Ramón Barreras Ferrán - Trabajadores.cu.- Para los cubanos, veintiséis es mucho más que un simple número indicativo de una cantidad. Resulta un símbolo; el momento exacto de la grandeza, de la valentía, del amor a la Patria.
No necesita, para ser identificado, agregarle ni siquiera apellidos. Sólo con mencionarlo, los que viven y aman este archipiélago lo identifican con lo trascendentalmente histórico, con el punto de continuidad y partida a la vez.Continuidad porque la madrugada del día veintiséis del séptimo mes del año 1953 revivió el Maestro, el más grande pensador e intelectual cubano de todos los tiempos: José Martí. Sobre los muros del cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, su figura se irguió, brilló como nunca, y su dedo índice marcó el camino de la lucha por la más noble causa: la independencia.
Y partida porque a pesar de que fue punto intermedio en un largo proceso, marcó el reordenamiento de las fuerzas, la reafirmación de las convicciones de arrancar del suelo patrio a quienes oprimían y se entregaban mansamente al imperio del norte.
Pero veintiséis para los cubanos es aún mucho más. Constituye una motivación para el empeño, un compromiso a la lealtad y al más puro sentimiento de cubanía. Resume la sangre derramada en aquella acción tan heroica y ante la que debe rendirse siempre el culto a la dignidad plena de los hombres. El número es una exhortación al avance continuo y seguro, a la no claudicación, al apego a lo valeroso, a lo genuino, a lo propio, a lo digno.
Dos colores lo identifican: rojo y negro, en alusión exacta al luto por los que perdieron su vida a través de la historia y a la sangre que abona la simiente del decoro y la rebeldía.
El veintiséis marca también la alegría. La alegría por la victoria, por lo logrado, por la resistencia a toda prueba, por la materialización de no pocos sueños. El hálito prudente por su arraigo histórico y heroico y su trascendencia, está unido al júbilo netamente criollo, nacido de la mezcla de los golpes sobre el cuero de tambores africanos con los más agudos acordes de una composición de Lecuona, es conga santiaguera y San Juan espirituano a la vez, es danzón y guaguancó, jazz y son, guaracha y rumba…, es un todo ligado, indisolublemente unido, contagioso, parrandero…, como los cubanos mismos.
Este veintiséis tendrá su eje principal en la provincia de Villa Clara y específicamente en su capital: Santa Clara. Sitio ideal. Allí la figura legendaria del guerrillero latinoamericano que ganó la estrella de Comandante a fuerza de coraje, estuvo agigantado hasta el infinito en la concepción y desarrollo de la batalla decisiva en diciembre de 1959, cuando el reducido Ejército Rebelde pudo más que las enormes fuerzas de una tropa muy bien armada, entrenada y pagada.
Allí reposan, o mejor dicho, combaten los integrantes del Destacamento de Refuerzo, el que ha hecho sólo un alto en su andar por las selvas sudamericanas para incentivar aún más la marcha de los cubanos que en tiempos difíciles y de tantas dificultades, originadas sobre todo por las crisis globales y el más injusto bloqueo económico, financiero y comercial conocido en el mundo, se empeñan en avanzar y crecer, resistir y triunfar.
Justo en ese panteón sagrado de la Patria, el Mausoleo al Comandante Guevara y los integrantes de su guerrilla, de nuevo quedará reafirmada la voluntad de que en Cuba siempre es veintiséis. Porque así lo han decidido los que aquí estamos y estaremos.
