Eduardo Pérez Castel (@eddyElGallo) - Tomado de "La Joven Cuba".- Bastante se ha escrito y opinado sobre la decisión del Gobierno Revolucionario de Cuba que entra en vigor hoy 7 de diciembre: incorporar a los médicos especialistas en la categoría de personal indispensable para el país. Pertenecer a esa selecta lista no significa prebenda alguna, más bien todo lo contrario. Significa que para viajar por motivos particulares debe tramitarse un permiso especial.


Haciendo un poco de historia debo confesar que desde el momento en que se anunció la reforma migratoria en 2013 creí que esta categoría de médicos eran indispensables y como tal serían clasificados. Sin embargo, no fue así. La política de saboteo activo de las misiones médicas cubanas por parte del Gobierno de EE.UU. no fue considerada elemento de peso suficiente y a los médicos más valiosos de Cuba se les aplicó la política general, o sea, libertad total para viajar.

Desde el comienzo de la Revolución, como suele suceder, Cuba ha estado acosada constantemente por EE.UU., mediante la mayor y más larga guerra económica en la historia de la humanidad. Superar esta enorme agresión ha exigido cuotas extras de heroísmo y de sacrificio del pueblo cubano en su afán colectivo de ser libre e independiente.

En una sociedad en tránsito al socialismo, el objetivo superior del Estado debe ser el bienestar colectivo. No cabe duda entonces que en momentos de crisis los individualismos perecen ante el empuje de la marea popular. Es el antiguo y totalmente veraz concepto de fortaleza sitiada. Sin embargo, el Estado no puede pretender alcanzar ese futuro colectivo mejor a costa del bien individual eternamente, pues se tensa el pacto social.

Es cierto que la medida tomada por el Gobierno de Cuba restringe la capacidad de viajar libremente a esta categoría de médicos, lo cual la hace impopular. Estoy convencido que los dirigentes cubanos lo saben y que lo pensaron varias veces antes de tomarla. En la Cuba prospera y sostenible, en mí Cuba socialista y sin bloqueo no tienen cabida este tipo de medidas. Desgraciadamente no estamos aún en esa Cuba. No tengo dudas de que quienes tomaron la decisión comparten mi criterio, entiendo entonces lo difícil que fue para ellos tomarla, como lo hubiera sido para mí si me hubiera tocado.

Ambas opciones eran impopulares pero muy claras: la salud de la sociedad entera o los planes individuales de algunos médicos. Para el Estado cubano, preocupado por su pueblo como ninguno, una vez más la decisión era obvia.

Los repetidores de consignas contra Cuba, conscientes o no, pretenden desviar el foco del problema y quieren convencernos de un absurdo: el problema son las misiones médicas. Esas que gratuitamente salvan vidas en diversos países pobrísimos, mientras que con los otros, los menos pobres, se ingresan las divisas que tanto necesita el país. Exportación cubana de servicios que tanto quisieran destrozar los enemigos del la Revolución y para ello inventan programas de deserciones, campañas difamatorias y muchas mentiras.

Es cierto que los hospitales no tienen las mejores condiciones de trabajo, que ser médico implica un gran sacrificio personal y que los salarios no alcanzan. Pero también es cierto que a la Salud se le dedican millonarias cifras del presupuesto estatal, que a los profesionales de todas las ramas se les exigen sacrificios y que, aunque insuficiente aún, el de los médicos no es el peor salario de un profesional en Cuba.

Me niego a pensar que los héroes que derrotaron al Ébola no entiendan estas razones. No tengo dudas de que sí las entienden los más de 15 mil valientes dispuestos a arriesgar su propia vida en África. Estoy convencido de que aquellos que renunciaron voluntariamente a los 10 mil dólares mensuales de la OMS apoyan esta medida.

Este es uno de esos momentos en los que el ejemplo del Che parece inmenso y a la vez alcanzable. Este es uno de esos momentos en los que se necesita que el hombre nuevo asuma su propia Sierra Maestra. No es momento de discursos y arengas, es momento de que cada cual honre la frase que tanto repitió cuando pionero y… sea como el Che, un médico comunista.

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