Hoy, el COI, y la agencia de la ONU para los refugiados, el Acnur, están mezclando el aceite con el vinagre. Para decirlo más claro, se hacen cómplice de la política agresiva y criminal de Estados Unidos contra Cuba.


Oscar Sánchez Serra

Granma

Tendencias demográficas, conflictos armados, desastres naturales, insuficiencias estructurales del desarrollo, desigualdades de las economías nacionales, condiciones de pobreza de amplios sectores, inequidades de un orden mundial injusto y depredador, falta de oportunidades laborales y, en general, el abismo creciente entre pobreza y riqueza, estimulan la movilidad de los seres humanos.

Retomo la cita del doctor Antonio Díaz Aja, director del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana, que utilicé hace unos años en un contexto similar, porque, como él afirmara, «la disfuncionalidad migratoria es producto de las contradicciones básicas del mundo en que vivimos». El deporte no es la excepción, se ha convertido en un medio para extirparle al Sur a sus mejores hijos; es por eso que muchas de las geografías emisoras fueron antiguas colonias de las hoy receptoras.

Hasta abril de 2019, en el balompié, Brasil, con 1 330 jugadores, era el país más exportador, con presencia en 147 torneos. Argentina tenía, entonces, a más de 800 en las ligas de Inglaterra e Italia. En la mlb, en esa temporada, hubo 256 que no nacieron en Estados Unidos (28 %), y de ellos 228 eran latinoamericanos. En el baloncesto, la nba tuvo a 116 de otras nacionalidades.

Un estudio de la Universidad de Maryland arrojó que, en los Juegos Olímpicos de 2000, 2004 y 2008, más de 300 migrantes lograron medallas, o integraron un equipo que las ganó. En los Olímpicos de Invierno de Pyeongchang-2018, 178 deportistas participaron por países en los que no nacieron.

Cuba ya ha tenido campeones olímpicos bajo una bandera que no es la suya, como Pedro Pablo Pichardo, en Tokio-2020, en el triple salto; en París-2024, el hoy portugués tendrá de rival a su coterráneo Andy Díaz, ahora español. Vimos en 2016 a Osmani Juantorena en el sexteto italiano de voleibol, y en julio pasará lo mismo con el «polaco» Wilfredo León. En los Panamericanos de Santiago de Chile, varios fueron los duelos entre cubanos que representaban a su Patria y los que lo hacían por otra.

Pero el «cuento» de los cubanos en el mapa deportivo mundial es más largo. Los atletas de la Mayor de las Antillas han sido víctimas del delito de trata de personas, hay innumerables ejemplos de peloteros que han pasado, y aún pasan, por ese flagelo. Se han organizado campañas de descrédito e incitación a desertar de delegaciones, también delinquiendo, en sedes de eventos multideportivos, como Centroamericanos (Ponce-1993), Panamericanos (Indianápolis-1987 y Winnipeg-1999) y Olímpicos (Río de Janeiro-2016), sin que el Comité Olímpico Internacional (COI) dejara entrever una postura ética.

Hoy, el COI, y la agencia de la ONU para los refugiados, el Acnur, están mezclando el aceite con el vinagre. Para decirlo más claro, se hacen cómplice de la política agresiva y criminal de Estados Unidos contra Cuba, que ha usado el robo de talentos y organizado la migración irregular –con todo su costo humano encima, porque la vida no les interesa–, con el objetivo de desacreditarla, atacando a una de sus grandes conquistas: su movimiento deportivo.

Desde 2016, el COI, en una bella y humana iniciativa, creó el Equipo Olímpico de Refugiados (EOR). La primera comitiva participó en los Juegos de ese año, en Río de Janeiro; la segunda, en Tokio-2020, y París acogerá la tercera. Es una delegación que la integran, básicamente, jóvenes desarraigados por la guerra o perseguidos por motivos de etnia, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas.

Hace más de 75 años, el pueblo palestino es víctima de esa persecución, de la violencia y de la muerte. Lo que pasa en Gaza hoy ocurre a la vista del mundo, y los desplazados en Rafah constituyen la mitad de la población de esa región. Pero en ninguna de las tres ediciones un palestino ha estado en el EOR.

En las tres nóminas, incluyendo la que participará en la capital francesa, suman 75 atletas; 58 de ellos, el 77 %, residen en países del mundo desarrollado. De los que irán a la Ciudad Luz, solo tres viven en naciones subdesarrolladas.

Entonces, no es serio, porque se sostiene en la mentira, la presencia de dos deportistas cubanos en el EOR: Fernando Dayán Jorge, campeón olímpico en Tokio-2020, en canotaje, y Ramiro Mora Romero, de levantamiento de pesas.

¿Se puede ser un refugiado, de acuerdo con el concepto de las Naciones Unidas, y ser campeón olímpico, mundial, panamericano y Centroamericano y del Caribe, con solo 22 años? ¿Se puede lograr eso siendo un perseguido o un desarraigado por la guerra? El COI, y el Acnur se equivocan o se prestan para la farsa contra Cuba, que defiende el Equipo Olímpico de Refugiados, porque debería ser una expresión de paz mediante el deporte, una de las más nobles ideas ante la injusticia que viven esas personas.

Cuba no ha reclamado la presencia de sus nacionales con otras delegaciones, cuando cumplen lo dispuesto en la Carta Olímpica. Pero no solo eso, ha ayudado, como acaba de hacer con el equipo de lucha de Chile, a la preparación de los que nacieron en sus entrañas y ahora compiten por esa geografía, como el gladiador Yasmani Acosta. Cuba recibe, orgullosa, la entrega de los que viven en el exterior, y se ponen la camiseta nacional, como lo hizo el Team Asere de pelota.

Lo que no acepta, y por eso lo denuncia, es la manipulación. A los cubanos no nos sorprenden que se alimenten campañas contra nuestro país, pero que el Comité Olímpico Internacional y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados aparezcan en estas sucias maniobras, indigna.

No es Cuba la que usa el deporte como política, es el imperio vencido por 65 años al que le molesta que, después de quererla matar por hambre, de dejarla sin combustible, de especular con sus finanzas contra todo un pueblo, se levante un negro como Mijaín López, o una como Idalys Ortiz en lo más alto del podio, reservado para el mundo rico, para los que explotan.

La Carta Olímpica recoge que: «Como el deporte es una actividad que forma parte de la sociedad, las organizaciones deportivas en el seno del Movimiento Olímpico deben aplicar el principio de la neutralidad política». Pero este es el precepto más violado.

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