Sandra Abd'Allah-Alvarez Ramírez- Red Semlac.- La posibilidad de que dos personas de igual sexo puedan legalizar sus relaciones, del mismo modo que lo hacen personas de sexos diferentes, es aún una utopía en Cuba; sin embargo, cada día se oxigena más el debate y un número creciente de personas participan en la discusión.


En la isla se habla casi indistintamente de “uniones legales” o “uniones consensuales” y “matrimonio igualitario”; haciendo alusión a la legalización de uniones, hogares, parejas del mismo sexo. Tendencia frecuente en la sociedad cubana contemporánea y que, por la importancia que tiene la familia dentro de esta, bien vale una discusión.

Es cierto que el matrimonio como institución social de origen económico está en plena crisis; no obstante, como derecho básico, mientras solo una parte de la población pueda acceder a él se seguirá excluyendo a seres humanos de un ejercicio legítimo y, por tanto, de los beneficios (que los tiene) y tormentos (sin duda alguna) que implica “estar casado”.

Voces encontradas

Si bien los medios oficiales continúan eludiendo el tema, es indudable que, desde la propia sociedad civil, activistas y profesionales han abordado la temática, que ha encontrado espacio en varias agencias como IPS o SEMlac, revistas digitales como Oncuba, Havana Times y Cuba contemporánea y en bitácoras de proyectos como Observatorio Crítico y Arcoíris.

En Oncuba por ejemplo, el periodista Ariel Montenegro compartía un texto intitulado “El puño que disloca las mandíbulas”, donde nos decía: “Estaba agradecido por haber venido al mundo gracias a esa paradoja, pero tanto quería a sus padres, que le dolía en cada recuerdo de familia que no hubieran podido casarse con quienes quisieron, que no pudieron adoptar hijos y tuvieron que hacer algo engañoso con ellos mismos para concebir, como si el amor entre los gays y las lesbianas fuera de segunda categoría...”

Dicho texto provocó una serie de comentarios, la mayoría en la misma cuerda de David Rocha: “Es importante que subrayemos el amor en la comunidad LGTBI, siempre se nos ha visto como máquinas sexuales relacionadas a la promiscuidad. Escritos como este proyectan otra imagen de lo que somos, de cómo vivimos e incluso de nuestros sueños más anhelados”.

Lo anterior me hace pensar que vamos pasando ya del argumento tan socorrido de que “la sociedad cubana no está preparada para ello”.

En ese sentido, Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), en una entrevista ofrecida al politólogo Salim Lamrani hace poco menos de un año, expresaba casi de manera lapidaria: “La sociedad cubana está lista para aceptar el matrimonio homosexual. Les toca a nuestros políticos ubicarse a la altura del pueblo. En Caibarién, en el centro de la isla, José Agustín Hernández, apodado Adela, es un enfermero transexual de 48 años y fue elegido delegado de la Asamblea Municipal”.

No obstante, hay objeciones claras a la posibilidad de que dos personas del mismo sexo puedan contraer matrimonio en Cuba. Algunas de la razones se justificarían en el tecnicismo que implica cambiar la ley suprema para hacer que esto sea posible. Para lo cual se propone, dentro de las voces que están en contra, realizar una consulta nacional.
Así lo estima la periodista cubano-americana Yadira Escobar, en el post “Constitución. Ley Suprema”: “Es verdad que la constitución puede ser modificada, y quienes lo hagan podrán decir que es un cambio revolucionario. PERO… también es verdad que dicho cambio será político, con consecuencias profundas en la cultura y realmente debería ser llevado a referendo para que pueda ser considerado como un acto legítimo. No se puede imponer, hay que llevarlo a voto”.

El debate fue arduo en el perfil de facebook de la periodista. El intelectual cubano Jorge de Armas decía en aquella discusión: “No estoy de acuerdo. El derecho a la unión civil entre personas tiene que ser considerado un derecho y no sujeto de voto o referéndum. Sigue siendo una reminiscencia de los viejos valores buscar la democratización en asuntos esenciales. En mi opinión, es como pedir un referéndum para ver si la gente está a favor de la libertad de expresión o en contra del nazismo.”

La entrevista a Gloria Careaga, que publicó el diario Granma a sazón de la VI Conferencia Regional del ILGA y que signó Lisandra Fariñas, aunque tocó tangencialmente el tema, suscitó opiniones relacionados con el matrimonio homosexual. En una de ellas, el comentarista Ernesto Martínez Hernández expresaba: “Permitir los matrimonios gays es irrespeto a la sociedad, como permitir contratos jurídicos entre personas y animales, no es normal, no se debe legalizar porque no es natural. Hay parejas que viven toda la vida sin matrimonio, porque luchar por legalizar lo que no es normal por naturaleza, es una igualdad inexistente”.

