero hay que interesar.

“Yo que doy clases en la universidad, al detectar vacíos con que llegan los estudiantes me pregunto cómo es posible que pasaran por la Primaria, la Secundaria y el Pre. No es porque no hayan recibido los contenidos, muchas veces he pensado que se ha tratado de decirles más, de hacer más racional la Primaria, cuando esa es una enseñanza más emocional. Y los problemas que se arrastran de la Primaria no se resuelven en la universidad, eso es un gravísimo error. Luz y Caballero dice una cosa esencial ‘Para que Cuba algún día sea, soy yo maestro de escuela’.

Nurys Batista Tejeda: En alguna medida, tenemos problemas con la contextualización de la Historia. Pienso que sigue faltando la diferenciación entre los distintos niveles de enseñanza al impartir esta asignatura. En la universidad el estudiante repite los mismos hechos históricos aprendidos desde Primaria, sin que medien valoraciones.

Eduardo Torres-Cuevas: Pienso que los muchachos no perciben realmente la envergadura de la Historia cubana, que es extraordinaria, pocas naciones pueden exhibir una Historia como la nuestra, con la participación que en ella tuvo el pueblo. ¿Cuál es la Historia que nosotros damos? Cerca de un 80 por ciento de antes de 1902, aproximadamente un 20 por ciento de después, y prácticamente no damos nada de Historia de la Revolución, de lo que significó para este país. Yo daría la Historia al revés: el 80 por ciento de esta parte y el 20 por ciento de lo que pasó antes del 59; y que conste, imparto Historia colonial.

“Lo menos tocado es la Historia de la Revolución, y cuando se aborda es sobre la Revolución armada, aquella etapa heroica en el sentido de los grandes acontecimientos. Pero en su primer discurso, el 8 de enero, Fidel nos dijo que a partir de ese momento las cosas podían ser más difíciles; y realmente han sido muchísimo más difíciles. Del enfrentamiento de los años 60 que termina en la crisis de octubre y conmovió al mundo, los muchachos apenas tienen noción de lo que fue. Pero tampoco se puede enseñar con frases cortas y consignas.

“La manera de hoy decir resulta obsoleta para los jóvenes, no puede ser la misma de cuando yo estudiaba. Ahí está, a mi modo de ver, otro tema: qué lenguaje usamos.

“Debemos sentarnos a hablar de todo esto, porque esta empresa es la más compleja, difícil e importante de todas las que podemos tener hoy. Una equivocación en la producción de una fábrica la paró y al año siguiente vuelve a funcionar; pero los errores en la educación los paga una generación como mínimo; por eso tenemos que entrarles a fondo.”

Horacio Díaz Pendás: La vida, más maestra que todos nosotros, nos enseña cada día que no tenemos respuestas para todas las preguntas. Creo que la docencia debe parecerse a la vida si quiere preparar para la vida, y ese es un camino de esfuerzo, de dedicación.

José Ramón Fabelo Corzo: A través de la educación —entendida en su sentido más amplio, como proceso de socialización— el individuo se apropia de la historia de su especie. En ese sentido podemos hablar también de una Historia más allá de las clases de Historia, impregnada en todos los objetivos de la cultura, en la personalidad misma de nuestros padres, aunque ellos no sepan que son un resultado de la Historia, de las tradiciones, de las generaciones anteriores. Es una historia objetiva, hecha sociedad, hecha cultura.

“Considero muy importante que en el proceso de educación llevemos esta concepción genérica de la Historia al estudiante, porque como producto histórico y hacedor él mismo de la Historia; tiene que ser consciente de esas tres preguntas filosóficas: de dónde vengo, dónde estoy y hacia dónde voy. Es decir, asumirse a sí mismo como ingrediente inalienable de un proceso histórico, que lo trasciende en pasado y futuro.

Eso es necesario para entender la Historia no como algo pasivo, ubicado en el pasado, sino como algo que se está haciendo todos los días, y de la cual los propios educandos han de ser protagonistas.

“Si coincidimos en que cualquier objeto de la cultura es Historia, pues habría que enseñar la historia de cada objeto del conocimiento que impartimos, ya sea Física, Matemática, o Economía Política.”

La niña de los ojos de la nación

Horacio Díaz Pendás: Alguien dijo que vivimos en el siglo marcado por las imágenes, y es verdad. Pero, en nombre de la tecnología de punta, concebir que computación, video y TV constituyan elementos de vanguardia en el proceso de enseñanza y educación es solo una parte de la verdad. La educación es un sistema de medios de enseñanza donde la lectura, el humilde libro de texto que está en la escuela, no es segundo de ninguno. Ese libro no se conoce como debiera. ¿Y qué papel desempeñan las tareas escolares en este proceso de educación en valores? La honestidad, la responsabilidad comienzan con la tarea.

