Ángel Rodríguez Álvarez - Radio Cadena Agramonte.- Cuando en la noche del 28 de septiembre de 1960 el Comandante en Jefe Fidel Castro convocaba al pueblo a organizar la vigilancia revolucionaria en los barrios y comunidades, expresaba una idea que la vida validó con creces. Los cubanos, víctimas de la agresión de los explotadores desalojados del poder y al servicio del Imperio, acogieron la propuesta con extraordinario entusiasmo y pocas horas después aparecían los primeros Comités de Defensa de la Revolución (CDR).


Inmersos en el intenso enfrentamiento a los terroristas dirigidos y financiados desde Estados Unidos, los CDR descubrieron muy pronto las enormes posibilidades de la organización para acometer otras tareas de interés social.

De ese modo fueron decisivos en la primera campaña de vacunación contra la poliomielitis (1962), verdadero azote de la población infantil, que cada año cobraba numerosas vidas e incapacitaba a otros muchos menores.

Desde entonces, la mayor organización de masas del país, se convirtió en importante apoyo de los ambiciosos programas de salud llevados a cabo por la Revolución, y que han posibilitado alcanzar índices comparables en este terreno -y en algunos casos superiores- a los del mundo desarrollado.

Particular relevancia tiene entre las muchas acciones protagonizadas por ellos, la campaña permanente de donaciones voluntarias de sangre, de tan alto contenido humano

Además de mantener como prioridad la misión que los originó, la activa participación de los CDR en diversas faenas sociales los situó como un factor indispensable de la existencia de las comunidades.

Ellos ocupan un descollante espacio en el auge de la sociedad civil cubana, entre otras muchas razones por su contribución al continuo perfeccionamiento de la democracia socialista.

Asimismo resulta relevante su actuación en el proceso de nominación y elección de los delegados y órganos de gobierno del Poder Popular, así como en el control popular sobre la gestión de estos en todas las instancias.

También como una de las diversas vías de que disponen los cubanos para expresar sus opiniones, y canalizar gestiones administrativas en interés personal y de la comunidad.

Todo lo anterior, breve síntesis de la rica vida de los CDR y los cederistas (gentilicio conque se designa en Cuba a los afiliados a esta organización), explica la vitalidad de una singular organización sostenida sobre la base del activismo voluntario de millones de hombres y mujeres del pueblo, con arraigado sentido de pertenencia.

Por ello no es casual que las noches cubanas del 27 de septiembre de cada año, vísperas del aniversario, se iluminen con las llamas encendidas a lo largo y ancho de la geografía isleña para cocinar la criolla caldosa y rendir homenaje a su CDR.

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