Una voz autorizada en el tema, la abogada Zulendrys Kindelán Áreas, fundadora de la Consultoría Jurídica del Cenesex y quien participó en la redacción y revisión del proyecto de nuevo Código de Familia, analizaba los efectos legales en Cuba contemporánea: “Pienso que las diferencias entre las uniones legales y matrimonio, a la luz de las nuevas propuestas, serán mayoritariamente nominativas, pues los efectos económicos de ambas instituciones serán los mismos, así como sus causas de disolución y las obligaciones. A mi entender, lo mejor es solucionar el silencio de la ley y la desigualdad que esta no-regulación (por decirlo de alguna manera) ha provocado, por el hecho de que algunas personas sí puedan contraer matrimonio (heterosexuales) y otras no, y las propuestas incluidas en el nuevo Código de Familia otorgan esa posibilidad”.

Historias cotidianas

Pero la gente se casa, aunque no sea en la isla. Varias embajadas, como la de Alemania, ofrecen una posibilidad especial para legalizar la unión en ese país, dado que en Cuba no es posible, aprobando un término de tres meses de visa para llevar a cabo el procedimiento judicial.

Sin poder estimar el número de personas con ciudadanía cubana que han contraído matrimonio fuera de Cuba (o que se han unido legalmente) con sus parejas del mismo sexo, al menos se empieza a hablar del tema.

Tal es el caso de Aldo Pavón, quien reside en La Florida, donde tampoco está reconocido, pero que nos cuenta: “Nuestra relación comenzó en septiembre 1998, luego decidimos emigrar hacia USA en 2000. Acá tuvimos la oportunidad de legalizar nuestro status y no lo dudamos. Un maravilloso fin de semana de mayo de 2012, acompañado por cuatro grandes amigos nos fuimos a New York (uno de los estados que reconocen el derecho al matrimonio del mismo sexo) y el martes 22 de mayo en una simple ceremonia legal nos declararon “esposos”. Definitivamente unos de los días más memorables de nuestras vidas y sobre todo emocionalmente intenso”.

Vladimir García Carvajal tiene 51 años y en 2008 se unió legalmente a su pareja: “En Suiza hay una palabra ‘partenaire’, que corresponde al matrimonio heterosexual, y tenemos los mismos derechos y deberes; solo la adopción y la obtención del pasaporte suizo no es posible... Solo pudimos casarnos en el año 2008 porque Suiza no permitía la unión de personas del mismo sexo, pero el pueblo votó a favor. Desde entonces es permitido esta forma de matrimonio”.

Sobre la utlilidad del debate, expresa Vladimir: “la cuestión es informar, hablar del asunto, las personas siempre se protegen y rechazan lo que no conocen, es normal, pero desde el momento en que explicas y se levanta el velo, la gente comprende que no hay ninguna diferencia, porque el matrimonio en general es un hecho totalmente administrativo y jurídico; yo conozco muchas personas heterosexuales que no están casadas y viven desde muchos años juntas”.

Sin embargo, al preguntársele acerca del reconocimiento en el territorio nacional de los matrimonios realizados en el extranjero, Kindelán Áreas precisa: “...ese matrimonio no produce ningún efecto en Cuba porque la legislación nacional no lo reconoce, y eso será así mientras no se aprueben las modificaciones”. Dicho esto, cabe anotar que la aprobación de dicho Código supondría tambien ventajas para dichos casamientos.

Dos caminos para llegar a la justicia

Existen entonces dos caminos prácticos, y no excluyentes, para el reconocimiento legal de las parejas homosexuales: a) se cambia la Ley Suprema y se sustituye “entre una mujer y un hombre” por “entre dos personas”; b) se discute y aprueba el nuevo Código de Familia donde se incluye, como expliqué anteriormente, las uniones legales entre personas del mismo sexo.

Sobre la primera solución comienzan a parecer voces más incisivas como la del activista y transformista Pedro Manuel González, quien recientemente diría: “No se puede hablar de leyes secundarias cuando se está tratando de la ley primaria de la nación, que está detenida en los 70, con algunas modificaciones en 1992. Hay cláusulas que necesitan renovarse si quieren ir a la par con lo que se está haciendo en el país.”

Con anterioridad, el periodista Maykel González Vivero, en entrevista para OnCuba, al exponer sus expectativas ante la realización de la citada Conferencia de ILGA, afirmaba: “Me refiero... a las parejas del mismo sexo que no nos conformamos con la aspiración rezagada de una unión civil cuando podemos aspirar al matrimonio igualitario”.