“Hay una serie de verdades que caben en el ala de un colibrí, como diría Martí, y también debemos halarlas a este esfuerzo colectivo con la enseñanza y la educación. Es un proceso complicado, pero no queda otra alternativa que llevarlo adelante porque tiene que ver con el desarrollo, con el mejoramiento humano, y con la continuidad de la independencia, de la soberanía y de las esencias de este país, que hay que enseñarlo desde sus orígenes hasta nuestros días, poniendo énfasis, equilibrando más la Historia, como se dijo aquí.”

Eugenio Suárez Pérez: Nosotros participamos junto con el Ministerio de Educación en perfeccionar los programas de la enseñanza de la Historia y la intención del Ministerio es lograr el diálogo con el alumno. Pero si el profesor se limita a leer y repetir lo que dice el libro o el programa, realmente no vamos a conseguir nada.

“Para mí, más que enseñanza de la Historia es transmisión de nuestra herencia espiritual. Los alumnos no tienen que enterarse que les estamos trasmitiendo el valor de la laboriosidad o cualquier otro. José de la Luz y Caballero decía que al hombre había que educarlo sin que se percatara de que lo estábamos haciendo.”

Horacio Díaz Pendás: Creo que a los maestros y profesores tenemos que cuidarlos como a la niña de los ojos de la nación cubana, por lo que representan educando a ese futuro que ya tenemos sentado en las aulas. Dije una vez, y no me canso de repetirlo, que los maestros cubanos están cansados de tener jueces y fiscales, necesitan el apoyo, el estímulo, la comprensión, incluso la exigencia de todos los que influyen en ellos.

“Los docentes tienen que sentir el calor y la ayuda de la familia, porque son personas muy nobles, sacrificadas; los puede haber con errores —efectivamente existen diferentes niveles de desarrollo—, pero la tendencia principal es de inteligencia y corazón a favor de los niños, los adolescentes y los jóvenes. Debemos hacer que la cultura los asista en toda su dimensión y expresiones.

“Sin duda, la enseñanza de la Historia y la formación de valores resultan muy complejas, pero como todo lo complejo, es bello. Esta es nuestra utopía y creo que tenemos que vivir aferrados a ella, como vivieron los hombres en siglos pretéritos aferrados a la utopía de la patria, en la lucha por conquistar nuevos escalones del pensamiento y del alma humana. Ese es el camino. Felicitémonos porque haya en este país una Revolución donde los valores sean la historia de su razón de ser.”

Otra bolsa de valores

Más que conocer conceptos asociados a los valores, los jóvenes han de aprender a valorar por sí mismos, y para lograrlo, hace falta que la sociedad toda les ayude a llenar su bolsa de riquezas, que no pueden contabilizarse en papeles o monedas. Aunque el camino sea tortuoso, como reconocen los académicos convocados por BOHEMIA, es imposible esperar a que los problemas sociales queden resueltos para ocuparse de estos temas. Por eso, la revista instó a sus invitados a nadar en esas aguas, donde es un reclamo el ejemplo personal y la  coherencia entre el decir y el hacer.

Eugenio Suárez Pérez: Para mí formar valores es resultado de un proceso educativo donde influyen no solo la escuela y la enseñanza de la Historia, sino todos los instrumentos de la sociedad, que tienen que estar coordinados, organizados e integrados, y me parece que eso falta.

“Yo creo que nosotros al educar no debemos hablar de valores de manera explícita. En el capitalismo nunca oí la palabra valor; formaba parte de ese sistema donde no hay nada espontáneo. Desde que usted encendía la radio, iba a la escuela, a la iglesia, o veía la televisión, le estaban trasmitiendo el contenido de un valor, enseñando al cubano a vivir en el capitalismo: yo nací pobre y tengo que morir pobre, no me tocó a mí. Recuerdo a los Villalobos, Leonardo Moncada, el Capitán Maravilla… hace cincuenta y pico de años y los tengo todavía en la memoria. Esos eran nuestros paradigmas. Pero hoy nosotros tenemos otros paradigmas que presentar.”

Marcela González Pérez: Siempre recuerdo que Fidel en un discurso dijo hace muchos años que el Socialismo es la ciencia del ejemplo, y yo creo que eso es muy importante, el ejemplo que los muchachos ven en los que están haciendo hoy esta Historia, para que ellos puedan actuar construyendo la nueva Historia. No es tan sencillo, tiene que haber una conducta consecuente, de consagración. Me parece que sobre eso hay también que encaminar mucho el trabajo, dirigido a todos los sujetos educadores de la sociedad: los maestros, los medios, los que dirigen, los padres. La familia tiene que ser ejemplo, para impedir aquello de ‘haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago’.

