Mary Luz Borrego - Revista Mujeres.- Magalys Viñas Dorta, líder en la comunidad y de las pocas mujeres que dirigen una cooperativa en la provincia, lleva los pies en la tierra y el corazón con sus guajiros.


Va por la vida con el alma en la mano. Manda con autoridad, pero sin órdenes. Lleva botas de goma, camisa de mangas largas, pañuelo y sombrero, como buena castiza de la finca Santa Rita. Su instinto, sensible y sin artificios, nace desde el estreno mismo del mundo. Guajira de pico fino, ajena a enciclopedias y discursos. La acompaña una sola fórmula como alfa y omega de su presidencia: el instinto propio y la sabiduría de los otros.

Magalys Viñas Dorta, líder entre los campesinos de Taguasco y de las pocas mujeres que dirige una cooperativa en la provincia, lleva los pies en la tierra y el corazón con sus guajiros. Natural, como el agua que baja de los manantiales, deja escapar una confesión que confirma su destino: “Creo que no podría vivir sin la cooperativa”.

En la prestigiosa Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) Niceto Pérez, que desde muy joven ayudó a fundar, en la década del 80, se quedó 25 años como auxiliar de contabilidad y actualmente preside por voluntad soberana de sus campesinos, desde el 2007.

Nacida y criada en la finca Santa Rita, cuando se mira en el espejo del pasado siempre retorna Teresa, su madre, en el vórtice de todo: “Ella entregó la tierra para formar la cooperativa. Se divorció, con tres hijas y lo que nos enseñó fue a trabajar. Tenía dos máquinas y cosía día y noche, todavía lo hace. Era de la dirección de los CDR, de la Federación, iba a caballo a cobrar a los afiliados a las organizaciones; en mi casa se hacían las fiestas del fin de curso, yo levantaba el acta de las reuniones y se me fue impregnando todo eso. Si me muero y vuelvo a nacer regreso a este lugar, junto a la tierra, donde hago lo que me gusta, lo que sé hacer, lo que siento”.

¿Cómo asumió ocupar el lugar del presidente anterior, quien contaba con tanto arraigo y llevó a la “Niceto Pérez” a un sitial prestigioso en el territorio?

A esta cooperativa y al presidente que tuvimos durante muchos años, Martín Suárez, le debo todo lo que soy. Él se jubiló, yo estaba enferma y pusieron a otro compañero, pero no resultó. Entonces la Dirección de la ANAP conversó conmigo y se hizo la asamblea. Cuando me dieron el cargo me pasaron mil cosas por la mente, cómo yo iba a dirigir a tantos hombres, pero enseguida lo vencí porque ellos me seguían, hacían lo que yo decía, el colectivo es muy bueno y eso me hace crecer y no cansarme. Yo reviso bastante, exijo por cada detalle, a veces me parece que los aprieto mucho, pero luego vuelvo y lo encuentro todo bien, tranquilo.

Recuerdo que mi primer obstáculo fue la sequía tremenda que había y no teníamos comida para los animales. Decidí que se sembraran de caña estos dos campos y algunos me dijeron que iba a hundir a la CPA porque estaba cogiendo las mejores tierras de tabaco para otra cosa. Les dije que donde hay animales tiene que haber comida, pero me pregunté si me estaba equivocando. Al otro año ya andábamos cebando toros y vacas.

¿Qué fórmulas aplica una mujer para dirigir guajiros, tradicionalmente machistas?

El cuadro nace y dirigir es un arte. Los cuadros no se hacen en un día. Creo que todo empezó por la crianza de mi madre, por toda aquella relación con la comunidad. Siempre escucho a los de más experiencia, a los más viejos, los que han trabajado la tierra. Es fundamental vincular a los hombres a la economía, a los resultados de su trabajo. Me gusta que anden vestidos, calzados, soy reacia a verlos desastrados, con zapatos rotos, remendados.