Del otro lado, tenemos la propuesta de un nuevo Código de Familia que anda de buró en buró, de mano en mano, pero aún no logra colarse en la agenda de discusión del Parlamento cubano. Cada año, cuando se reúne la Asamblea Nacional, se tiene la esperanza de que se debata, pero la realidad es que se discuten y aprueban otras normas, mientras el Código de Familia vigente, anquilosado en la pasada década del setenta, no es revisado, como si 40 años no fueran suficientes para considerarlo como una norma envejecida y poco eficaz a la luz de los cambios que han sucedido en Cuba a partir de las numerosas medidas de corte social implementadas en el país.

La intelectual cubana Yasmín Silvia Portales Machado lo analiza de la siguiente manera: “Al nuevo Código de la Familia se le han dado largas durante al menos cinco años, y solo la presión del movimiento LGBT cubano sacó a la luz el hecho de que estaba estancado entre comisiones parlamentarias. Aunque es apoyado por dos entidades cubanas con iniciativa legislativa: la Unión de Juristas de Cuba y la Federación de Mujeres Cubanas, y trata de actualizar un documento que data de 1975, a este proyecto de Ley se le han puesto más sancadillas que a un jugador negro en las Grandes Ligas antes de 1950”.

Por su parte, la mesa redonda La familia diversa, celebrada el 11 de mayo de este año, levantó comentarios en el sitio web del programa donde aflora la siguiente valoración: “... al final Manuel (jefe de los Servicios Jurídicos del Cenesex) no supo dar respuesta en qué momento se encuentra el Código de Familia. Creo que ellos no tienen la respuesta pero si es así, lo mejor es decirlo y no buscar un enredo de palabras que lo que hacen es confundir y desviar la atención”.

Efectivamente, aún no se ofrece una respuesta clara y precisa sobre el estado actual del Código de Familia, como tampoco podemos listar con prolijidad los reales avances en materia legal, que trasciendan a las personas—dirigentes o no— “convencidas”, que se han alcanzado luego de varios años de Jornadas contra la Homofobia, talleres de sensibilización, campañas contra el VIH/sida y demás.

En el anteproyecto de Código de Familia no se propone el matrimonio, sino la “unión legal”, y como razón fundamental se ha reconocido el camino tortuoso de cambiar la Constitución, sobre lo cual Kindelán Areas comenta: “En el caso de las uniones legales, se reconocen los mismos efectos económicos que en el matrimonio tradicional. Así contarán con las mismas vías y procedimientos para reivindicar sus derechos en caso de disolución de las mismas, lo que solucionaría el estado de indefensión de algunas personas ante esa circunstancia, especialmente en materia de derechos sobre bienes, seguridad y asistencia social y transmisión de derechos hereditarios”.

Movilizarnos

Luego de esto, no queda más que preguntarse: ¿por qué entonces no intentar directamente el cambio en la Constitución de la República? De manera que cualquier persona, independientemente de su identidad de género u orientación sexual, pueda hacer ejercicio, si así lo desea, de su derecho a contraer matrimonio.

Lo acontecido recientemente con el nuevo Código del Trabajo, que de manera inexplicable no incluyó la discriminación por identidad de género (a pesar de que fue propuesto y discutido el asunto en el parlamento cubano), nos advierte que, en cuestión de derechos humanos, no podemos ir por las ramas, sino directamente al centro del problema.

Por otra parte, ¿no sería el momento de extender las uniones legales o consensuales también a las parejas heterosexuales?, pues en la actualidad solo es posible ante litigios y con testigos que acrediten que eran una pareja de hecho.

Pasar de las demandas a organizarnos y profundizar en el tema de manera que podamos tener una posición fundamentada y consensuada es mi interés como activista ciberfeminista. En este sentido, he lanzado una especie de convocatoria y una página en Internet, Por el matrimonio igualitario en Cuba, para propiciar el debate.

Dicha convocatoria está dirigida a todas aquellas personas que hemos contraído matrimonio o establecido uniones legales en el extranjero y que deseemos brindar su testimonio. Muchos hemos tenido que enfrentar la burocracia de esos otros países donde, en ocasiones, nos solicitan documentos que en Cuba no se expiden, o vivimos la experiencia de que en la isla se precise presentar documentos que solo son válidos para parejas heterosexuales, como me sucedió a mí con la capacidad legal para el matrimonio.

Busco cubanxs que estén unidxs legalmente (matrimonio o unión consensual) con personas de igual sexo/género, para entrevistas (con la posibilidad de conservar el anonimato). Interesadxs escribir a negronacubaine@gmail.com

 

Texto de la convocatoria

Por su parte, la página en Internet pretende ser un lugar de encuentro para personas interesadas en la temática, aunque algunas de ellas no tengan aun una posición definitiva sobre el matrimonio igualitario, pero prefieran aprender y acompañar a quienes sí confiamos en la justeza de que cada quien se case cuando lo desee con la persona que ama, no importa su género.

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