Claudia Castilla García: En cuanto al tema de la cultura para educar en valores hay que considerar una debilidad en la enseñanza de la Historia, y en la enseñanza en general, asociada a qué sujeto y a qué tipo de relaciones estamos aludiendo. Ahí es donde aparece el tema del diálogo como método de enseñanza, el problema del sujeto activo, de la autoridad. Se usan métodos muy autoritarios, muy jerárquicos, que permiten instruir y no educar, porque ¿dónde está la voz del otro?

José Ramón Fabelo Corzo: Quiero traer lo que estamos debatiendo a un plano un poco más filosófico y señalar la función que cumplen los valores. Permiten al ser humano orientarse en la vida, normar su conducta, y tener una relación selectiva con el mundo que le rodea. La vida constituye en última instancia el fundamento de lo valioso.

“Ningún ser vivo puede producirse a sí mismo si no entabla una relación selectiva con el medio que lo rodea. Esa capacidad que tienen los seres vivos es importante, para su existencia individual y también para la vida de su especie.

“En el caso de los seres humanos, los valores en cierto sentido vienen a suplir y complementar funciones que quedan a los instintos y a los reflejos condicionados en otras especies. Los valores, a diferencia de los instintos, son una construcción social, se constituyen de manera consciente, voluntaria, y además, histórica. Y la educación, en su sentido más amplio, no solo escolar, es la que viene a satisfacer la necesidad de transmitir esa información históricamente acumulada a las nuevas generaciones.

“Para que el individuo se asuma a sí mismo como parte del proceso histórico y como sujeto activo, es necesario en primer lugar que la llamada educación en valores no se reduzca a una especie de inculcación doctrinaria, a una especie de catecismo que enseñe la dignidad es esto, la responsabilidad es esto otro. Apréndelo y te lo reviso. No puede ser así. El estudiante, más que conocer qué son los valores, ha de aprender a valorar por sí mismo, a construir valores y realizarlos en su propia vida.”

Marcela González Pérez: Algunos cuestionan que pretendamos formar valores en medio de la crisis que vive el mundo y que nos alcanza. Sin embargo, siempre habrá que hacerlo porque el espacio que dejemos lo ocupará el antivalor. Pero, a veces, por no enfrentar las contradicciones que estamos viviendo, dejamos esos vacíos. Y no puede esperarse a que todos los conflictos queden resueltos para empezar a educar en valores. Los problemas se irán resolviendo precisamente en la medida en que las personas sean capaces de actuar de una manera más orientada al bien, a lo justo, a ese mundo que hay que construir.

José Ramón Fabelo Corzo: Un estudio recientemente publicado compara los índices de desarrollo humano de ciertos países, los consumos que tales desarrollos presuponen y el número de planetas Tierra que harían falta si universalizamos esos niveles de consumo. Según dicha investigación, Cuba, el único país que con nivel decoroso de desarrollo humano, es al mismo tiempo ecológicamente responsable. Eso tiene un valor educativo extraordinario, más que mil discursos, como argumento para continuar con nuestro modelo de sociedad, por supuesto perfeccionado. Es la solución para que la humanidad no perezca.

“Me parece también muy necesario que logremos coherencia entre discurso y realidad. Una dimensión de los valores es la instituida, la que se convierte en discurso pedagógico, político y les llega a los jóvenes por los medios de prensa, en las aulas. Si el estudiante ve una falta de sintonía entre esos dictados valorativos que vienen desde las instituciones y aquellos que emanan de su vida cotidiana, pueden ocurrir entonces dos cosas: o se fomenta en ellos la doble moral, o cierran los oídos a los valores institucionales y rompen con el sistema.

“Esa dicotomía entre el discurso institucional y la vida nos ha ocurrido bastante durante este período especial, en que, por ejemplo, la realidad anda por un lado y el discurso jurídico, las leyes, andan por otro, prohibiendo aquello que no puedes dejar de hacer porque se asocia a necesidades básicas.”
 
Nurys Batista Tejeda: De distintas maneras, los participantes en esta mesa han dejado claro que hay una separación entre las políticas y las prácticas educativas; es uno de los problemas pendientes de solución. Desde hace mucho tiempo nuestros pensadores subrayaron que no era lo mismo enseñar que educar, y así queda contenido en todos los planes y programas, desde la plataforma programática del Partido.
“Pero cuando vamos a las prácticas educativas nos damos cuenta de que no hacemos eso. Las investigaciones sobre la educación en valores, hechas desde los años 90, o antes, dejan clara la manera en que debe asumirse este propósito, proyectándolo de manera transversal y no viendo esta educación en valores como algo añadido, como asignatura, sino para toda la vida. Sin embargo, hay ejemplos concretos que desdicen las indicaciones y nuestros esfuerzos: antes todo el mundo daba el asiento a las embarazadas que subían a la guagua, pero nos dio por marcar uno en específico para ellas, y así, con las reglamentaciones y las normas a veces vamos borrando aquello ético, moral, que teníamos.”

