Sara Brusciano.- Fueron aproximadamente unos 650 los cubanos que en el pasado mes de agosto, se encontraron en el poblado de la Miel (Panamá) después de haber atravesado de forma clandestina la selva del Darién para escapar a la deportación Colombiana.


Su salvoconducto se había caducado, e ilegales, se vieron obligados a dejar las localidades de Turbo y Sapzurro (Colombia), para emprender un camino destinado a llegar hasta Estados Unidos en búsqueda de un permiso de residencia que ningún otro país centro y suramericano estuvo dispuesto a otorgarle durante ese tiempo.

Durante este camino todas las fronteras latinoamericanas se mostraron cerradas y cada país siguió a rajatabla el respeto a las decisiones relacionadas al flujo migratorio clandestino: ningún país se mostró dispuesto en dejarlos pasar y cada uno amenazó con volver a deportarlos.

Se mostró así entonces, una política destinada a defender únicamente los intereses de los Estados Unidos, dado que ninguno de estos inmigrantes nunca se nteresó en quedarse en alguna localidad centroamericana. Todos se dirigían, y siguen dirigiéndose, hacia EEUU y pedían simplemente que cada frontera los dejara pasar para llegar al “paraíso” capitalista donde, según la ley “Pies secos, pies mojados” cada uno de ellos recibiría residencia.

Como lo explica la experta en inmigración María Luz Rodriguez, “La política de pies secos, pies mojados aplicada a los cubanos significa que si son encontrados en el mar intentando alcanzar las costas de Estados Unidos no se les permite quedarse en el país (pies mojados). Por el contrario, si tocan suelo estadounidense se pueden quedar (pies secos). Es decir, pies secos aplica a los cubanos que llegan ilegalmente a los Estados Unidos, esto es sin visa u otro documento válido para ingresar.”

Esta ley, aprobada en 1995, nacida desde las modificaciones aplicadas a la Ley de Ajuste Cubano (década de los '60) cuenta con un conjunto de beneficios y privilegios tantos sociales cuanto económicos. De hecho, este trato migratorio especial que se ocupa de aceptar al principio al cubano como refugiado, concede a éste, después de un año y un día, la tarjeta de residencia permanente.

Esta política interesada claramente a incentivar la inmigración cubana y los interesas políticos de Estados Unidos en contra del gobierno socialista, tiene muchos límites y contradicciones y muestra así su otra cara de la moneda. Podemos ver como el mismo país que trata de elevarse a nivel internacional como el salvador de los pobres cubanos oprimidos por la dictadura, ni siquiera los ayuda a llegar su tierra, o mejor dicho, hasta le impide el camino.

Todos aquellos cubanos encontrados en el mar vienen devueltos a su patria, mientras los que viajan vía tierra se ven obligados a cruzar durante meses decenas de países y confines de forma absolutamente ilegal y peligrosa, poniendo en riesgo sus propias vidas y siendo continuamente deportados de un lugar a otro sin ni siquiera lograr acercarse o llegar nunca a Estados Unidos.

Estas políticas que no hacen otra cosa que alimentar el mercado negro de las trochas clandestinas y de los coyotes, obligan a las personas interesadas a migrar, a pagar grandes cantidades de dinero por condiciones de viaje y transporte muy precarias y peligrosas, con el riesgo además de ser nuevamente expulsados por los países intermedios y cruzados durante su viaje.

Este flujo y proceso migratorio que sigue intensificándose, se presenta cada vez de forma más insistente, viendo personas provenientes de distintos países -no solo comunidades de cubanos-, sino también de haitianos, senegaleses y bengalíes, cuya condición se muestra aún peor dado que nunca gozarán de ningún privilegio o ayuda a la hora de tocar tierra norteamericana.

Es por razones como esta que el gobierno panameño dictó lo que llamaron el operativo “Flujo controlado”, una operación que se propuso dar ayudas humanitaria a los migrantes ilegales en tierra panameña, pero nunca cumplió con las promesas estipuladas.

Fue entonces así, que a los 650 cubanos varados en Panamá se los amenazó con la deportación en el caso de que no hubieran abandonado el poblado de la Miel en las siguientes 72 horas, de la misma manera que no se le ofrecieron alimentos ni ayudas a todas aquellas personas que permanecieron en el poblado y empezaron a sufrir malestares a causa de las precarias condiciones de salud, falta de comida, de agua y alojamientos dignos.

Cada uno de ellos tuvo que responder por si mismo y buscarse la vida de forma individual, bajo las presiones del gobierno que amenazaba deportarlos y de los militares que invitaban a los residentes del poblado a no ayudarlos ni venderle comida.

Este cuadro nos habla claramente de las relaciones políticas entre los varios países americanos. Si por un lado tenemos a los cubanos cruzando tierras y confines en búsqueda de papeles (recordamos que los únicos dispuestos a concederle residencia serían los Estados Unidos), por el otro tenemos EEUU que aún mostrándose internacionalmente interesados a recibir este flujo migratorio cubano, tampoco se pronuncia respeto a las políticas represivas de los países intermedios. Son ellos, de hecho, los encargados de ocuparse de hacer todo el trabajo sucio y de cerrar todos los confines para que esta gente nunca llegue a su destino.


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