No me voy nunca sin ver lo que los cooperativistas van a almorzar y a comer los guardias. El 40 por ciento del tiempo me lo ocupa la atención al hombre, su alimentación, que tengan limas, machetes, los medios para trabajar, ayudarlos si se les enferma un hijo, a arreglar la casa o en los quince de la muchacha. Tampoco pasamos por alto los días señalados, se les hace algún “presentico”. No soporto las diferencias sociales ni las divisiones en la cooperativa, todos comen y meriendan igual y si viene una visita se comparte de lo mismo. Eso es lo que me quita el sueño, atender a los hombres, que es la única manera de mantenerlos en el campo.

Magalys Viñas se levanta a las cinco de la mañana todos los días en su casa de Taguasco para coger el tractor que la lleva a más de dos kilómetros hasta la cooperativa, donde revisa cada detalle, distribuye los quehaceres y se monta sobre el lomo de su yegua Cucusa para recorrer hasta el último campo.

“He trabajado sin parar, a veces se van todos y me quedo organizando para el otro día. Aquí, cuando termino el tabaco, vienen los cultivos varios y después la campaña de alimentación, siempre hay algo. Hace poco traje la lavadora para acá y después que almuerzo adelanto un poco porque el tiempo es oro. Hace un año también me eligieron Delegada del Poder Popular y son los electores, planteamientos sin solución, trabajo de noche. Soy miembro de los comités nacional y provincial de la ANAP, del Comité Provincial del Partido, tengo que ir a las reuniones, es mucho”.

¿De qué modo una guajira puede desinhibirse y expresarse con tanta serenidad en un plenario ante el vicepresidente del país o cualquier ministro? ¿Usted interviene por encargo o expresa sus propias inquietudes?

A mí nadie me tiene que mandar a hablar, lo hago a partir de mis vivencias y por las preocupaciones que conozco tienen los campesinos. No me atemoriza intervenir, ni me pongo nerviosa, planteo lo que tiene que ver con mi trabajo, solo trato que los problemas se resuelvan. A veces estoy representando a este municipio, a la provincia, me interrelaciono con los otros presidentes, espulgo, comparo, averiguo cómo se hacen mejor las cosas, busco en la ciencia y la técnica. Algunos me dicen que soy caprichosa y les digo que no, que soy persistente, que soy exigente.

¿Y cómo asimila la familia todo ese extra? ¿Dirigir ha implicado una encrucijada con cuotas de sacrificio para su gente?

No, mis hijos son unos isleños que llegan allá arriba, parecen bueyes de gordos y grandes. Cuando el primero nació no había círculo, arrastraba con él para todas partes, en el tiempo de los semilleros hasta lo bañaba y lo acostaba en una hamaca de saco de harina en el rancho. Los cuidaba aquí, con ellos para arriba y para abajo. Ahora los dos están en la finca con mi papá, son campesinos por excelencia, especialistas en sembrar frutabomba y ajo. Ya tengo hasta una nieta linda que es lo más grande de la vida.

Mi esposo trabaja en la empresa de cultivos varios, llevamos 33 años de matrimonio. Él me apoyó siempre, me dijo que nadie mejor que yo para aceptar el cargo, que amaba tanto esto. Todos en la casa están adaptados, son madrugadores, trabajadores. Trato siempre de adelantar para poder hacerles el dulcecito, planchar de madrugada, descongelar el refrigerador. A veces mis nueras me pelean para que saque espacio y me arregle el pelo o las uñas. Nada hubiera sido posible si no hubiera tenido a mi familia que ha sido paciente para esperar y soportar la ausencia de uno en la casa.

Yo sola no soy la cooperativa, también es mi consejo de dirección, el núcleo del Partido, todos mis campesinos, sus familias. Uno a veces no lo dice, pero llego donde están y siento que tienen un orgullo tan grande de mí que debo entregarme cada vez más, a ellos no les puedo fallar.

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