Claudia Castillo García: Mientras se siga viendo a la sociedad fragmentadamente no vamos a resolver nada, los valores son un reflejo. Tendemos mucho a crear medidas parciales, resolvemos por aquí, pero se nos queda por allá, y la sociedad es un todo.

 
José Ramón Fabelo Corzo: A veces vale más el valor hecho, que el valor dicho. Es decir, el valor convertido en acciones cotidianas como respuestas ante un dilema. Que el estudiante sea capaz de elegir acertadamente depende en buena medida de que le trasmitamos esa habilidad, esa rectitud y eticidad a la hora de decidir. Eso él lo está aprendiendo no solo en las clases o en los discursos, sino en las actitudes de los propios maestros, padres y de sus adultos en general.

“Y si no dialogamos con los jóvenes, si utilizamos el sermón, el adoctrinamiento, nos responderán desde la doble moral, diciéndonos lo que queremos escuchar, aunque de todas formas saquen sus propias conclusiones. Entonces, es mejor que sientan la confianza suficiente para que esas conclusiones las compartan en el aula, en la casa o en cualquier otro espacio, en un diálogo donde realmente los tomemos en consideración como seres humanos capaces de pensar, de tener su propio criterio, y nosotros de escucharlos.”

Marcela González Pérez: El tema de los valores es un problema de toda la sociedad, y debe planteárselo como una línea de trabajo esencial en cuanto realizamos. Se ha hablado mucho de las escuelas, pero los centros laborales tienen que ser formadores de valores también; allí debe haber un ambiente que oriente hacia la laboriosidad, uno de los valores que tenemos en una situación complicada y difícil. Hay que rescatar el valor del trabajo, aunque tenemos un montón de problemas sociales que atentan contra eso. Pero en su centro la gente debe sentir la necesidad de trabajar, de crecerse y realizarse en el trabajo. En eso el sindicato juega un papel muy importante, las direcciones administrativas, toda la sociedad. No pueden ser solo la familia o la escuela. Las organizaciones de masas en la comunidad tienen que transformar su hacer.


-¿Vamos bien, jóvenes?

“La sociedad toda debe ser esa escuela que decía el Che y nosotros, a diferencia de otras naciones, contamos con la posibilidad de hacerlo, pero tenemos que ponernos todos de acuerdo y hablar el mismo lenguaje.”

José Ramón Fabelo Corzo: Quisiera reforzar la idea del protagonismo juvenil. Los grandes cambios en la historia fueron realizados por jóvenes, porque son más sensible a los cambios de época, con un especial olfato para percibir cuando algo está ya caduco. Una buena parte de ellos, la mayoría, está comprometida con la Revolución, pero aun así hay quienes se asustan ante la falta de medias tintas que los distingue al calificar algo mal hecho.

“Tenemos que aprender también de los más nuevos, y aquella pregunta hecha por Fidel de ‘¿Voy bien, Camilo?’ podríamos hacérsela a ellos hoy: ¿vamos bien, jóvenes?”

Invitados a la mesa redonda de expertos convocada por BOHEMIA, según fue su tradición, para debatir los dilemas de la formación de valores en Cuba:


-Eduardo Torres-Cuevas, doctor en Ciencias Históricas, profesor titular de la Universidad de La Habana, presidente de la Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz y director de la Biblioteca Nacional.

-Eugenio Suárez Pérez, doctor en Ciencias Históricas y director de la Oficina de Historia del Consejo de Estado.

-Horacio Díaz Pendás, Profesor de Mérito y asesor para la enseñanza de la Historia en la formación de maestros y profesores, del Ministerio de Educación.

-José Ramón Fabelo Corzo, doctor en Ciencias Filosóficas e Investigador Titular del Instituto de Filosofía.

-Nurys Batista Tejeda, doctora en Ciencias Pedagógicas y asesora técnica-docente de la Dirección de Tecnología Educativa del Ministerio de Educación Superior.

-Marcela González Pérez, doctora en Ciencias Filosóficas y subdirectora científica del Centro de Estudios Sociopolíticos y de Opinión, del Comité Central del Partido.

-Claudia Castilla García, licenciada en Psicología e investigadora del Grupo de Estudios de la Juventud en el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas. 

Cuba
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